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­Cada año, 60.000 animales son maltratados, y la mayoría después sacrificados, en España durante las fiestas populares, según la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales. Decapitar aves o incluso ardillas, matar conejos a pedradas, lanzar gansos o cabras desde un campanario, acosar a pollos y patos en el mar, lancear toros o acribillarlos a dardos, embolarlos o incitarlos a que se lancen al mar... Estas prácticas que realizan muchos pueblos en nombre de la tradición se debaten hoy en Valencia dentro de las IV jornadas sobre los nuevos derechos de los animales que organiza el Instituto de Derechos Humanos (IDH) de la Universitat. La radiografía de ese maltrato animal en las fiestas populares en España la hará Encarnación La Spina, doctora en Derecho e investigadora del IDH.

¿Es una herencia cultural razonable seguir maltratando a los animales en las fiestas?

No tiene porque ser así. Debemos valorar con espíritu crítico esta herencia cultural, interrogarnos por qué las tradiciones deben seguir siendo así. Habría que, por lo menos, cuestionarnos abiertamente si es admisible perseverar en ellas o bien criticarlas y proponer alternativas que sean más respetuosas con los animales.

Pero, son muchos los que niegan que haya maltrato...

Ese es un debate recurrente que ya se dio, por ejemplo, cuando se votó en el Congreso y en el Senado la orden de 2006 que restringe la declaración de Fiesta de Interés Nacional a aquellas tradiciones populares en las que no se maltraten animales. Hubo diputados que votaron en contra porque defendían que dicho maltrato era opinable. Sin embargo, hay jurisprudencia reciente, como una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid sobre el toro embolado que señala que, con independencia de que se pruebe o no que el animal haya sufrido daños físicos, si que hay un maltrato anímico y psicológico demostrado por informes veterinarios, y, por tanto, la prohibición no decae.

¿Cómo definiría la escala de violencia festiva que se aplica a los animales en las fiestas?

Es realmente abrumadora, la violencia festiva contra los animales parece inagotable. Todas esas fiestas tienen un «leitmotiv»: que el ocio lo justifica todo. El exceso de la violencia festiva, si no se controla, lleva a veces incluso a sacrificar el animal. Hay que romper el estereotipo de que maltratar a un animal es una diversión. La tradición no debe ser un compartimento estanco. Hacer algo porque siempre ha sido así no justifica que se mantenga la crueldad de ciertas prácticas. Sorprende que las generaciones jóvenes no se cuestionen determinadas tradiciones en las que el maltrato que sufren los animales no es opinable.

¿A favor de ese continuismo juega que no haya mucha consciencia de que los animales tengan derechos?

Ese es otro aspecto importante. Todas estas tradiciones lo que intentan es enfatizar la dominación del hombre sobre el animal, al que se considera un ser inferior. Y además de esta concepción antropocéntrica, encima los ponemos en una situación artificial de inferioridad, pues obviamente los situamos en un entorno hostil que no es su hábitat natural.

El Consell quiere declarar Bien de Interés Cultural los bous al carrer ¿Eso sería legal?

Ahora con la orden estatal de 2006 no podría hacerlo, porque en la declaración de bien de interés turístico nacional se prohibe el maltrato animal, pero además, la ley de fiestas y espectáculos públicos de la Comunitat Valenciana, en su procedimiento para declarar una fiesta de interés cultural, excluye concretamente aquellas en las que se maltrata a los animales. El problema es que la normativa autonómica siempre que habla de ciertas prácticas tradicionales, como por ejemplo los bous a la mar, las convierte en excepción con respecto a todas las prohibiciones.

La producción de carne «calienta» la Tierra más que el transporte

La contribución de la ganadería al calentamiento global asciende al 18%, un porcentaje superior al del transporte. A nivel mundial, el consumo de agua del sector supera el 8% del consumo humano, en un planeta en el que más de mil millones de personas no tienen agua suficiente. Conclusión, el aumento del consumo de carne en las proporciones actuales, donde sólo en China se ha disparado un 85% en seis años, no es sostenible para el planeta. Así lo destacó ayer Raquel Vañó, investigadora del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València (IDH), en el arranque de las «IV Jornadas sobre los nuevos derechos de los animales» en las que participan más de 100 investigadores. Vañó analizó los costes ambientales de la «revolución de la ganadería». La contribución de la ganadería al calentamiento global (18%) viene motivada, según Vañó, por el aporte de un 9% del total de las emisiones de CO2 (procesos respiratorios y conversión de bosques en pastos), de un 37% de las emisiones de metano (procesos digestivos de los rumiantes) y un 65% de óxido nitroso (combustibles fósiles para producción de alimentación animal y elaboración y transporte de carne).