El presidente de la Generalitat y del PP de la Comunitat Valenciana, Francisco Camps, dedicó el 90 por ciento de su intervención en el acto de Teulada del pasado viernes a atacar al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien citó en múltiples ocasiones para responsabilizarlo de todos los males que acechan a España y a la Comunitat Valenciana. "Es -llegó a decir- la mayor tragedia de la historia". Durante todo su discurso no pronunció ni una sola vez el nombre del secretario general del PSPV, Jorge Alarte, con quien en teoría deberá batirse en las urnas en mayo de 2011.

Los populares valencianos han planteado las elecciones autonómicas como unas generales contra Zapatero, una estrategia que ya ensayaron hace cuatro año con la que Camps, ahora más que nunca, quiere evidenciar ante el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, que los votos que procedan de esta comunidad serán determinantes para su victoria electoral. De ahí que busque la rehabilitación de su imagen política en Madrid, en caída libre por el caso Gürtel, vía una aplastante victoria electoral. Además, los populares son conscientes de que la marca ZP resta más que suma en la Comunitat Valencia y que su discurso victimista encuentra un amplio eco social. Sin embargo, el ninguneo a Alarte no es solo una consecuencia de esta fijación por plantar cara a Zapatero. Camps y su equipo son conscientes de que uno de los puntos más débiles del líder socialista es su escaso nivel de popularidad y están decididos a que esta situación no cambie.

Para ello su arma más poderosa seguirá siendo la televisión pública valenciana para la que Alarte simplemente no existe. En dos años, se cansan de denunciar desde el PSPV, Canal 9 ha dedicado a Alarte poco más de quince minutos, entre los que incluyen la única entrevista que se le realizó en la Tertúlia de Notícies 9 y varias noticias sobre supuestas irregularidades en la gestión municipal cuando era alcalde de Alaquàs. TVV sólo informó de la denuncia del PP y silenció el archivo del caso.

Sólo hablaron sobre el síndic

Pero el ninguneo a Alarte no sólo responde a una estrategia política para hacerle invisible como alternativa . La relación institucional entre el jefe del Consell y el líder del PSPV es inexistente y mucho más enrarecida que la que mantiene Zapatero con el líder del PP, Mariano Rajoy. De hecho, sólo en dos ocasiones -hubo una tercera fallida- ambos han hablado de tú a tú. La primera vez, con luz y taquígrafos en enero de 2009, cuando el presidente Camps aceptó entrevistarse con el nuevo secretario general del PSPV. Fue la primera vez que se veían las caras. Ambos sabían el uno del otro por los medios de comunicación. Alarte y Camps volvieron a hablar en febrero de 2009 a instancias del primero para desbloquear la elección del síndic de Greuges, José Cholbi. Ese fue la segunda y hasta ahora la última comunicación directa entre ambos.

Camps ni siquiera atendió la llamada de Alarte cuando éste le llamó en varias ocasiones para trasladarle personalmente sus condolencias por el fallecimiento del conseller de Infraestructuras, José Ramón García Antón, en el agosto de 2009. Un par de meses después el PSPV llevó a los tribunales a Camps por el caso Gürtel. La querella socialista basada en el informe de la Brigada de Blanqueo de Capitales acabó por romper las ya tensas relaciones entre Blanqueries y el inquilino del Palau de la Generalitat. Alarte trató de repetir el bis a bis con Camps en Presidencia y le envió una carta en la que ponía encima de la mesa una serie de asuntos, entre ellos la crisis y el agua, para tratar. Pero el presidente ni si quiera ha respondido a la misiva.

En el entorno de Camps no esconden su animadversión hacia un dirigente que consideran cruzó la línea roja cuando se querelló contra el jefe del Consell. El anuncio en su momento de ruptura de relaciones institucionales con el PSPV no fue un gesto de cara a la galería. Las diferencias con la cúpula del PSPV han llegado al plano personal. El síndic Angel Luna, mano derecha de Alarte en las Corts, es persona non grata en el Palau. Incluso el portavoz del grupo popular, Rafael Blasco, pidió a los suyos que no le saludaran.