No hacen ruido. Apenas se les ve. Pero hay unos 2.000 menores valencianos en grave riesgo de exclusión social por falta de formación, desestructuración familiar o consumo de droga.

Paco Cerdà

valencia

Fotos de ferran montenegro

­Cristian tiene 15 años y ha perdido la cuenta del número de veces que lo expulsaron del instituto Malilla de Valencia. «De diez para arriba», calcula. Lo que sí sabe es que pasaba «más tiempo fuera que dentro» del centro. Fracasó y no llegó ni a terminar segundo de ESO. Como Alberto, de 17 años. No recuerda los cursos que repitió antes de abandonar el sistema educativo, pero sí tiene claro que ha declarado en tres juicios como testigo. «Siempre por peleas», matiza. Antonio, de 15, cuenta que procede de una familia gitana «humilde» dedicada a la venta ambulante por los mercados. Él no tiene estudios, pero sí «un montón de colegas que se pasan el día en el parque» sin oficio ni beneficio. En principio, los tres llevan camino de acabar en la exclusión social. Pero en su senda se ha cruzado el centro Taleia.

Tal vez, a pocos les suene el nombre. Quizá tampoco muchos conozcan que en la Comunitat funcionan 58 centros de día para menores que, como Taleia, realizan una intervención socioeducativa a los menores en riesgo de exclusión social. Previenen de la delincuencia y la marginación a jóvenes que abandonaron prematuramente los estudios, que viven en el seno de familias desestructuradas o con recursos económicos muy mermados, que flirtean con la droga y han visto demasiada calle, o que, en el caso de los inmigrantes, combinan varios de estos factores y suman el de la falta de adaptación a la sociedad.

«Es una población invisible que ahora no genera problemas. Pero si no la atendiéramos en los centros de día, estos problemas aflorarían. Aumentaría la conflictividad en las aulas, serían expulsados de los institutos y terminarían en la calle aburridos, con las peligrosas consecuencias que comporta el aburrimiento en la calle». Quien así habla es Rafael Soriano. Dirige el centro Taleia y, a su vez, es el responsable de los centros de día en la Asociación Profesional de Instituciones de Menores de la Comunitat Valenciana.

Los maestros de estos centros de día prestan apoyo y seguimiento escolar a los más pequeños para que no se descuelguen del colegio y enderecen el rumbo. También se realiza una intervención psicológica y afectiva según la problemática del niño.

Los chicos más mayores, que ya han abandonado el sistema educativo con una mano delante y otra detrás, reciben allí una formación con vistas a su inserción sociolaboral a través de talleres de iniciación profesional. Cristian, por ejemplo, está cursando un taller de Hostelería en el Taleia. Alberto está aprendiendo a soldar hierro y aluminio. Y Antonio, como refleja su mono de trabajo, asiste a un taller de Mecánica en el centro.

Pero no sólo aprenden un oficio. En las casi 30 horas semanales que pasan en el Taleia, a los alumnos se les enseñan rudimentos de matemáticas, lengua, expresión o informática, y también tienen sus actividades de ocio: fútbol, baile, montaje de videoclips y cortometrajes, internet… Todo para mejorar su formación y evitar que caigan en la ociosidad de la calle.

A priori, todo muy necesario, muy loable. Pero estos centros de día se sienten amenazados y maltratados por la Generalitat. La Conselleria de Bienestar Social financia 1.034 plazas de centros de día en toda la Comunitat. Algunas en centros públicos y otras en centros concertados que dependen de fundaciones sin ánimo de lucro. No obstante, la gran mayoría de centros de día albergan a más alumnos que plazas tienen concertadas. Por ejemplo, el Taleia. Recibe dinero público por 36 plazas, pero atiende a más de 60 chicos, dice Soriano. «Para financiar el resto —agrega— nos buscamos la vida con otras subvenciones públicas o ayudas privadas. Porque el recurso es gratuito para todos los chavales». Allí los chicos llegan por derivación de los servicios sociales, por orden de un juez, enviados por las residencias de menores o de la mano de sus propios padres.

Ahora, los centros de día vienen de culminar «un duro proceso de negociación» con la conselleria, desvela Soriano. «Querían recortarnos la financiación y no renovar los conciertos, pero al final se ha evitado», dice el director del Taleia. Ante esta sensación de peligro, los responsables de los centros de día decidieron reunirse anteayer en su primer encuentro autonómico. Se celebró en Valencia, en el marco del 50 aniversario de la Declaración de los derechos del niño. Los ponentes compartieron experiencias, intercambiaron propuestas socioeducativas y reforzaron la unión del colectivo. Pero sobre todo, aprobaron un documento de conclusiones en el que instan a la Conselleria de Bienestar Social a que «reconozca» y «valore» que los centros de día son «un elemento clave en el sistema de protección de menores», y en el que reclaman a la administración «un trato serio, digno y responsable acorde al servicio que prestamos a la sociedad». Por ello, expresan la «necesidad de garantizar y salvaguardar económicamente este recurso por parte de la Conselleria de Bienestar Social».

De «cactus» a esteticista

Poco le interesan las alambicadas negociaciones con la administración a Yolanda, de 16 años. Después de abandonar el instituto del Carmen sin haber acabado ni segundo de ESO, ahora está en el Taleia. Recuerda su etapa escolar con una imagen gráfica. «Yo estaba en clase rollo cactus: estaba sentada y desconectaba», confiesa. Ahora cursa un taller de Estética y ya se imagina dentro de unos años como peluquera y esteticista.

Como Yolanda, todos sueñan con mejorar su estado de desprotección. El director del centro explica que es difícil hablar de resultados. «Nosotros sembramos y otros recogerán», dice. Aunque con prudencia, asegura que «más del 60%» de los jóvenes que pasan por el Taleia encuentran trabajo o se reenganchan al sistema educativo poco después. Pero más que resultados inmediatos, Soriano recalca que están previniendo la marginación y la delincuencia del futuro.

La idea suena a una conocida frase del filósofo griego Pitágoras: «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Por sus circunstancias familiares, algunos de estos menores no tuvieron oportunidad de recibir la educación correcta en su momento. Otros sí que tuvieron la opción y, en cambio, la desaprovecharon. Ahora, los centros de día como el Taleia brindan a estos 2.000 jóvenes su última oportunidad de insertarse en la sociedad.