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"El presidente debería hacer lo mismo que Rus; irse almorzar con los alcaldes, estar con los militantes. Eso hace más que cualquier montaje en el Palau de Congressos". La reflexión, realizada hace unos meses por un diputado del PP, recogía lo que viene a ser una queja más o menos unánime entre alcaldes y concejales que ven a Francisco Camps como una figura distante. Son varios los representantes municipales que en privado admiten su malestar por las dificultades que encuentran a la hora de contactar personalmente con el jefe del Consell y lamentan que en el Palau de la Generalitat sólo se acuerden de ellos para convocarles a actos en los que participan como meros espectadores.

El alejamiento cada vez mayor entre el presidente, cuyo mandato sigue condicionado por su implicación en el caso Gürtel, y las bases del PP contrasta con el poder territorial que a golpe de almuerzos de trabajo en los municipios valencianos ha ido conquistado el presidente provincial del PP, Alfonso Rus. Hasta aquellos que no comparten su estilo llano de hacer política, reconocen que el barón provincial ha sabido ganarse a la militancia así como a los los alcaldes y concejales a quienes atiende en estos encuentros de partido o desde su despacho en la Corporación provincial. "Rus no tiene problemas en coger el teléfono y llamar al director general de turno para quejarse por no haber atendido a un alcalde", comenta un concejal popular. "Así es normal que la gente esté contenta", añade este cargo, integrante del equipo de campaña de Alfonso Rus.

En este contexto, la decisión el pasado sábado de Francisco Camps de sumarse a la comida que el PP provincial organizó en la localidad de Anna ha sido interpretado en el círculos populares como un gesto del jefe del Consell para acercarse a las bases aprovechando la estructura consolidada por Rus. Lo cierto es que la imagen del jefe del Ejecutivo en conversación distendida con militantes no es en modo alguno frecuente, máxime en los últimos tiempos en los que la agenda del líder del PP ha sido fundamentalmente institucional, con actos celebrados en escenarios controlados y a salvo de protestas y pancartas. Canal 9 dio el sábado amplia cobertura del acto del sábado al que el equipo de Rus logró movilizar a 300 personas.

Aunque no es la primera vez que Camps se suma a un almuerzo popular de Rus -ha acudido al menos en un par de ocasiones en esta legislatura- su presencia en Anna tenía lugar después del pulso lanzado por el presidente de la Diputación de Valencia, quien advirtió que no estaba dispuesto a seguir asumiendo los servicios propios de la Generalitat. Su asistencia, que no confirmó hasta el último momento aunque fue objeto de convocatoria pública, ha sido también interpretada en clave interna como un guiño al conseller de Solidaridad, Rafael Blasco, en el ojo del huracán por el escándalo de las ayudas al Tercer Mundo. Blasco se ha convertido en un inseparable de Rus en su agenda de los sábados. Ambos han hecho tándem político, lo que está permitiendo al conseller formar parte, aunque sin cargo alguno, de la estructura del partido y estar en el círculo de influencia del barón provincial. El presidente, que en la sesión de control en las Corts del pasado jueves, defendió sin mucha pasión la gestión de su controvertido conseller, estaría lanzando un mensaje de apoyo al síndic del grupo popular, quien es visto con desconfianza en algunos sectores de PP, fundamentalmente en el grupo de los denominados cristianos.

A ocho meses de las elecciones autonómicas y municipales y con una militancia desconcertada ante la proliferación de escándalos relacionados con la corrupción, Camps es consciente de que no puede prescindir de la maquinaria electoral de Rus. Aunque el presidente provincial se mantiene fiel al jefe del Consell, hay fricciones internas que podrían acabar en conflicto. Al margen de las cuestiones de intendencia -falla la coordinación con la dirección regional y la provincial se queja de que no se les tiene en cuenta en el diseño y organización de los actos que se celebran en Valencia- el pulso con el vicepresidente tercero, Juan Cotino se mantiene. El conseller, cuya influencia sobre Camps es innegable, no renuncia a tener una parcela de poder en el partido, una pretensión que causa malestar en la dirección provincial. El pulso por el control de Nuevas Generaciones -Cotino quiere consolidar su propio grupo en este colectivo- se ha traslado a algunos municipios donde el vicepresidente ampara a candidatos alternativos a los bendecidos por el presidente.

El vicepresidente tercero apenas tiene estructura en Valencia, pero sí tiene predicamento en el colectivo de regantes y agricultores. Su última propuesta de nombrar "antenas hídricas" en todos los municipios -personas que en cada agrupación harían de portavoces de la cuestiones relacionadas con el agua hizo disparar las alarmas en el PP provincial. Ven la iniciativa como otro intento de Cotino de controlar el partido.