Las dos hermanas, de 86 y 84 años, viven en la avenida Chile de Valencia. Hace unos días recibieron un homenaje en Soria y una de ellas, Encarnación Soto, sufrió un derrame cerebral del que se recupera en su casa. Las dos forman parte de la historia porque ya nadie nacerá en las ruinas de Numancia. Ellas son hijas de los penúltimos guardeses de las ruinas, el matrimonio formado por Basilia Lubias y Teodoro Soto. La pareja tuvo a sus ocho hijos en la casa que ocupaban en Numancia.

La ciudad cayó en el olvido durante dos milenios tras ser arrasada por los romanos en el siglo II antes de Cristo. Sin embargo, en la segunda mitad de siglo XIX el arqueólogo alemán Schulten intuyó que bajo unas tierras labradas con trigo, cebada y garbanzos debía estar la ciudad de Numancia. El arqueólogo inició una excavación y descubrió claros signos del paso del pueblo celtíbero y romano. En el yacimiento aparecieron todo tipo de utensilios de la época, monedas e incluso molinos de trigo. Ante el hallazgo, la Administración decidió contratar a una familia que vigilara las ruinas.

En 1919, los padres de Encarnación contrajeron matrimonio y desde entonces se convirtieron en los guardeses de las ruinas de Numancia a cambio de un salario mísero, que en 1959 era sólo de 12 pesetas diarias. La familia vivió en una casa cedida por el Estado que no tenía ni agua ni luz. Eran los únicos en Numancia.

El agua la recogían en Garray, un pueblo cercano, y la acarreaban con la ayuda de un burro. La luz la obtenían de ceras de vela y de la combustión de agua y carburo -un compuesto químico derivado del carbón-, que producía una llama a través de una boquilla.

Encarnación Portal, la hija de Encarna, recuerda las historias que le contaba su madre de la Guerra Civil. "El Ejército italiano montó una base en Numancia porque es un enclave estratégico. Estuvieron allí tres años. Ella y todos sus hermanos aprendieron italiano. Mi abuelo era muy de izquierdas, pero no tuvo otro remedio que convivir con las tropas de Mussolini".

La familia vivía completamente aislada del mundo exterior. "Años después consiguieron una radio, que era fundamental para ellos. La radio era el hilo de conexión con lo que pasaba fuera y al final llegaron los turistas", apunta Encarna.

Los hijos de los guardeses -los últimos numantinos- emigraron en los años cuarenta a Cataluña, Canarias y Valencia. Encarna se instaló en la capital del Turia en 1940 por recomendación de su hermana ya fallecida Claudina (los padres eligieron el nombre porque fue la última numantina que se suicidó tirándose al fuego). Encarna empezó a trabajar como asistenta y acabó como decoradora de vidrio en la empresa Momparler.

Asociación Tierra Quemada

La Asociación Tierra Quemada y el pueblo de Garray (un municipio 300 habitantes a 7 kilómetros de Soria) organizó este verano un homenaje a las dos únicas numantinas supervivientes. El acto se celebró el 31 de julio junto a la orilla del río Tera. Según la familia, "fue un día de grandes emociones". Encarna recuerda que visitaron las ruinas, y la casa donde nacieron y vivieron. "Hacía mucho calor. Mi madre sufrió el derrame por la tarde y estuvo muy mal. Ahora la estamos recuperando. Los numantinos son muy fuertes", sentencia.

4.000 celtíberos aguantaron 13 meses el ataque romano

Numancia fue sitiada por los romanos al mando de Escipión el Africano en el año 133 antes de Cristo. Sesenta mil soldados romanos necesitaron 13 meses para reducir a 4.000 celtíberos, que nunca se rindieron. Escipión el Africano ubicó 7 campamentos alrededor de la ciudad, impidiendo los movimientos de los numantinos, que no podían acceder a los víveres ni al agua del río. Los numantinos sobrevivieron con el agua de lluvia.

Al frente del pueblo celtíbero de Numancia estaba el caudillo lusitano Viriato. La mayoría de los habitantes se suicidó tras 13 meses de hambrunas, enfermedades y falta de víveres. Casi todos los numantinos decidieron suicidarse porque no querían convertirse en esclavos romanos. La ciudad desapareció bajo las llamas. Su heroicidad quedó en la tradición histórica y acuñó la expresión "resistencia numantina".