El 25 de octubre de 1974, el sacerdote valenciano Antoni Llidó fue trasladado junto con otros doce presos políticos del cuartel de detención Cuatro Álamos (Chile) por militares a las órdenes del régimen de Pinochet, tras ser torturado durante días. Ahí se le perdió la vista. Desde entonces, su familia y amigos luchan por saber la verdad. Y poco a poco van consiguiendo sus frutos. El profesor Ismael Blasco fue uno de los participantes en la segunda jornada del encuentro realizado ayer en Valencia, que concluirá hoy con una visita guiada que estudiará localizaciones claves en Valencia para la memoria histórica.

Blasco protagonizó ayer una emotiva charla sobre la vida del religioso nacido en Xàbia. El docente explicó que los esfuerzos de familia y amigos consiguieron que en 2008 un juzgado chileno declarara culpables a cuatro dirigentes de la DINA -policía secreta chilena-. Tras un recurso, la Corte Suprema los condenó hace un mes a penas de cinco años de libertad vigilada, "en el 78 comenzaron su lucha. Han sido más de treinta años de sobreseimientos, pero al final han logrado cierta justicia". Objetivo para el que no contaron con ayuda de la Iglesia, "la familia ha pedido documentos eclesiásticos sobre lo sucedido varias veces, pero no han tenido respuesta. Para ellos es un desaparecido. Solo han habido intervenciones personales de algunos miembros del clero, pero la institución lo ignora". Una de esas actuaciones fue protagonizada por el propio Pinochet, cuando apuntó al prelado chileno Fernando Aritzia que "Llidó no era un sacerdote, era un comunista y merecía las torturas". Un testimonio clave para una sentencia exigüa.