Carmen Rodríguez se siente hundida, culpable. Sentada en un sillón de su apartamento de La Laguna acaricia la barriga de su hija, Yurema, que en pocos días la convertirá en abuela. Por un momento sonríe, pero luego deja paso a los reproches y se recrimina otra vez no haber tenido coraje, en 41 años, para visitar la tumba de su hijo. "De pensarlo, me entraban escalofríos", confiesa. Hace un mes, su pasado volvió a escribirse. Acudió al cementerio y descubrió con horror que su pequeño Jesús nunca fue enterrado.

En el verano de 1968, esta mujer lagunera y su marido se trasladaron por motivos laborales a La Línea (Cádiz). Ella estaba embarazada de su segundo hijo. Todo iba bien hasta que pocos días antes de dar a luz comenzó a sentirse mal y recurrió a su ginecólogo en la clínica Inmaculada. "Me dijo que veía una sombra que no le gustaba y me mandó a casa". El 14 de noviembre comenzó a tener contracciones. Tras un parto rápido y sin complicaciones nació un bebé de 4 kilos, moreno y robusto. Pero la matrona le comunicó que estaba muerto.

"Yo no lo oí llorar. Me lo mostraron vestido con el ajuar que le había llevado y me fijé que tenía una yaga en el cachete izquierdo. Todo fue tan rápido que me quedé bloqueada", confiesa entre sollozos. Tenía 24 años y, al igual que su marido, se sentía desolada y confundida. En la clínica les propusieron encargarse de todo. Aceptaron agradecidos el ofrecimiento. Pocos días después, Carmen fue dada de alta de la Inmaculada. Nunca le entregaron ningún papel que certificara la defunción o sepultura de su hijo.

El mes pasado, el programa Espejo Público, de Antena 3, desveló un caso idéntico al suyo. Las hermanas Flor y Cristina Carrasco contaron que su madre había tenido mellizos en 1967, en la misma clínica y con el mismo médico que Carmen. A ella también le dijeron que los bebés habían muerto al nacer y se negaron a mostrárselos. Con mucha insistencia, la abuela de los Carrasco pudo ver uno de los cadáveres. Le llamó la atención que el cuerpo pareciera excesivamente robusto y que tuviera una yaga en el cachete izquierdo. Aquel no era su nieto. Le hicieron incluso una foto. Cuando se le mostró a Carmen Rodríguez durante la entrevista para este reportaje, no dudó un instante: "Ése es mi Jesús". Encima, acababa de enterarse de que esa imagen había sido tomada precisamente un año antes de su parto. "No me lo puedo creer".

Yurema vio un programa en Antena 3, en el que se contaban la historia de las hermanas Carrasco,. y convenció a su madre, que en ese momento estaba en Cádiz, para que se armara de valor y acudiera al cementerio de San José, en La Línea. "Me atendió un funcionario vestido de gris" que le confirmó que no había ningún Rodríguez en todo el mes de noviembre del 68 y que por el nombre completo tampoco constaba nadie ese año. "Fue terrible. Sólo atiné a llamar a mi hija y decirle que el niño no estaba allí".

El parto que nunca existió

Cuando se repuso, Carmen acudió al Archivo Histórico de La Línea y comprobó que en los registros de la clínica no había ni rastro de su maternidad. Estupefacta, comprobó que "oficialmente, no había parido". También fue al Registro Civil y todavía está a la espera de que le confirmen si el suceso se notificó como un aborto.

En las investigaciones de Cádiz hay muchos puntos en común con lo que sucedió en la clínica San Ramón de Madrid. En ese centro sanitario, y en muchos más de toda España, se robaban bebés para darlos en adopción de forma ilegal. A las madres las sedaban durante el parto y cuando despertaban, les mentían diciendo que sus hijos habían muerto y les mostraban cadáveres que guardaban en el congelador. En manos de monjas y médicos de prestigio, el contrabando de bebés se puso en marcha principalmente con madres solteras y en situación de marginalidad.

En los diez casos que se han sabido hasta ahora, el patrón de familia es el mismo: matrimonios humildes, que habían emigrado de otras regiones de España y no tenían un soporte familiar o social en la ciudad. Todos los casos de La Línea se dieron en hospitales y clínicas en las que trabajaban los mismos ginecólogos. Uno de ellos ya falleció y el otro ha negado que trabajara en esos centros.

Carmen lo ha pasado mal durante las últimas semanas. "Pero ahora tengo una pequeña ilusión: ¿Y si estuviera vivo?", se pregunta queriendo imaginar a su hijo convertido en hombre con una vida feliz, aunque sea lejos de la familia que tanto lloró por él. Lucha por mantener la calma y disfrutar de la alegría que siente por el inminente nacimiento de su nieta Lucía. "La pequeña me dará mucha vida", afirma y añade: "También me dará la oportunidad de abrazarla tantas veces como hubiera querido hacer con mi pequeño".

Mujeres huérfanas

de sus hijos

El relato de Carmen Rodríguez es muy parecido al de otras madres que pasaron por el doble drama de perder un hijo y descubrir que no había muerto, sino que había sido robado. Uno de los casos que más repercusión tuvo fue el de la poetisa palmera Elsa López, que el año pasado reveló que llevaba 28 años buscando a su hija. En 1981 López dio a luz en la Clínica San Ramón de Madrid. Durante el parto fue anestesiada y cuando despertó le dijeron que su hija había muerto al nacer. Algo instintivo le hizo dudar. Le decían que todo se debía a su depresión y que no asumía lo que había pasado. Cinco meses más tarde, el director médico del centro era detenido acusado de tráfico de bebés. Los archivos fueron quemados antes de la intervención policial, sin dejar ninguna pista sobre el destino de los niños dados en adopción. López confía en que un día su hija sepa que es adoptada y comience a buscarla. Mientras tanto, vive con el estigma. L. D. La laguna (tenerife)