Entre seis y ocho falleras de la corte de honor han expresado, a través de sus padres, que no quieren ser fallera mayor de Valencia de 2011. Esto es, por lo menos en estos momentos, con lo que se encuentra el jurado que tiene que seleccionar a una de las trece para ocupar el trono festivo.

La crisis económica, una conjunción casual de casos particulares o las dos cosas a la vez. Lo cierto es que el número de renuncias supera la media de los últimos años. Por lo menos, de acuerdo con los antecedentes. De la corte de honor de 2010 sólo hubo dos que expresaron su renuncia. En el año 2009 hubo varias abstenciones de palabra, pero el jurado les contestó que eso debían comunicarlo a la concejalía. Y en la corte de 2008 hubo otras dos renuncias.

Este inusual aumento es lo que se desprende tanto de lo que las propias candidatas comentan como lo que han expresado sus progenitores. Ahora depende de la actitud que adopte el jurado. Tácitamente, el ayuntamiento siempre dice que la renuncia no tiene valor alguno, puesto que quien se inscribe en el concurso sabe que opta a ser fallera mayor de Valencia y no para conformarse sólo con la corte. Pero a nadie escapa que es un factor que pesa decisivamente a la hora de tomar la decisión. Y a nadie escapa que ha habido jóvenes que, en caso de no haber renunciado, habrían sido las elegidas.

Estas negativas se atribuyen, fundamentalmente, a motivos económicos, aunque no todos los progenitores dan una razón explícita. También pueden contribuir factores de índole familiar: la separación de los padres puede ser un obstáculo para el ejercicio del cargo.

Desde 2001, y viendo que se multiplicaban estas renuncias -en 1999, por ejemplo, hubo hasta nueve-, el ayuntamiento decidió asumir una parte de los gastos que se acumulaban en las familias de las elegidas. Viene de esa época el regalo a cada fallera mayor de dos trajes, incluyendo el espolín que lucen en la exaltación, así como otros gastos fijos, entre ellos el de las fotografías oficiales.

El ayuntamiento, en ocasiones, ha hecho gestiones para aliviar gastos a familias para las que la elección se convertía en un problema. A esto hay que añadir que, en los últimos años, diferentes empresas relacionadas con la indumentaria se han ofrecido a confeccionar algún traje (el gasto más grande para una fallera mayor de Valencia) a cambio de la publicidad que ello supone.

La elección de este año depende ahora del jurado, que se supone que contrastará lo dicho por los padres con las candidatas, todas ellas mayores de edad y muchas con ingresos propios. Tampoco se puede descartar la "repesca", tras una oportuna reflexión, de alguna de ellas. En infantiles, a día de hoy, no se ha producido ninguna renuncia explícita.