Poco antes de la medianoche del 28 al 29 de marzo de 1939, salía del puerto de Alicante con destino a Orán, a la Argelia francesa y bajo el mando del capitán Archibald Dickson, el Stanbrook, un viejo barco de carga inglés dedicado mayoritariamente al transporte de carbón y que esa noche evacuó, en dramáticas condiciones, a los últimos republicanos españoles que consiguieron embarcar hacia el exilio. Justo Arcos Sánchez, de 30 años abría la lista oficial de embarque con el número 1, y el listado lo cerraba Nemesio Rico Rico, de 42 años, que era "el pasajero" número 2.638 (Anales de la Historia Contemporánea, Universidad de Murcia. 1983), de acuerdo con el estudio que Juan Bautista Vilar hace sobre los Archivos nacionales franceses de Ultramar.

Esta cifra de personas que llenaban completamente el barco, como queda inmortalizado a la foto de llegada, y que lo escoraron peligrosamente a babor a lo largo de toda la travesía, todavía se amplía a casi tres mil viajeros según otras fuentes.

"Al salir el barco, todavía hay gente que se echa al agua -cuenta Hèlia González-, nadan con rabia. Solo dos llegan a ganar el barco. Otros, muchos, impotentes, mezclan sus lágrimas con el agua helada". Y no sólo eso, la aviación fascista todavía bombardea casi a ciegas la bocana del puerto por impedir la salida, pero al "Stanbrook" sólo llega algún chubasco de agua, salpicaduras de aquellas explosiones.

Llegados al mar abierto, el capitán cambia el rumbo inicial y despista a los aviones franquistas... Veintidós horas después llegaban a Merz-el-Kebir, un puerto militar a unos pocos kilómetros de Orán.

Hèlia González, la pasajera número 2.277, tenía seis años cuando embarcó y en su libro Desde la otra orilla. Memorias del exilio cuenta los momentos de la llegada: "A las mujeres mayores, a las madres con sus hijos nos hicieron bajar a tierra. Nos quedamos sin papá. En mí cuerpo agotado, mis ojos unicamente seguían vivos para fijarse en las gentes, en las cosas. Estaba tan cansada que pronto cedí a la separación. Algo me hizo reaccionar. Era un aroma olvidado. Un olor reconfortante. Tuve que verlo para recordar. En improvisadas mesas hechas con largos tableros sobre trípodes, abundantes rebanadas de pan recién horneado y leche con azúcar dispuestas para sernos distribuidas. Hasta allí nos condujeron. El ánimo del triste cortejo se trocó en sorpresa, luego en incertidumbre, y, al ver que todos esos manjares nos estaban destinados, en explosión de alegría".

Han pasado años, muchos años, han pasado cosas, muchas cosas, como diría Estellés. Y tanto, setenta y un años, y mira por dónde por motivos familiares he ido al Algerie, al Orania, a Mostaganem... Y me he encontrado con la huella inmensa de los españoles, pero sobre todo de los valencianos sobre aquella tierra, tan cerca pero tan lejos, o al revés.

De Alicante a Orán hay más o menos la misma distancia que de Valencia a Palma de Mallorca, por esto mismo, el puerto de Alicante y el aeropuerto de l'Altet, son de hecho la gran puerta que une Argelia con Europa, y esto no es casual, así ha sido, para bien y para mal, desde tiempo inmemorial.

La relación valenciana con Argelia, y sobre todo con la Orania, viene de lejos. Dejando de lado -si es que esto se puede hacer- la colonización árabe y su permanencia a lo largo de casi 700 años en nuestro país, es a principios del siglo XVI cuando los españoles empiezan la ocupación de este territorio norteafricano, con el objetivo de eliminar el refugio de los corsarios musulmanes que asolan las costas peninsulares. En 1509, una expedición bajo el mando del Cardenal Cisneros y Pedro Navarro, ocupa Orán e inicia la fortificación militar de la zona, con la construcción del Castillo de Santa Cruz que domina estratégicamente el acceso por la mar.

