Aquella noche de campamento, Xuso Rosell sintió la llamada del Señor. Había ido a la acampada casi obligado por su madre y entonces se declaraba ateo. Pero en medio de una exposición nocturna ante el Santísimo vio que su camino era el sacerdocio. A la mañana siguiente le trasladó al cura la revelación y éste dio parte al rector del seminario menor. Tan claro lo tenía Xuso que, en el viaje de vuelta en autobús, le dijo a su novia que tenía que dejarla. Y pronto, Xuso entró en el seminario menor de Valencia, situado en Xàtiva. Igual que Héctor Rubio, de Algemesí. Monaguillo desde los siete años, Héctor se enroló en el seminario tras participar como invitado en una convivencia y quedar cautivado por "la conexión del grupo". Ahora tiene claro que su camino es el sacerdocio y su meta, dice muy serio, "la santidad". Xuso tiene 16 años y Héctor 18. Y si sorprende su convicción, todavía asombra más oír a Fernando Bayón, con sólo 12 años, afirmar que "llevar una parroquia es lo mejor que nos puede pasar a los curas". Aunque le faltan al menos otros 12 años para llegar a la ordenación, ya se incluye en el gremio.

Xuso, Héctor y Fernando son tres seminaristas de Xàtiva y personifican un curioso fenómeno: la resurrección de las vocaciones en Valencia. Este curso, el seminario mayor de Montcada ha alcanzado con 49 alumnos la cifra más alta desde 2004. Y en el seminario menor de Xàtiva -el único de la provincia para alumnos de 1º de ESO a 2º de Bachiller- se ha batido el récord desde 1994 con 36 seminaristas, más del doble que hace sólo cinco años.

A quien le tiente la idea de relacionar el aumento de vocaciones con la crisis económica y el atractivo de un empleo fijo como el sacerdocio, tres datos lo disuadirán. El incremento de seminaristas arranca en 2004. Estar interno en el seminario menor cuesta 300 euros al mes, aunque nadie se queda fuera por no poder pagar la cuota. Y, como avisa el rector del seminario menor de Xàtiva, Javier Grande, "esto no se aguanta si uno no tiene vocación". Se refiere a la misa y hasta las tres oraciones diarias; a las más de dos horas de estudio obligado al día; el internamiento en el centro de lunes a viernes con una sola salida permitida; las visitas al asilo para acompañar a los más necesitados; el desempeño de todas las tareas de la casa (limpieza de cuartos de baño incluida); y una vida cotidiana marcada por la obediencia. Un plato de poco gusto para los jóvenes de la era Facebook.

¿Dónde está la causa, pues, de este florecimiento espiritual en una época marcada por el envejecimiento de las parroquias? Muchas diócesis de España ya han preguntado por el secreto al seminario menor de Xàtiva. La respuesta se esconde en el Grupo Samuel, el Grupo Damasco e internet. O lo que es lo mismo: en la apertura del seminario a la sociedad para captar a jóvenes interesados y aplicar, en definitiva, una parábola religiosa: "Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña".

Hasta hace tres años, el vivero se seminaristas se nutría de monaguillos, juniors y jóvenes con inquietud religiosa que confluían en las convivencias. Aquello, en realidad, estaba pensado para los que empezaban a tener muy clara su vocación. Desde hace tres años, sin embargo, aquellas convivencias trimestrales han mutado. Se han hecho más light y están abiertas a chicosÉ y chicas. Se llaman el Grupo Samuel y logran reunir a un centenar de jóvenes en sus excursiones trimestrales. "El objetivo es que los jóvenes conozcan la existencia del seminario menor. Y si alguno de los asistentes ha sentido la llamada del Señor, que pueda ver que no es un bicho raro. Así le pondrá nombre a lo que le ocurre y sabrá cómo vivirlo", explica Javier Grande.

Los más identificados con los seminaristas -que hacen la función evangelizadora entre sus iguales- tienen la opción de acudir después al Grupo Damasco: convivencias más específicas, más religiosas. Son el paso previo antes de dar el salto al seminario menor. Así pues, con el Grupo Samuel, la Iglesia ha intentado pescar en un estanque virgen: el de los chicos sin una vocación definida que, como le ocurrió a Héctor Rubio, puedan quedar atrapados por el ambiente y meterse a seminaristas.

Aparte de reconvertir las convivencias, se ha potenciado el uso de internet. Los seminaristas del menor tienen activo un blog desde el que cuentan al mundo su experiencia. Y después, con las amistades forjadas en las convivencias de Samuel y Damasco, mantienen un contacto propio de su edad: a través de las redes sociales de internet como Facebook o Twitter, o el más clásico Messenger. Es una campaña publicitaria adaptada a la modernidad. "Que el seminario menor no esté encerrado en sí mismo, sino que salga y se abra. Eso ha provocado que más chavales puedan preguntarse por su vocación", agrega el rector del menor.

