Las calas valencianas son usadas como trampolines para grabar desde ellas los saltos al agua y poder subirlos a internet como una gran hazaña. El salto se realiza desde una cumbre elevada -los hay de hasta 50 metros de altura- y los protagonistas, no van provistos, en la mayoría de casos, ni de zapatillas para protegerse los pies al caer.

No se utiliza ninguna medida de seguridad, ni de protector corporal. El riesgo de caer entre piedras es enorme, y sólo se requiere un móvil o una cámara de video pequeña para conseguir lo que se persigue: saltar y presumir de ello luego en internet.

Desde las calas de Peñíscola, en Castellón, utilizando como trampolín el Castillo -a 20 metros del agua- hasta Benidorm (Alicante), donde se alcanzan los 30 metros de altura en el parque de Sierra Helada, la geografía valenciana está llena de numerosas calas rocosas que permiten grabar un salto de riesgo y poder subirlo a internet.

Ruta del riesgo

Hay diversas localizaciones que son las más buscadas para protagonizar uno de estos saltos de riesgo. Castellón y Alicante, con mayor número de calas rocosas dan más juego. En Valencia, los saltos desde Cullera (La Ribera) llegan a alcanzar los 20 metros de altura. La Marina Alta (Alicante) también alberga numerosos parajes en los que se puede saltar al mar. Desde las calas de la Granadella o Ambolo o Moraig, en los que se pueden subir los 30 metros de altura, hasta las Cumbres del Sol -donde se llega a 35 metros- y el conocido como "el gran salto de Benitatxell", de 40 metros. O en el Cabo la Nao -en el que debe escalarse desde el mar para saltar -unos 15 metros- hasta Moraira.

En esta ciudad alicantina se encuentra la zona de las cuevas y el Cabo del Portet -en el que se puede saltar al mar desde 20 metros de altura-. Altea también dispone de localizaciones en las que dar el salto al mar, como la cala del Mascarat, de 15 metros de altura y hasta Benidorm. Son numerosos los ejemplos de vídeos que se pueden encontrar en internet y, todos ellos, de las mismas características. Grabados por aficionados, sin medidas de seguridad y en los que se puede comprobar que en numerosas ocasiones n caer sobre una roca es más una cuestión de suerte que de precaución.

No es, sin embargo, inusual usar este tipo de enclaves naturales para jugarse la vida. Recientemente, en Valencia, se ha podido descubrir a jóvenes que utilizan las arcadas como plataformas para mostrar su dominio del patín.