Con la guerra de Sucesión, la Orania pasa a dominio de los turcos aunque Felipe V, en 1732 recupera militarmente los territorios que finalmente Carlos IV, en su deriva, pierde parte del "Imperio" en horas bajas y acaba vendiendo a finales del siglo XVIII la Orania a los turcos. Los franceses entran a Orán en 1831, con su proceso de colonización norteafricana que dará acta de nacimiento a la Argelia moderna, la cual se emancipará de la metrópoli y obtendrá su independencia tras una cruenta guerra de liberación iniciada en los años 50 del siglo XX y que se prolonga hasta marzo de 1962, mira por dónde, y concretamente, el 19 de marzo, día de Sant Josep, cuando se firman los denominados Acuerdos de Evian, y el fin de las hostilidades en el territorio argelino. Cosas del destino.

El siguiente paso es la independencia, y con ella la expulsión de casi todos los europeos. Miles de familias valencianas vuelven a Alicante mayoritariamente, o a Francia, tras haber perdido todo al abandonar la Argelia independiente por el miedo, bien fundamentado, de perder también la vida.

Los valencianos habíamos ido a la Orania, mayoritariamente, a oleadas. Podemos decir que los primeros emigrantes fueron, a mediados del siglo XVIII, para trabajar en la recogida y tratamiento del esparto y las viñas. Es una emigración de jornaleros, que huyen del hambre y la miseria del campo alicantino. Àngela Rosa Menagés, y Joan Lluís Monjo, a su libro Los valencianos de Argelia (Edicions del Bullent) hablan de los estereotipos y motes aplicados por los terratenientes franceses a los españoles a los que denominan despectivamente "escargots", porque traían toda su fortuna a las espaldas como los caracoles, o bien "etournaux (estorninos), pájaros de color oscuro, que hacen mucho ruido y son migradores".

A principios del siglo XX, hay otra oleada migratoria, dónde ya participan muchas mujeres jóvenes, para servir de criadas domésticas en las casas ricas de los franceses. En los años 20 ya hay un gran trasiego migratorio hacia Argelia, bien jornaleros hombres y mujeres, temporeros que van a la vendimia y después a hacer los trabajos de poda, así como de varios oficios muchos de los cuales se establecen por su cuenta: barquilleros, heladeros, panaderos, pasteleros, carniceros, ganaderos que vendían leche fresca, cantineros... En aquellos momentos, en Argelia un jornalero llega a ganar cinco veces más por su trabajo del que puede ganar en las comarcas de Alicante, con lo cual el fluido migratorio se intensifica.

Incluso, la fuerte presencia valenciana crea un modismo local de lenguaje conocido como el "patuet valenciano". "Es la denominación que recibe la manera de habla valenciana de los emigrantes en Argel. Al margen de ser un sistema lingüístico, el "patuet" es el resultado de un momento de la historia en que ha habido un contacto entre varias lenguas, sobre todo valenciano-francés, que ha ocasionado unos cambios lingüísticos, en cuanto al léxico, en cuanto a la gramática, en cuanto a la semántica y en cuanto a la fonética: esporádicamente aparecen nasalizaciones, o de pronunciación fricativa francesa de la g..." (Del libro Los valencianos de Argelia").

A primeros de los años treinta, vuelve a haber una oleada importante. Será la última antes de la guerra de España que produce otra, dramática, y en unos malos momentos, cuando ya se divisa la guerra en Europa, el desastre económico y el hambre que esto conlleva. A lo largo de febrero y marzo de 1939 se calcula que por medios marítimos y aeródromos entramos alrededor de 10.000 refugiados españoles en Argelia, en todo tipos de embarcaciones salidas de Gandia, Alicante, Valencia, Xàbia, Dénia... o en varios tipos de aeroplanos salidos desde cualquier aeródromo de lo queda de aquella España republicana: Valencia, Alicante, Elda, Requena, Chiva...

Desgraciadamente en el muelle de Alicante todavía quedan 15.000 personas, quizás 20.000, que no pueden salir y esperan un final trágico. Y todavía queda otra y triste gleva de emigrados. A partir de la década de los 40 van saliendo de las prisiones franquistas miles de republicanos represaliados, que además son desterrados de sus pueblos muchos de ellos, y de otros que acuden a las plazas por alquilarse como jornaleros, y no son aceptados por patrones y fuerzas vivas por su pasado republicano, por rojos.