Aunque la catedral de Valencia estaba llena de fieles dispuestos a celebrar la misa por la Inmaculada Concepción, apenas había niños o jóvenes en el templo a excepción de los seminaristas. El distanciamiento entre las nuevas generaciones y el catolicismo va en aumento. Y si hay un príncipe de la Iglesia especialmente preocupado por ello, el mismo que ha propuesto adelantar la comunión a los 7 años para sumarlos antes a la causa católica, es el cardenal valenciano Antonio Cañizares. Ayer, desde el púlpito de la Seo, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos arremetió contra las "muchas y muy poderosas fuerzas sociales, culturales y políticas que pretenden arrebatar a niños y jóvenes la fe de nuestros padres, o al menos entorpecer al máximo su debida transmisión", ya que los menores "necesitan [la fe] más que el pan".

Ése fue el diagnóstico de los agentes patógenos. Cañizares también avanzó el pronóstico de la enfermedad si no se pone remedio: "No hay mayor callejón sin salida, ni mayor desamparo, ni mayor pobreza para una persona o para un pueblo que la pérdida de la fe. Sobre todo si se minimiza el daño y sus efectos destructivos y deshumanizadores. Porque es entonces cuando el interior de las personas y de los pueblos se convierten en un desierto inhóspito" y la humanidad se aboca "al fracaso, a la división, a la ruptura, a la destrucción, a la tristeza y a la desesperanza".

Por último, el purpurado prescribió la receta necesaria para evitar ese trágico final: "Es urgente e inaplazable una nueva evangelización de nuestra sociedad" que haga "que los hijos caminen por el camino de la fe y reciban la fe de sus padres", y que construya una "nueva sociedad española" que, "fiel a sus raíces cristianas", sea "faro civilizador y evangelizador en el mundo de nuevo".

Fiel a su sobrenombre de pequeño Ratzinger, Cañizares hizo así su propia lectura del "relativismo moral" que condena Benedicto XVI y aprovechó para alertar sobre las "muchas dificultades, grandes y graves, en la Iglesia y en el mundo, también en España", y deplorar la "debilidad de nuestra cultura, de nuestra sociedad, de nuestras comunidades cristianas y de nuestra actual situación de precariedad y crisis".

"Victoria de Dios sobre el mal"

El cardenal -que hoy será investido doctor honoris causa por la Universidad Católica en el Palau de les Arts (12 h.)-también se explayó al referirse al "mal". "Vivimos unos momentos en que no se sabe lo que es el mal o se piensa que apenas hace daño el hacerlo", dijo, a pesar de que "el mal envenena siempre al hombre, lo empequeñece, lo daña". Pero, añadió, "con Dios y con María Santísima, no caben el desaliento ni la desesperanza porque su victoria sobre el mal no tiene vuelta atrás".