No es habitual que un obispo prescinda de coche oficial y llegue andando a un acto público. Tampoco es frecuente oír en un prelado autocrítica a la jerarquía católica. Y sin embargo, el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, llegó ayer a pie al Ateneo Mercantil, tras cruzar el casco histórico del cap i casal como un peatón más, y dictó una conferencia con críticas a la jeraquía católica. Y una de ellas iba dirigida al corazón mismo de la institución: su mantenimiento económico. La receta de Osoro fue tajante: sólo si la Iglesia sostiene por ella misma su economía será independiente del poder.

El arzobispo no dio excesivos rodeos para llegar a esa conclusión. Osoro abogó por cambiar el régimen económico de la Iglesia española porque, "aunque se han dado pasos importantes, es un problema grave y difícil de urgente solución". "Sólo en la medida en que se establezcan fórmulas eficaces que respondan a la nueva situación política y jurídica del país, y que a la vez operen con realismo, habremos logrado la libertad de la Iglesia frente a los poderes de este mundo y, de forma indirecta, aseguraremos la capacidad evangelizadora necesaria para asumir la nueva situación de la Iglesia española. Porque una Iglesia que no resuelve con absoluto realismo sus problemas económicos queda siempre a merced de los poderes", dijo.

La clave, señaló, es que la economía de la Iglesia católica esté "dirigida, sostenida y administrada por sus miembros". Y una coda final: que "esta administración" de las finanzas eclesiales recaiga "en los seglares y, ciertamente nunca, en los clérigos", apostilló. A su juicio, "hay que diferenciar muy bien entre Iglesia y sociedad" y delimitar bien "las competencias" y "los límites" de cada parte.

En esta conferencia dedicada a la presencia de la Iglesia en la sociedad, Osoro también advirtió de otros males recientes para la cristiandad española como el "alejamiento progresivo de cristianos" o "el descenso de vocaciones" por lo que algunos interpretan como una separación de la Iglesia respecto al mensaje original de Jesús. Ante ello, el arzobispo de Valencia pidió a la Iglesia "que sea capaz de revestirse de su Señor y así ser transparente". Transparencia y vuelta a los orígenes. Es un discurso infrecuente entre los obispos españoles y que en la sede episcopal valenciana hacía tiempo que no se oía.

El prelado cántabro -uno de los siete obispos que forman el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal- también lamentó "la distancia que separa" a la Iglesia del mundo de la cultura, las artes y la investigación, así como "la ausencia de creación teológica".

Por otro lado, el titular de la diócesis pidió "que se entierren las armas del clericalismo y el anticlericalismo" para encontrar una vía intermedia "entre la secularidad y la sacralización". Y advirtió de los peligros que puede tener en España el arrinconamiento de la religión y de las "esencias humanas" (como supone el aborto, dijo), con una alusión a la "venganza violenta" que se desencadenó en la revolución islámica de Irán "por el olvido de las realidades esenciales de la vida humana".