¿Cómo ha recibido su nombramiento?

Hace 15 días, el nuncio me convocó a Madrid porque tenía una carta de su Santidad el Papa en la que me nombraba obispo de Palencia. Para mí fue realmente una sorpresa, porque yo aquí estaba muy a gusto con don Carlos…

Pero casi diez años como obispo auxiliar en Valencia eran muchos años de auxiliar…

Mire, yo he experimentado dos sentimientos distintos. Por un lado, tristeza por dejar Valencia porque soy valenciano y aquí tengo mis amigos, mi familia y un arzobispo con el que me siento muy identificado. Pero también siento alegría porque se me encomienda una nueva misión que agradezco por la confianza depositada. Son dos sentimientos encontrados. Alegría por la misión y tristeza porque aquí dejo tres cuartas partes de mi vida.

¿Qué tres recuerdos se llevará de su estancia en Valencia?

La Facultad de Teología, donde he sido profesor 20 años de Filosofía de la Religión. El Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas, del que he sido director hasta ahora con mil alumnos y 30 sedes. Y por último, estos diez años como obispo en los que he tenido una relación muy cordial con los sacerdotes y los seglares. Me he sentido muy querido.

Su misión organizativa de la visita del Papa a Valencia también forma parte de su legado…

Sí, fue un momento importante de mi vida y me quedé satisfecho porque salió bien.

Usted entró de obispo auxiliar con García-Gasco y se marcha con Osoro como arzobispo. ¿Qué recuerdo guarda de ambos?

A don Agustín lo recuerdo por sus grandes proyectos, especialmente la Universidad Católica, una gran empresa a la que se lanzó con mucha valentía porque no tenía el éxito asegurado. Le admiro por esa valentía. De don Carlos he apreciado mucho su cercanía con la gente y su afán por renovar la diócesis y por darle una espiritualidad y un dinamismo nuevo. De los dos he aprendido mucho.

¿Son tan diferentes entre sí como los pintan?

Todas las persona somos distintas. Don Carlos y don Agustín tienen dos talantes y dos maneras de ser distintas. El primero, más abierto. El segundo, más serio y retraído. Pero los dos han tenido en mí una gran influencia. Hoy he hablado con Agustín, muy cordialmente, y con don Carlos, al que le ha faltado un pelín para llorar.

En clave interna, la diócesis de Valencia pasa en poco tiempo de tener tres obispos auxiliares a sólo uno. ¿Es suficiente?

No. Es una situación muy difícil. ¡Aquí, un obispo auxiliar solo se va a morir…! En Valencia hay trabajo para tres prelados auxiliares o más. Pienso que Carlos Osoro pedirá un nuevo obispo con rapidez.

¿Ni su hiperactividad podrá suplir este recorte?

No, en absoluto. Valencia es muy grande. De Sinarcas a Xàbia o a Cocentaina hay mucha distancia, mucha gente y mucha actividad.

Respecto a la sede episcopal que le han confiado, ¿cómo valora el destino y qué impronta quiere dejar?

Para mí es una tierra desconocida. Mi padre era de la provincia de Zamora, pero yo nunca he estado en Palencia. ¿Qué voy a encontrarme allí? La verdad, no lo sé. Ahora bien, como obispo tendré dos preferencias: los jóvenes y la cuestión social. Me preocupan mucho los parados, los marginados y los enfermos. Y le daré un detalle: mi primer encuentro será con los enfermos en la peregrinación de Palencia a Lourdes antes de mi toma de posesión [29 de agosto]. Quiero que esto marque mi estilo. Luego no sé si lo conseguiré, pero la crisis es una emergencia social, una situación muy grave.

Su predecesor en la diócesis de Palencia afirmó en un polémico sermón: «No hay otro camino de liberación para las personas homosexuales que la lucha por corregir sus propias tendencias desviadas». ¿Suscribe la frase?

Yo no quiero juzgar nada… Pero sobre la problemática de la homosexualidad tengo dos principios fundamentales. Primero, todo homosexual es una persona y, por tanto, digna de respeto. Y segundo, el matrimonio heterosexual es la forma de familia creada por Dios. Los dos principios son importantes. Y el respeto a la persona, fundamental.

Entiendo que no suscribiría esa frase…

Prefiero no juzgarla porque no la conozco en su contexto.

Esta semana, el cura valenciano Honori Pascual, que no pudo oficiar la misa por las víctimas del metro en la catedral de Valencia, acusaba a la Iglesia de arrastrar «inercias del nacionalcatolicismo» y de no renunciar al poder. ¿Comparte esa idea?

No pienso eso, no. Respeto a Honori porque es compañero mío al que aprecio, pero no comparto sus palabras. No hay nada de nacionalcatolicismo y el poder político no nos interesa en absoluto. Don Carlos ha dado suficientes pruebas de equidistancia política y yo pienso seguir la misma tónica. La Iglesia no tiene que unirse a ningún poder político; ni debe ni puede. Otra cosa es que intervenga en cuestiones de moral.

Doce obispos valencianos por España

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El nombramiento de Esteban Escudero como obispo número 100 de Palencia aumenta el peso eclesiástico de los valencianos. De las 70 diócesis en las que se divide España, 12 sedes episcopales están dirigidas por obispos valencianos. Ninguno de ellos, curiosamente, desempeña su cargo en la Comunitat Valenciana. La mayoría, eso sí, está cerca del Mediterráneo. En la provincia valentina, Salvador Giménez es obispo de Menorca, Vicente Juan preside la sede de Ibiza, y Jesús Murgui es obispo de Mallorca. Las tres diócesis baleares, pues, copadas por valencianos. En Cataluña, Agustín Cortés es obispo de Sant Feliu de Llobregat; y Javier Salinas ocupa la sede de Tortosa. Además, José Vilaplana es obispo de Huelva; Santiago García es el prelado de Mérida-Badajoz; Francisco Gil Hellín es obispo de Burgos; Juan Antonio Reig Pla dirige la sede de Alcalá de Henares; Jesús Català es obispo de Málaga; y la diócesis de Lleida está dirigida por Juan Piris. Como bromea Escudero, los obispos valencianos «ya forman un grupo parlamentario propio» en la Conferencia Episcopal.