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Sant Vicent Ferrer era valenciano, del Carrer de la Mar del cap i casal, pero, salvo el Padre Jones y los dominicos que atienden la iglesia consagrada al santo en el corazón de Manhattan —en el 869 de la Avenida Lexington, en el exclusivo barrio del Upper East— son muy escasos los feligreses de una de los templos más impresionantes de la Gran Manzana que saben del origen del predicador universal y artífice de tantos milagros. Su participación activa en favor del Papa de Avignon durante el Cisma de Occidente y su apostolado por tierras galas, donde descansan sus restos (en Vannes, donde murió en 1419), lo encasillan, a ojos de los católicos neoyorquinos, como un santo francés. Para incrementar la confusión identitaria, una bandera francesa cuelga de la fachada de la iglesia.

El presidente Francisco Camps y una nutrida representación de la colonia valenciana en la capital del mundo reivindicarán esta tarde con una misa solemne, oficiada por el citado pastor Carleton P. Jones, la valencianía del santo. La ceremonia litúrgica se celebrará a las 17,30, hora local, y se oficiará en inglés para hacer pedagogía de la vida, obra y milagros de uno de los personajes más influyentes en la la Europa medieval y partícipe en cuestiones de Estado en la Corona de Aragón, como el Compromís de Casp. Media hora antes de la misa, Camps hará entrega al Padre Jones de una Senyera, que será colgada detrás del altar consagrado al santo, para dejar testimonio del DNI de aquel firme defensor durante un tiempo de los Papas de Avignon—entre ellos Benedicto XIII, el Papa Luna— junto al rey Pere IV el Cerimoniós, y en contra de la corte pontificia romana.

El presidente también regalará una biblioteca vicentina y será descubierta una placa con la inscripción del célebre testamento vital del dominico valenciano, donde se muestra preso de la morriña en la hora de la muerte y padre protector de los valencianos: «¡Pobre patria mía! No puedo tener el placer de que mis huesos descansen en su regazo; pero decid a aquellos ciudadanos que muero dedicándoles mis recuerdos (...) y que mis continuas oraciones allí en el cielo serán para ellos, a los que nunca olvidaré (...)Aunque no viva en este mundo, yo siempre seré hijo de Valencia. Que vivan tranquilos, que mi protección no les faltará jamás. Decid a mis queridos hermanos que muero bendiciéndoles y dedicándoles mi último suspiro».

Valencianismo popular

En el acto litúrgico, que podría considerarse el capítulo de la misión institucional a Nueva York dedicado al alma —como contrapunto a la reunión con empresarios o el convenio con Microsoft—, Camps estará acompañado por un centenar de integrantes de la Asociación La Lluna, que agrupa a parte de la colonia valenciana en la ciudad de los rascacielos. Han sido convocados por la oficina del Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX), que no es competente en asuntos religiosos pero tiene localizados a un nutrido grupo de valencianos en Nueva York de entre el amplio colectivo de los paisanos de Sant Vicent en esa urbe.

El jefe del Consell ha otorgado un valor simbólico a la misa neoyorquina en honor de una figura cuyos sermones y la leyenda de los espectaculares y a menudo pintorescos «miracles» engarza perfectamente con el valencianismo popular que, con altibajos, ha predicado el presidente de la Generalitat en diferentes etapas de su gobierno. En la web de The Church of Saint Vincent Ferrer —levantada en 1918 para rendir tributo al dominico valenciano— también se da cuenta de la efeméride de hoy. Una Senyera preside el enlace al blog, en el que se informa hasta de la autoría de todas las gestiones para montar el acto. La visita, dicen, ha sido organizada por Fernando Villalonga, valenciano y cónsul general de España en Nueva York.