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Emilio Attard nació en Valencia en 1915, fue un prestigioso jurista y tuvo un papel destacado durante la transición democrática como presidente de la comisión del Congreso de los Diputados encargada de redactar la Constitución de 1978. Joe Attard, por su parte, es un histórico del Partido Laborista de Malta y es alcalde de Zejtún, un pueblo de unos 13.000 habitantes situado en el sur de esta pequeña isla del Mediterráneo. Así pues, Emilio y Joe se parecen -mejor, se parecían, pues el primero murió en 1997-, en su dedicación a la política y en su apellido Attard.

Pero es posible que exista algún vínculo más. Es posible, e incluso probable, que un tatarabuelo de Joe fuese hermano o primo o sobrino de un antepasado de Emilio (o al revés), y que mientras el primer tatarabuelo se quedó en el archipiélago recogiendo algodón, el segundo emprendió la aventura de buscar la riqueza fuera de la isla y se instaló en el Reino de Valencia.

El antepasado de Emilio no fue el único. Desde Malta, bordeando Italia, Francia y España, vinieron los Attard, los Caruana, los Camilleri, los Mifsud, los Muscat, los Zammit, los Sicluna o los Busutil. Apellidos que aún hoy en día uno puede encontrarse, en mayor o menor número, en una guía de teléfonos de la Comunitat Valenciana. Eran mercaderes, sobre todo de tejidos, y dejaron a sus esposas en Malta para instalarse en Valencia, Alicante, Xàtiva, Orihuela, Castelló, Alzira, Sagunt, Novelda, Aspe, Elx, Cullera, Sueca, Llíria o Gandia.

Algunos regresaron para morir en el pueblo que les vio nacer, otros trajeron aquí a sus familias cuando consolidaron sus negocios, pero la mayoría no pudieron volver a ver los imponentes muros de La Valletta una vez que franceses e ingleses cortaron cualquier vínculo de la isla con la península.

Con los años dejaron de ser malteses para ser valencianos en toda regla y algunos de sus hijos, como Peregrín y José Caruana, lograron medrar hasta formar parte de la alta burguesía del Cap i Casal. Aunque pasados los años el recuerdo de esos orígenes se fue perdiendo, el siglo XXI ha traído un intento de recuperación de ese pasado común con la fundación en Valencia de la Asociación de Amigos de Malta, formada por valencianos cuyos apellidos son los mismos que los de aquellos mercaderes de algodón.

Porque el algodón es fundamental en esta historia. Joe Attard comentaba hace unos días a Levante-EMV que su pueblo, Zejtun (se pronuncia algo parecido a ceitún), recibe su nombre de la "aceituna", cuya producción fue durante siglos el principal negocio del lugar. Pero a partir de la dominación árabe, los olivos fueron dando paso a las algodoneras, que acabaron convirtiéndose en un monocultivo en toda la isla.

Mientras, la población de Malta fue creciendo hasta convertirse en el siglo XVII en lo que sigue siendo ahora: el país con mayor densidad de población de Europa. Y sus muchos habitantes cada vez se llevaban peor con los caballeros de la Orden de San Juan, extranjeros todos ellos, que gobernaban el lugar como señores feudales. Así que en el siglo XVIII no fueron pocos los malteses que -agobiados por la falta de alimentos y por el poder de los monjes- decidieron salir del país en busca de un futuro mejor.

El algodón fue el motor de este éxodo que encontró en el Reino de Valencia uno de sus destinos de referencia. Un censo de 1772 contabilizaba la existencia 201 malteses en las ciudades y pueblos valencianos, la mayoría de los cuales procedía de las ciudades de Senglea, Cospicua, Zejtun o Ghaxaq.

Una de las principales razones para instalarse en Valencia fue su relativa permeabilidad para acoger a nuevos comerciantes, sobre todo en comparación con otro gran puerto de la Corona de Aragón, Barcelona, donde la fuerte burguesía autóctona apenas permitía a los intrusos. "Aquí se encontraban a gusto -explica Ricard Sicluna, presidente de la asociación de Amigos de Malta-. Eran muy cristianos, muy aficionados a la pólvora y a la música". Hoy en día en Malta hay 365 iglesias, cerca de un millar de trabajadores en el negocio de los fuegos artificiales y hay pocos pueblos que no tengan dos sociedades musicales enfrentadas entre sí.

Valencia era, además, una ciudad con una larga tradición en prostíbulos, algo que venía muy bien para el desahogo del comerciante en tierra extraña que había dejado a su mujer en una islita a más de 1.200 kilómetros y un mar de por medio. Según el profesor de la Universidad de Malta, Carmel Vassallo, existen varios documentos referentes a un proceso de calumnia sobre relaciones amorosas y de la afición de los solteros malteses a los burdeles españoles.

La mayoría de estos emigrantes llegados a la ciudad se establecían en una misma calle que pasó a llamarse carrer dels Maltesos -que actualmente estaría junto a la plaza de la Mercé-, como antes hubo un Carrer dels Genovesos, dels Mallorquins o dels Serrans. Además, estaban agrupados en una cofradía y mantenían una capilla dedicada a Nuestra Señora de Gracia en el convento de San Agustín.

También en Xàtiva, el segundo gran punto de afluencia maltesa en el Regne de València, tenían su propia calle, el Carrer Camí. En la actualidad, muchos de los apellidos de aquellos primeros malteses se pueden encontrar en la capital de la Costera y en pueblos de comarcas cercanas como l'Olleria, Enguera o Tavernes. Conocido es, por ejemplo, el caso del beato Vicente Sicluna, nacido en Navarrés y fusilado en 1936, que fue nombrado recientemente por la Archidiócesis de Malta patrono de los emigrantes malteses, dado que su abuelo paterno Félix Sicluna Fenech nació en Ghaxaq en 1775.

Hoy en día es difícil saber cuántos de los actuales habitantes de la Comunitat descienden de forma más o menos directa de aquellos malteses que se hicieron valencianos. Pero, de manera quizá no muy científica pero sí orientativa, podemos hacernos una idea.

A partir de fuentes como los documentos del Gremio de Mercaderes, los archivos municipales y parroquiales de Xàtiva y datos propios, la Asociación de Amigos de Malta ha recogido los apellidos de los malteses instalados en el siglo XVIII y XIX en el Reino de Valencia. Apartando de la lista los apellidos cuyo origen exclusivamente maltés es más incierto -Barbera, De Juán o Espósito- el Instituto Nacional de Estadística nos indica que en 2009 había unas 8.200 personas con esos mismos apellidos en la Comunitat Valenciana. Aquí no es que sea una cifra muy alta, pero si algún día a estos valencianos les diese por volver a la tierra de sus antepasados de origen, podrían fundar en la pequeña isla mediterránea una ciudad de lo más aparente.