Hasta que el pasado 24 de mayo culminó el acuerdo de "fusión fría" entre Caja Mediterráneo (CAM) y sus tres socios de Asturias, Cantabria y Extremadura, la entidad alicantina era uno de los principales actores del baile de integraciones puesto en marcha por el Banco de España para aligerar la sobredimensión del sector. De hecho, la primera opción de integración se planteó con Caja Madrid, un posible acuerdo que era muy bien visto por el organismo supervisor, y en el que también entraba en una primera instancia Caixa Galicia. Tres territorios complementarios y gobernados por el mismo partido, llamados a convertirse en el mascarón de proa y ejemplo interterritorial de la fusión de cajas para que el sector adelgace de 45 entidades a menos de la mitad.

Primeros contactos

Los primeros contactos con la entidad presidida por Rodrigo Rato se remontan a finales del año pasado, pero la operación a tres bandas comenzó a tambalearse cuando el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, apostó por "casar" a la coruñesa Caixa Galicia con la viguesa Caixanova. Con el rechazo de los sindicatos y de buena parte del consejo de la entidad alicantina por el temor a una absorción en toda regla, la CAM y Caja Madrid siguieron conversando, pero la negociación se fue al traste cuando el Consell decidió impulsar una integración entre las cajas de la Comunidad para no perder la sede central y operativa de la entidad presidida por Modesto Crespo.

Generalitat

Fue en el mes de noviembre cuando el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, ordenó a Crespo, al presidente de Bancaja José Luis Olivas y al de Caixa Ontinyent Rafael Soriano que estudiaran la posibilidad de una fusión autóctona. Finalmente, la operación volvió a encallar, desaconsejada por los informes sobre solapamiento y costes sociales y por el rechazo de Alicante. Ni Bancaja ni Caja Madrid se convirtieron en socios de Caja Mediterráneo, pero no por ello cedió la presión del Banco de España con la fecha del 30 de junio en el horizonte límite para recibir las ayudas del Fondo de Reordenación Bancaria (FROB) y la intervención de Cajasur como amenaza.

La Caja del Mediterráneo abrió negociaciones con Cajamurcia y hasta con la vizcaína BBK, pero las pretensiones de ambas hicieron desistir a la entidad alicantina, que optó por el SIP con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura para crear el tercer grupo en este sector.