El seminario, por dentro

También el propio seminario menor se ha adaptado a los tiempos que corren. Las antiguas habitaciones colectivas con una decena de camastros han sido sustituidas por cómodas habitaciones individuales. Una pantalla de plasma de 42 pulgadas, con home cinema y conexión a internet, preside la sala de estar del seminario. Tampoco faltan los ordenadores para conectarse a internet ni el hilo musical.

Ahora bien: no deja de ser un seminario. Con dos capillas para rezar; con tres formadores con alzacuellos; con un director espiritual que los confiesa y acompaña en sus dudas e inquietudes; con una pedagoga y una psicóloga que se encargan de su formación humana y afectiva; con cuatro monjas encargadas de la logística, "que echan puros cuando te dejas algo en el plato"; y con el mismo objetivo con el que en 1884 empezó en Valencia el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas: conseguir "el discernimiento espiritual" de los seminaristas. Es decir: que averigüen si han nacido para curas o para seglares.

Las dudas también son las de siempre. Una es, inevitable, la de las chicas. Todos los seminaristas se mezclan en las clases del colegio Claret de Xàtiva (donde están integradas las dos plantas del seminario) con otros 1.100 chicos y chicas de su edad. Los más pequeños del seminario apenas reparan en las chicas. En los más mayores, la cosa cambia. "Más de uno ha venido después de un fin de semana y me ha dicho: 'Don Javier, que me he liado con una chica'. Yo le digo que no pasa nada, pero que ha de escoger, porque puede hacer daño a la chica", explica el rector del seminario.

Xuso Rosell, el que dejó a la novia en el autobús, reconoce que hay compañeras que le llaman "mucho" la atención, y que tiene "alguna que otra tentación". Pero aprende a dominarlas porque sabe cuál es el camino que le ha reservado el Señor. Aarón Palacios, con 17 años y una cresta en el pelo que choca con el estereotipo de seminarista, admite que sí le cuesta mantenerse apartado del mundo del amor y la sexualidad. "A mí me gusta mucho la fiesta y voy a todas las discotecas de mi zona. Los primeros sábados después de entrar en el seminario era más difícil de controlar. Pero luego te acostumbras y lo asumes como un sacrificio que has des hacer", cuenta el joven, que iba para militar de la marina y que disgustó a su padre cuando le dijo que entraba en el seminario.

Ése es otro de los dilemas: la presión social. "Muchos piensan que estás loco por querer ser cura, pero si Dios te llama, tú has de seguir adelante y entregar tu vida a los demás", replica Maximiliano Hernández, un seminarista de Buñol que tiene un tío sacerdote en Faura. Otros aseguran que hay antiguos amigos que cambian de acera para no saludarles cuando vuelven al pueblo el fin de semana. "Yo sólo pido que me respeten, igual que yo -aunque piense que es un error- respeto a mis amigos ateos", recalca Héctor Rubio, que se prepara para dar el salto el próximo año al seminario mayor de Montcada.

Allí, el 27% de seminaristas procede del internado menor. Y de los curas valenciano ordenados en la última década, el 18% se había formado en Xàtiva. Aunque no es una etapa obligatoria en la carrera del sacerdocio (que sólo exige seis cursos de Filosofía y Teología en Montcada), el seminario menor va ganando peso como vivero vocacional de Valencia. ¿El secreto? Una vieja receta del Concilio Vaticano II: apertura de miras y consonancia con la sociedad.

Impulsan un Centro de Orientación Vocacional

La reducción de ordenaciones sacerdotales en la última década -este año sólo han salido cuatro curas del seminario mayor de Montcada- ha hecho reaccionar a la diócesis de Valencia. El nuevo arzobispo, Carlos Osoro, ha encargado la puesta en marcha de un Centro de Orientación Vocacional, situado en la calle Caballeros de Valencia, para "estimular" las ordenaciones. La dirección del centro ha recaído en el rector del seminario menor de Valencia, Javier Grande, de 37 años. Según adelanta él mismo a este periódico, cinco sacerdotes trabajarán con alumnos de segundo de bachiller a través de convivencias y reuniones. Es el espíritu de los grupos Samuel y Damasco pero ajustado a jóvenes de 17 y 18 años. "Intentaremos crear un ámbito en el que los jóvenes que sienten alguna vocación puedan hallar respuesta", explica Javier Grande. Se trata de poner el eslabón perdido entre la parroquia y el seminario mayor y aplicar la metáfora de la siembra que alienta Jesús en el Evangelio.