Rodrigo Rato Figaredo (Madrid, 1949) tiene, al contrario que Olivas, pedigrí financiero. Es rico de cuna. Su padre, el empresario Ramón Rato, quiso que tras licenciarse en Derecho por la Complutense de Madrid en 1971, cursara un máster en Administración de Empresas en Berkeley, en el 74. Con todo, tardó más de veinte años en usar traje a medida. Hasta que Zaplana lo condujo al sastre Antonio Puebla, quien colgó en el espejo las fotos de tan insignes clientes.

Rodrigo no quiso hacerse cargo de los numerosos negocios de la familia y prefirió entrar en Alianza Popular, de la mano de Manuel Fraga, amigo de don Ramón, quien hacia sus donativos a AP, según cuenta Luis Herrero en El poder popular. Diputado cunero por Cádiz (1982), pronto brilló. Tanto que en el 84 pasó a ocupar una de las dos secretarías adjuntas del partido. La otra fue para un tal José María Aznar. Le dieron la batuta en la comisión de economía y fue cultivando relaciones con los gurús económicos del partido (Abel Matutes, Pedro Swartz o Cristóbal Montoro) y la todopoderosa CEOE. Su bautismo de solvencia fue el discurso en el debate de presupuestos de 1988. El desembarco del PP en la Moncloa, tras las elecciones de marzo de 1996, convirtió a Rato en vicepresidente y ministro de Economía, plaza desde la que labró prestigio internacional con sus participaciones en las juntas de gobernadores de bancos centrales del FMI o del Banco Mundial o, después, en las reuniones de ministros de Economía de la UE. Era el 2002 y España presidía la UE en tiempos de vino y rosas.

Su gestión se vio empañada en 2001 por el escándalo Gescartera y las cuentas opacas del HSBC. En 2003, Aznar ungió a Rajoy como sucesor y fue como abrirle la puerta de una patada para que se tomara una excedencia vitalicia en el PP. El 7 de junio de 2004 asumió sus funciones de director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), puesto que dejó por razones personales el 28 de junio de 2007.

El descando del líder popular

Ese día, empezaron las pesadillas de un Rajoy que, en constante interinidad al frente del PP, siempre tuvo la amenaza del regreso de Rato. Los resultados electorales en Galicia y el País Vasco le renovaron el contrato al líder popular, pero éste no descansó hasta que ganó, con el alcalde Gallardón, un pulso a Esperanza Aguirre. Tras año y medio de tensiones, el pasado 28 de enero, Rato fue nombrado presidente de Caja Madrid. Con la misión histórica de diseñar la supercaja que revolucione el panorama financiero.