En tan solo 170 kilómetros, que es la distancia que separa dos ecosistemas tan similares como la Albufera y el Delta del Ebro, se puede pasar de riesgo cero a riesgo alto de desarrollar un caso de paludismo. La explicación está en el aire y apunta claramente a la existencia o no del vector que transmite esta enfermedad: el mosquito anopheles, que en este caso y tratándose de una ribera mediterránea pertenece a la familia atroparvus.

La destructora mano del nombre en el ecosistema valenciano ha logrado que el vector se aleje y migre a una zona de mejor acogida como es el Delta del Ebro donde un equipo de la Unidad de Parasitología de la Facultad de Farmacia que dirige la doctora María Dolores Bargues logró capturar en un año hasta 10.000 ejemplares, "siendo la especie de mosquito dominante".

Esta aseveración viene avalada por un exhaustivo trabajo de investigación que se ha prolongado durante un lustro y que forma parte del macroproyecto EDEN que ha contado con una financiación de 11,5 millones de la Comisión Europea.

La investigación evalúa y analiza científicamente los efectos que el cambio global y el cambio climático tienen en la evolución de las enfermedades infecciosas en Europa. De 400 patologías, se estudiaron seis: el paludismo o malaria, la leismaniasis, el virus del Nilo, la virosis ocasionadas por las garrapatas, las que trasmiten los roedores y la fiebre del Valle del Rift.

En el proyecto han participado 48 centros especializados de 21 países europeos y tres africanos: Senegal, Marruecos y Argelia. Cinco de las 48 instituciones son españolas.

El estudio de la posible reintroducción de la malaria ha estado a cargo del equipo de Parasitología que dirige la doctora Bargues que durante cinco años ha realizado un minucioso trabajo con todo tipo de técnicas: desde biología molecular y análisis genético a modelos matemáticos y teledetección por satélites espaciales.

Los resultados indican que en la Albufera no hay la mas mínima posibilidad de reintroducción de la malaria, al no existir mosquitos anopheles que puedan trasmitir el parásito plasmodium, que es el parásito que ocasiona la enfermedad.

La noticia tiene su cara oculta y es que la alteración del ecosistema, la acción del hombre ya sea a través del cemento, el cambio del tipo de cultivo (de arrozales a naranjos u hortalizas) y la industrialización han erradicado para siempre el vector hembra del Anopheles atroparvus que ha emprendido el vuelo hacia el Delta del Ebro, donde se ha asentado a sus anchas. Allí lo tiene todo a su favo, se cultiva en latifundios, la acción del hombre no ha sido tan devastadora y hay granjas der animales, que son los auténticos supermercados de sangre para estas mosquitas que pican cuando están embarazadas.

El riesgo de sufrir paludismo en las proximidades de este ecosistema es alto en julio y agosto para los turistas (se protegen menos), aunque solo por un tipo de parásito: el plasmodium vivax.

No obstante, el catedrático de Parasitología y asesor de la OMS, Santiago Más Coma, agregó que la eficacia del sistema sanitario detectará el caso y lo aislará.