Observar al cielo es el punto de partida. Hace siglos que se miraba a las alturas, los expertos dicen que se trata de una técnica ancestral que se ha llevado a cabo algunos lugares de América y de España, y que, poco a poco, ha ido perdiendo popularidad. Pero, sea como sea, en el campo de Elche, los meteorólogos y los agricultores siguen manteniendo viva esta tradición, trasladada de padres a hijos que consiste en predecir el tiempo.

Son las cabañuelas, una vieja usanza que se practica cuando llega agosto. Desde el primer día del mes hasta el 24 de agosto, los aficionados a este método se fijan en el tiempo de cada una de las jornadas para predecir el comportamiento climático de los próximos doce meses del año. Con ello, ayer se puso fin a este antiguo método que presenta dos etapas, la primera de observación y la segunda de comprobación. De esta manera, según José Agulló, observador de Elche de la Agencia Estatal de Meteorología, las cabañuelas han predicho que el próximo otoño contará con temperaturas suaves, el invierno se caracterizará por ser muy lluvioso y frío. Además, la primavera será seca y para el año que viene el verano se retrasará, ya que los meses de junio y julio presentarán jornadas lluviosas y las temperaturas serán variables. Habrá que esperar, pues, a agosto para volver a sufrir un calor similar al de estos días.

Una técnica con tradición

Así, ha concluido una técnica que ha sido heredada generación tras generación y que, incluso, llega a variar en algunas familias ilicitanas, aunque se rige por unas pautas básicas. Según José Agulló, que ha querido dar continuidad a una tradición practicada por su padre durante décadas, la fase inicial arranca el 1 de agosto, con la que se puede predecir el tiempo que tendrá lugar en agosto del año que viene, y así, el día 2 corresponde al mes de septiembre hasta llegar al día 12 que equivaldría a julio de 2011. Tras finalizar el primer ciclo, desde el día 13 hasta el 24 se llevan a cabo las denominadas cabañuelas de retorno o "caniculares", con las que se termina de comprobar el comportamiento del cielo y elaborar un resumen de lo que acontecerá en cada uno de los meses del año. Así, finaliza un período de anotaciones, un período de augurios, que después de varios siglos, no ha demostrado tener validez, pero que en los tiempos que corren, todavía son muchos los que depositan su confianza.