El de Haití es su octavo terremoto. Están acostumbrados a contemplar la destrucción ante sus ojos. Pero a los diez voluntarios de la ONG Intervención, Ayuda y Emergencia, que ayer regresaron a Algemesí tras cinco días en Puerto Príncipe, les ha impresionado especialmente la magnitud de la tragedia en el país caribeño, que contabiliza 75.000 muertos.

Durante cinco días han rastreado con sus cuatro perros decenas de edificios de los que sólo quedan cascotes, han visto montones de cuerpos apilados en las calles, pero también se han topado con la vida. Han logrado rescatar a cuatro personas bajo los escombros y a Moisés Belloch y a María José Rodríguez, dos de los miembros de la ONG, se les ilumina la cara cuando relatan el salvamento de la niña de 11 años a la que sacaron de los cascotes de su casa tras cuatro días atrapada. "Fue muy emocionante. La familia nos la quitó de las manos", recuerda María José.

Moisés se siente sobrecogido por el poco valor que tienen los muertos en tragedias como la de Haití: "La pobreza es tan grande y la necesidad tanta que lo importante para ellos una vez saben que sus familiares están muertos es preocuparse por conseguir comida, es su única preocupación".

"Los muertos están amontonados por las calles; al final hemos visto como se recogían y se metían en camiones de basura sin identificar, sin contabilizar, se retiraban con excavadoras y algunos se quemaban directamente en los propios escombros. A la gente le importa más sobrevivir que sacar los cadáveres. Es muy difícil de explicar lo que hemos vivido allí", dijo ayer Belloch tras ser recibido en Algemesí por familiares y compañeros de la ONG.

Los diez voluntarios especialistas en localización y rescate fueron de los primeros en llegar. Han trabajado más de diez horas al día. Desde las seis de la mañana hasta la seis de la tarde, porque no les dejaban hacerlo de noche. "Algunas veces nos hemos escapado del control de los cascos azules para seguir trabajando por la noche", explican. Y es que en Haití han encontrado una dificultad inesperada para trabajar. "Hemos ido escoltados como en una guerra. Creemos que ha sido excesivo porque ha dificultado nuestros trabajo y tanta seguridad ralentiza la ayuda", cuenta.