¿Cómo definiría las relaciones político-lingüísticas con el Gobierno valenciano, si las hay?

Diría que son inexistentes, porque el Gobierno valenciano no está en los foros habituales, como el Institut Ramon Llull, la red para promover la diversidad lingüística en Europa (donde hay gallegos, que son del PP) y la Declaración de París, firmada para lograr un verdadero estado español plurilingüe.

¿Pero les han invitado?

Evidentemente. Además todo el que quiera participar sabe que tiene las puertas abiertas. Yo, desde el Principado, tengo mucha prevención en no meter la nariz donde no me llaman. No forzaré jamás la relación si el Gobierno valenciano no la quiere.

¿Atribuye la distancia al temor histórico a un «expansionismo catalán»?

Me cuesta hablar de estas cosas porque soy de los pocos miembros del Gobierno catalán que no soy de allí. Pero tengo la impresión de que el blaverismo lo activa el tardofranquismo y alcanza un grado de virulencia tal que en un momento determinado no sabe cómo desactivarlo. Pensemos que cuando Fuster presenta Nosaltres els valencians había dos ministros de Franco en el acto. Creo que temieron una resurrección lingüística y cultural y activaron el blaverismo. No es nuevo: China hace lo mismo en el Tibet. Entonces ni Europa ni España iban hacia la pluralidad lingüística, pero hoy hasta Francia rehace su Constitución por ello.

¿Tardan demasiado tiempo, en su opinión?

Si tenemos en cuenta que las universidades flamencas cambiaron del francés al neerlandés en 5 años, sí parece mucho tiempo.

¿Y no es necesaria la autocrítica también desde Cataluña?

Sí, seguro. Toni Mollà dice una frase magnífica: que en Valencia hay muchos blaveros y que en Barcelona todos lo son. Desde el Principado la visión del conjunto de los países no es mejor que la que se pueda tener desde el País Valenciano o Baleares. Va desde el desconocimiento y el recelo hasta el paternalismo. Ambas posiciones son execrables. La falta de sintonía que ha podido haber es una responsabilidad compartida y hace falta mucho trabajo en el Principado. Se ha de acabar con el paternalismo, incluso en el discurso sociolingüístico: se mira por encima del hombro a Baleares y el País Valenciano cuando las dificultades están en todos los sitios.

¿Se están replanteando esa situación o mejor no mover ficha?

Creo que el mundo económico acabará arrastrando al político…

¿Y al lingüístico?

También. La lengua es un síntoma de lo que ocurre políticamente. Tengo confianza en las obviedades y es obvio que interesa un corredor mediterráneo de alta velocidad y que las relaciones comerciales conjuntas se proyecten hacia Europa. Todo esto acabará impulsando hacia una colaboración más normal.

La Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), ¿la ve como un mal necesario?

No. La veo como un aliado en un proceso muy complejo. Hay personas que se hacen visiones ideales de cómo tendría que ser el mundo, pero eso es absurdo. La AVL existe, tiene un peso y hay personas muy válidas en ella. Creo que lo que ha de haber —y lo hay a nivel personal y de relación científica— es algo fluido. Al menos para que tengamos una traducción única de textos europeos. Vale la pena ceder un poco antes que continuar con el absurdo de versiones separadas.

¿Cree que ha habido injerencias del nacionalismo catalán?

Analizar el pasado sería objeto de un ensayo. Yo soy absolutamente partidario del principio de subsidiareidad. Quiero decir que cada país ha de decidir —incluso en la hipótesis de que se articulase una federación entre nosotros en algún momento, que está un poco lejos— y los otros lo han de respetar. La salud nacional del País Valenciano y Baleares dependerá de la propia sociedad y no de las directrices que pueda pensar una mente fantasiosa en Barcelona.

¿Conviene entonces olvidar las tesis del pancatalanismo para favorecer una relación común entre iguales?

Lo ha de decidir cada uno, pero lo que tengo claro es que una relación vertical no puede funcionar, sólo entre iguales.

¿Qué representa Eliseu Climent para el Govern? ¿Es como su embajador en Valencia?

Diría que es una activista cultural muy destacado, que ha hecho muchas cosas y continúa haciéndolas, pero verlo como embajador sería practicar esa posición verticalista. Es un compañero y un gran amigo.

¿Continuarán colaborando con sus iniciativas, como la lucha actual por que se vea TV3?

Evidentemente. En un contexto donde se tumban fronteras es absurdo que no se vea TV3. Como es absurdo que no se vea RTVV en Cataluña o Baleares.