El «palauet» de Nolla, en Meliana, también conocido con la denominación de «alqueria dels frares» o como Villa Yvonne, es un edificio único en la comarca de l´Horta Nord. Su condición de inmueble histórico —tiene su origen en una construcción del siglo XVII— inserto en el complejo industrial que durante varias décadas fabricó los mosaicos Nolla, presentes en casas y palacios de toda Europa desde 1860, le aporta un valor añadido. Las composiciones de mosaicos que recubren la mayoría de estancias en su interior y de sus exteriores son objeto de atención de los investigadores desde hace varias décadas. Mientras las construcciones industriales están hoy en manos de la multinacional Schneider Electric y se conservan en «relativo buen estado», según los expertos, el «palauet» es municipal desde hace veinte años y su deterioro es «muy preocupante».

Tras años de quejas por parte de algunas entidades relacionadas con el patrimonio, en el momento en que se cumplen 150 años desde la fundación de la fábrica, el Ayuntamiento de Meliana ha contratado un grupo de expertos para la elaboración de un plan director y de usos del edificio, que permita acometer la rehabilitación por fases en el próximo mandato.

El equipo tiene tres secciones: la histórica, que dirige el profesor Daniel Benito Goerlich y en la que se incluye al investigador Albert Ferrer; la arquitectónica, con Xavier Laumain al frente y los arquitectos Ángela López Sabater y Francisco Cervera Arias a su lado; y la que se encargará específicamente de estudiar los mosaicos, liderada por el director del Museo Nacional de Cerámica, Jaume Coll.

El grupo presentará hoy, en el marco del certamen Fimel, el proyecto. Los trabajos también servirán para avalar la petición, por el consistorio, para que el «palauet» y el complejo industrial sean declarados Bien de Interés Cultural (BIC), ya que hasta la fecha carecen de protección, más allá de formar parte del catálogo municipal.

La petición de BIC para el complejo Nolla se ha formulado en anteriores ocasiones por particulares y entidades pero hasta la fecha no se ha conseguido que la dirección general de Patrimonio de la Conselleria de Cultura la considere.

Patrimonio industrial

La propiedad, en la partida del Barranquet de Meliana fuera del casco urbano, fue adquirida por Miguel Nolla Bruixet en 1860. El empresario rehabilitó la casa, que databa del siglo XVII y probablemente tuvo un uso religioso, y «mantuvo prácticamente la estructura original» aunque puso su sello en los elementos decorativos que combinan estilos neogóticos, eclécticos y modernistas, según detalla en diversos artículos de investigación el propio Albert Ferrer. La función de la mansión era servir de hospedaje a los clientes ilustres que visitaban la factoría y, por ello, se decoró con las composiciones de losetas más avanzadas de la época y los materiales de mayor calidad que salían de los hornos.

En los años 20 del siglo pasado, el complejo se vendió al grupo suizo Gardy y la casa siguió utilizándose por el director de la firma como residencia. Mientras tanto, Mosaicos Nolla se trasladó a otra ubicación en el casco urbano de Meliana y funcionó hasta finales de los años 70. El propio Marqués del Túria, Tomás Trénor, fue uno de los accionistas

Cuando el «palauet» se deshabitó comenzó su deterioro. Los diferentes trabajos publicados hace años apuntan a expolios, actos vandálicos y otras agresiones que, unidas al paso del tiempo sin ningún mantenimiento, han provocado su estado actual, con hundimientos, humedades y otras deficiencias graves.

Vinculación social

Al valor artístico y arquitectónico que tiene el complejo —es de los pocos conjuntos industriales del siglo XIX que se conserva—, se une la vinculación que tuvo durante décadas la actividad con los vecinos de Meliana, Almàssera o Alboraia, entre otros. Mosaicos Nolla llegó a tener unos 500 trabajadores en su momento de mayor esplendor y unos 300 de media, según diversas fuentes.

«La recuperación del ´palauet´ no es sólo la del edificio sino que tiene una dimensión ciudadana. Decenas de familias durante varias generaciones estuvieron vinculadas a esta actividad y forma parte de su memoria», señala el arquitecto, Xavier Laumain. De ahí que la intención futura del grupo es establecer una fórmula de participación que permita a los vecinos realizar propuestas sobre el destino futuro del «palauet», que se tendrán en cuenta a la hora de redactar el plan de usos.

«Este complejo está apartado del casco urbano pero no queremos que el proceso de recuperación sea ajeno a los vecinos. Queremos que se impliquen», añade Laumain. Por el momento, los expertos ya han comenzado a trabajar —unos realizan catas, otros catalogan piezas y otros investigan— para evaluar el estado integral de la casa y determinar cómo se ha de ejecutar su restauración. El «palauet» de Nolla, por el que pasaron nobles, artistas y hasta un Rey, tiene ahora una excelente oportunidad para recuperar su esplendor.

Veinte composiciones diferentes en la mansión

El «palauet» de Nolla encierra al menos una veintena de composiciones de mosaicos diferentes tanto en los suelos, como en zócalos, frisos y en los exteriores. No en vano la casa era «un catálogo vivo» de la producción de la fábrica, que mostraba los materiales de más alta calidad y las mejores combinaciones, como explica el director del Museo Nacional de Cerámica, Jaume Coll, responsable del equipo que estudia estos elementos.

Catálogo de mosaicos

Los trabajos que se están realizando pretenden elaborar un catálogo de todas las morfologías, los modelos, las composiciones, así como la época a la que pertenece cada una de ellas. Las primeras prospecciones apuntan a que al reformarse el inmueble, se colocaron unas diez muestras en los suelos, y con los años, el resto.

El llamado «mosaico Nolla» se compone de losetas de gres de pequeño tamaño que va formando composiciones, al estilo de las que desde mediados del siglo XIX se fabricaban en Inglaterra. Miguel Nolla patentó este sistema en España y lo extendió por Europa y América. En opinión de Jaume Coll, se trata de un material de «buenísimas prestaciones», similar a lo que hoy sería el gres porcelánico en formatos más grandes. Su restauración hoy será sencilla porque «sólo se trata de reproducir las piezas que faltan». Su calidad era «altísima», aunque el inconveniente era la inversión de más tiempo en la colocación.

De ahí que a finales del siglo XIX tuviera un «fuerte contrincante», el mosaico hidráulico, a base de cemento pigmentado, un material de resistencia más inferior y también menos valioso.