Que Josep Lluís Bausset cumplió en agosto cien años ya se ha dicho demasiado. También ha sido muy repetida, más si cabe para un hombre tan cómodo en su condición de subterrani (Fuster dixit), su trayectoria de histórico valencianista y luchador por la patria y la lengua desde su atalaya de activista cultural y humanista de ciencias. Tal vez por ello sea más interesante escuchar y ver al Bausset cotidiano. Al Bausset en minúsculas. Al Bausset que llega a la redacción de Levante-EMV, el periódico en el que escribe crónicas de pilota y artículos de opinión desde hace 69 años, y se mueve con la curiosidad de un becario.

Ha venido a recibir el Premio Importante, pero el galardón le interesa mucho menos que todo lo que aprehenden sus ojos detrás de las gruesas gafas que le caracterizan. La montura anterior, cuenta, se la partió una pilotada de Genovés II en el trinquete de Tavernes. Salvó la vista de milagro. "Ya me han pegado nueve pelotazos", apostilla, pero Bausset sabe que qui no vol pols, no va a l'era. Justo lo contrario a lo que él ha hecho en su vida: mojarse, comprometerse, enfangar-se en las causas de su "país".

A medida que pasea con las manos en el bolsillo rechazando el bastón que le ofrece su hija por la redacción de Traginers -él ha pisado las antiguas sedes del periódico en la Avinguda del Cid e incluso la del Carrer de les Barques-, se sorprende al ver los modernos ordenadores y la informatización de los procesos periodísticos. Así se lo explica Bernat Clari, director adjunto de Levante-EMV y anfitrión del acto: "La informática ha cambiado el trabajo del periodista y ya casi todo se hacer por ordenador".

"Pero siempre hay excepciones", matiza un redactor de Deportes mientras blande la última crónica de pilota valenciana enviada por Bausset. Es una página mecanografiada "con dos dedos en una Olivetti" -precisa el autor- y que llega a la redacción por fax. Son sus Impressions de la partida del dissabte en el trinquete de Pelayo. Casi un ritual semanal que ha llegado a la redacción por todos los medios imaginables: autobús de línea regular, dictada por teléfono, por faxÉ Pero siempre ha llegado. Y cuando el artículo no se publica el día que toca, en Deportes temen las reprimendas telefónicas de Bausset. Tiene más ilusión por publicar que un principiante.

Al pasar por un pasillo a las instalaciones de Levante TV, una corriente de aire otoñal hace que los acompañantes se preocupen por la salud del centenario. No patiu!, dice Bausset con el gesto. "Jo no tinc ni fred ni calor, ni fam ni sed. Me crié en la guerra, y si pasé aquello, ya lo paso todo", responde.

La comitiva avanza hacia la sala noble mientras Bausset habla -siempre con lucidez y nunca con lagunas discursivas- de pilota valenciana y de la cavallerositat de sus aficionados. "Nunca nadie protesta por una decisión del home bo, y eso que hay dinero de por medio", explica con orgullo. También habla del valenciano. "Siendo realista, que no pesimista, creo que al valenciano le quedan dos generaciones. En la capital está perdido, y pese a la escuelaÉ todo lo demás está en castellano", dice con palabras que traslucen amargura y una falsa resignación.

Un curioso insaciable

Sigue avanzando la comitiva y Bausset va el último. Un iluso podría pensar que es por su lento y centenario paso. O que se resiste a que llegue el mal trago del homenaje. Nada de eso. Se está demorando en las pinturas que decoran el pasillo previo a la sala de homenajes. Es un curioso empedernido. Acerca la vista a los óleos, muy en especial a la Curación del paralítico de Cafarnaúm, (siglo XVII), y exclama: "Collons!". Así es Bausset. Curioso e ilusionista, pero a la vez natural y nada cultureta.

Llega el momento del homenaje, de la entrega del galardón. Los invitados -familia, biógrafo, alcalde de l'Alcúdia, vicerrector de la UV, íntimos- toman asiento. Alguien le pregunta por la corbata que no lleva. "Es que una vez, Fuster y yo hicimos la promesa de no ponernos nunca más corbata". Y su palabra es como la de los hombres de trinquet: sagrada. Bernat Clari avisa que tampoco va a incomodarle con excesivos protocolos. Pero sí que lo condena a escuchar un elogioso perfil del Bausset periodista, que debe servir de "ejemplo para todos los redactores de esta casa" porque "cumple las grandes virtudes del oficio".

"Bausset tiene -enumera Clari- curiosidad por aprender. Tiene vocación de servicio. Usa como única arma de combate la palabra para intentar transformar la sociedad. Demuestra fidelidad a la tierra, a nuestros símbolos y a nuestra lengua, la seña de identidad más preciada que tenemos. También se identifica con las preocupaciones de la gente. Y sabe actuar con rebeldía ante las injusticias, así como aplicar un espíritu crítico y un escepticismo vital. Ha sabido rodearse de los mejores. Es un agitador cultural. Usa un lenguaje claro, conciso y directo. Trabaja sin apriorismos. Es honesto, honrado y buena persona, además de coherente. Mantiene la perseverancia pese a cualquier obstáculo. Y tiene, como necesitan los buenos periodistas, una buena dosis de mala leche para resistir y saber fijar la frontera invulnerable de la dignidad como individuo y como pueblo, para que nadie la traspase. Bausset ha cumplido todas estas virtudes y por eso se ha convertido en un referente para los periodistas y para muchas personas", concluye el director adjunto.

Una respuesta "baussetiana"

La respuesta de Bausset es baussetiana: "Xe, Bernat, t'has excedit massa! Jo sóc u més, que ha estat fidel a la pàtria i s'ha acabat". Tras recibir el galardón, l'home subterrani emerge al primer plano para agradecer el premio a su periódico, "desde el director hasta la última persona que lo hace". Y modesto, como siempre, añade: "Yo no tengo más mérito que el de no haberme muerto, como ha hecho la mayoría de los amigos que dicen que forman la Segona Renaixença: Fuster, Ventura, Valor, Estellés, Sanchis Guarner, Pizcueta, Soler i Godes, Carles Salvador, Soler i Estruch, y otros que no me vienen a la cabeza", afirma.

El premiado sólo admite un mérito que para él no es sino una obligación: "He cumplido el deber que tenía con mi tierra. El País Valencià es mi país y lo quiero como se quiere a una madre. La quieres porque es tu madre. Pues igual con el país", sostiene.

El homenaje termina. Ha sido especial, emotivo. Pero un homenaje de esos que incomodan al Bausset cotidiano. Al Bausset que, tras un año lleno de homenajes de la Universitat de València, del ayuntamiento de su pueblo -l'Alcúdia-, de Pelayo, de Acció Cultural y de su periódico, ya tiene decidido el epitafio de su tumba: "Per fi m'heu deixat tranquil".