?El fruto de la algarrobo fue hasta bien entrado el siglo XX y desde la llegada de los fenicios a la Península el "petróleo" que alimentaba la tracción animal, la única existente, gracias a su gran poder energético. Con el motor de explosión comenzó el declive de la "garrofera" valenciana en el siglo XX, aunque revivió en los ochenta gracias el tesoro escondido en su semilla: la goma del garrofín. Un producto natural muy apreciado por la industria alimentaria y farmacéutica. Ahora los chinos comercializan algo parecido y más barato que el E-410 obtenido de las viejas garroferas . La globalización cierra así la que quizá era la última esperanza para el mantenimiento de la esa especie de dehesa netamente valenciana y comparable por su valor paisajístico, ecológico y agroforestal a la mitificadas extensiones de encinar y alcornocales de Andalucía y Extremadura.

En medio de un panorama sombrío, al que ha contribuido notablemente la ocupación urbanística de grandes áreas pobladas no ha mucho de garroferas -Lliria, Villar del Arzobispo, Pedralba, La Pobla de Vallbona, etc.- y las insostenibles transformaciones en regadío, ha surgido en Chiva una iniciativa para salvar las últimas garroferas del abandono que traería su inmediata desaparición.

País de "garroferas"

Vicente Serena y Javier García miembros de la Plataforma Sierra de Chiva, han identificado en este municipio valenciano 43 garroferas centenarias, 14 de las cuales merecerían la consideración de monumentales de acuerdo a la ley valenciana. Sin embargo, más que su catalogación e incluso que su protección oficial lo que importa a este grupo es que la sociedad admita el valor de estos ejemplares y se comprometa en su conservación.

En 1795, Cavanilles hablaba de Chiva y subrayaba como ... Aumentan lo pintoresco de aquel sitio, los corpulentos algarrobos arraygados en peñas descarnadas...

"Más de doscientos años después todavía es posible encontrar rincones que recuerdan la visión de Cavanilles", afirma Vicente, quien se enorgullece de vivir "en un de las zonas de garroferales más extensas y con árboles más añosos del mundo, con un extraordinario valor patrimonial".

Existen centenares de estos árboles en Chiva. Algunos protegidos en su base con hormas de piedra seca que son también un recurso paisajístico y patrimonial. Algunos como el de Las Ventas, con 6,60 metros de perímetro. A su sombra se reunían los Carlistas para celebrar misa...

"Los primeros sorprendidos por el censo hemos sido nosotros", explican. "Se han hecho fotos y fichas de cada ejemplar y nos hemos ido a hablar personalmente con cada uno de los propietarios".

"La respuesta-añaden- ha sido ejemplar". "Todos están orgullosos de sus garroferas y conocen su valor", destacan.

La mayoría son herederos de gentes que se dejaron la vida construyendo ribazos con obras faraónicas en el entorno de la Sierra de Chiva para plantar en muchas ocasiones un solo ejemplar a sabiendas de que no serían ellos, sino sus descendientes, los que sacaran partido a las cosechas, que tardan hasta 20 años en cuajar. "Ellos son conscientes de que solo por respeto al trabajo de esas personas no merece la pena arrancarlos a cambio de una poca leña", añade Vicente Serena.

Sin salida

Cada uno de estos algarrobos arraigado entre ribazos es uno de los métodos más eficaces que existen para fijar suelo, evitar la erosión y crear suelo mediante su elevado aporte en nitrógeno donde otras plantas y árboles fracasan. En tiempos de cambio climático, con aumento de las temperaturas y un previsible descenso de la lluvia "útil", sobrepasada en litros e intensidad por la descarga torrencial, el potencial del algarrobo es inmenso, casi inalcanzable. Sin embargo, apuntan en la Plataforma Sierra de Chiva, la Comisión Europea vive "ajena a esta realidad" y la opción de una supervivencia basada en el cultivo agrícola y el aprovechamiento de sus semillas se diluye por la competencia china.

La Plataforma celebra esta misma tarde en el teatro Astoria de Chiva una jornada sobre el futuro de la garrofera en la que intervendrán, entre otros, Ferran Zurriaga, que hablará de la importancia de la dehesa de garroferas y Joan Tous, director del IRTA de Tarragona y uno de los mayores expertos mundiales en estos árboles. Sus investigaciones, en colaboración a veces como empresas privadas como la filial de Danisco en Silla, intentan crear mejores condiciones de cultivo, rendimientos y aprovechamiento para la garrofa valenciana. Sin embargo, el futuro no pinta nada bien y el perfecto equilibrio entre hombre y naturaleza que ha representado durante más de tres mil años la garrofera está a punto de romperse para siempre.