Teresa Gisbert es la fiscal jefe Provincial de Valencia desde 2008. Nieta de un alcalde de la ciudad republicano, no duda en sacar el espíritu guerrero de su familia siempre que es necesario.

¿Cómo valora el tiempo que lleva como fiscal jefa provincial?

De entrada siempre iniciar una tarea así es difícil. Lo valoro bien, la verdad es que al principio el período de adaptación siempre es difícil, aunque yo partía con una Fiscalía que está muy bien organizada y que funcionaba bien. Lo más importante, lo que más me ha absorbido el tiempo es la falta de medios materiales, la falta de funcionarios, la falta de plazas de aparcamiento, luego vino la reducción de taxis, etcétera.

¿Y pasado ese tiempo?

Está funcionando muy bien el tema de conformidades con el Colegio de Abogados, estamos haciendo un protocolo para la atención de las víctimas, tenemos un proyecto para hacer mediación en el ámbito penal y civil, se han creado diversas secciones y se ha potenciado las de Siniestralidad Laboral,Medio Ambiente, Urbanismo o Anticorrupción.

La Fiscalía está en el punto de mira de un partido político determinado. ¿Cómo le sienta eso como fiscal?

Me duele porque como fiscal jefa provincial de Valencia y de los fiscales de Valencia, la Fiscalía actúa exclusivamente al servicio de la legalidad y de la imparcialidad. No es cierto lo que dicen. Nosotros recibimos muchísimas denuncias de todo signo y actuamos exactamente igual sea quien sea cuando hay motivos para abrir unas diligencias.

¿Y cómo repercute eso?

A mí eso me preocupa porque aunque en parte va en el cargo, últimamente las acusaciones son cada vez más graves y más directas, pero creo que el mayor perjuicio nos lo causamos todos, porque eso lo que crea es un fondo de opinión en la ciudadanía que puede dudar de que algo de eso sea cierto, y eso crea una desconfianza en el sistema que no es bueno para nadie. Se tendrían que medir mucho las palabras antes de hablar porque, más que acusaciones son comentarios que dejan caer pero sin decir exactamente, porque si se dijera no habría más que actuar legalmente, pero no se hace. Se dejan caer comentarios, que creo además que es una mala táctica de defensa, porque si uno tiene que probar lo contrario de lo que se le está diciendo, que se ponga a probar y que utilice los medios legales y legítimos del procedimiento. Hace daño a la sociedad y hace daño a los ciudadanos porque puede llegar a crear una desconfianza hacia la Justicia que la Justicia no se merece. Y menos los fiscales.

¿Cree que está politizada la Justicia?

Lo que hay que distinguir siempre son las responsabilidades penales y las responsabilidades políticas. Si a veces se asumieran las responsabilidades políticas quedaría mucho más limpio el campo para exigir responsabilidades penales si hay que hacerlo.

¿A qué se refiere?

Cuando no se asumen las responsabilidades políticas y todo se mezcla en un totum revolutum es muy difícil, y eso lleva no a politizar, pero sí a un poco a enfangar lo que es el campo penal y un procedimiento para la persecución de la comisión de un delito. Habría que asumir más responsabilidades políticas, quien tenga que asumirlas, y que cuando se lleve un procedimiento penal, lo que se tenga que investigar sean los hechos, pero no mezclado con consideraciones políticas que deben ser siempre ajenas al funcionamiento de la Justicia.

Cada vez hay agresores más jóvenes ¿a qué se debe?

Lleva desde hace muchos años en una creciente, tanto en cuanto al número de menores que todavía no han cumplido 14 años que cometen hechos delictivos, como en la violencia de género, con chicas víctimas jóvenes y agresores jóvenes, lo cual demuestra que toda la parte educativa, de prevención, no la debemos estar haciendo muy bien.

¿Qué se puede hacer?

Sigo manteniendo que la Ley del Menor no hay que endurecerla, porque creo que es bastante dura y funciona, pero sí que tiene un fallo y es que todavía se sigue manteniendo la edad en los 14 años. Debería bajarse a los doce, que posiblemente el 80 por ciento de los hechos cometidos por un menor de 14 años el fiscal los archivaría de plano, pero cada vez más tenemos menores que cometen hechos graves con 12 y 13 años, y que requieren una respuesta educativa y no sólo de protección.

«No hay que reglamentar la prostitución porque eso favorece el negocio»

¿Por qué quiere prohibir la prostitución?

Yo no quiero prohibir la prostitución. Mi deseo sería llegar a tener una sociedad donde no existiera prostitución. Considero que la prostitución es una forma de esclavitud, es un atentado a la dignidad de las mujeres, es un atentado a los derecho humanos y, por lo tanto, una sociedad que nos llamamos democrática y de derecho no puede consentir esos atentados y esas formas de esclavitud y de violencia sobre la mujer que supone la prostitución.

¿Entonces?

Yo no digo prohibir la prostitución como prohibir. Lo que quiero es que a la larga tengamos una sociedad educada en unos valores de igualdad que le repugne el hecho de que una mujer venda su cuerpo por un dinero. Lo que me molesta mucho es el hecho de que siempre que se habla de prostitución las que molestan son las prostitutas y siempre nos olvidamos de los clientes. Hay prostitución porque hay clientes, y la mayoría de ellos son buenos padres de familia que consideran normal utilizar como objeto a la mujer.

¿Y qué se puede hacer entonces?

No hay que reglamentar la prostitución porque eso lo que hace es favorecer el negocio y blanquear el dinero de los proxenetas. Segundo, con la Ley de Violencia de Género, las medidas siempre han de ser centradas en la prevención y, por lo tanto, educativas y, tercero, si consideramos que es un atentado y una esclavitud, pues que los clientes que lo hacen tengan un precio. Yo no quiero meter a nadie en la cárcel porque la cárcel es exclusivamente para los que lo requieren porque así lo marca la Ley, pero sí que tiene que haber un planteamiento en la sociedad donde la prostitución no es un modo de vida, de que responde a una situación de mujeres tratadas, ilegales, traídas engañadas, en situación de exclusión social, sin medios y sin otra forma de mantenerse. La mayoría son extranjeras engañadas y muchas menores de edad, que los clientes lo saben perfectamente y les da exactamente lo mismo.