Usted comparte finca con el marroquí Ahmed y compra baratijas en el bazar de la china Xue. Cambie los nombres, si quiere. A ambos los ha aceptado y está a favor de la integración de los inmigrantes en la sociedad. Pero aún tiene una cuestión pendiente. Más allá de los saludos obligados y los tropiezos inevitables, le falta convivir con ellos. Trabar relación con sus nuevos vecinos de origen extranjero y practicar la teoría de la integración. Éste es el gran reto que tiene la Comunitat Valenciana en materia migratoria, según destaca el primer estudio sobre las «Actitudes de los valencianos ante la población inmigrante», elaborado por el Centro de Estudios para la Integración Social y Formación de Inmigrantes (CeiMigra) tras encuestar a 1.117 valencianos.

Este estudio pionero, de 135 páginas, concluye que «la población española residente en la Comunitat Valenciana comprende la inmigración como fenómeno ligado a la residencia para trabajar, que asume un buen horizonte de derechos para las personas inmigrantes, que manifiesta una buena comprensión teórica de la integración, pero que le falta convivir, conocer de cerca situaciones reales. Por ello podría concluirse que el mayor reto para las políticas públicas de integración sea el fomento de la convivencia», afirma el documento.

La radiografía depara algunas sorpresas inesperadas por su marchamo poco integrador. Tres ejemplos: el 47% de los valencianos considera que España no necesita recibir personas de otro país por ningún motivo; el 56% está en desacuerdo de que se enseñe las diferentes religiones de la población inmigrante en las escuelas; y un 31% de valencianos piensa que los políticos tratan mejor a los inmigrantes que a los españoles.

Rejuvenecimiento poblacional

En la parte contraria, otros tres datos más proclives a la integración: un 42% de valencianos lamenta que a los inmigrantes se los trate con «desprecio, desconfianza, ignorancia o indiferencia»; un 79,5% considera «positiva» la aportación de los extranjeros al rejuvenecimiento de la población española (un 55% creen que son «positivos» para la economía); y un 54% de la población valenciana piensa que las condiciones laborales de los trabajadores inmigrantes son peores que las de los empleados españoles por la explotación laboral o como fruto de la desprotección legal o por la falta de respuestas políticas adecuadas.

Sin embargo, la encuesta revela «una distancia entre la conciencia teórica sobre los derechos y la práctica cotidiana». Porque aunque los valencianos lamentan esta desigualdad laboral que sufren los inmigrantes, «cuando se les propone un ejercicio de selección de personal, casi nadie se atreve a apostar por la selección de una persona extranjera aun en el caso de que resulte mejor preparada que otra española en liza por el puesto. En cambio, una minoría relativamente significativa que alcanza un 21,2% de los encuestados sí que estaría dispuesta a contratar al aspirante español en todos los casos, aunque no esté mejor preparado para el puesto de trabajo que el candidato extranjero.

«Educar la percepción»

El estudio subraya que «las relaciones personales entre españoles y extranjeros parecen avanzar en una vía de normalidad, de normalización por lo menos». Pero con una objeción. «Es cierto que se da un bajo porcentaje de rechazo a los inmigrantes o de preferencia de estar entre otros españoles. Pero el elevado porcentaje de personas que manifiesta no coincidir en los mismos ámbitos, o que no percibe la presencia de inmigrantes en sus entornos próximos indica que hay un importante trecho por recorrer: cómo pasar de la reserva educada a la relación activa, o simplemente cómo educar la percepción y la actitud».

Otro aspecto preocupante es que «una cuarta parte de la población española se inclina por exigir la asimilación al grupo mayoritario». Y por último, que «ideas generales sobre integración contrastan con la dificultad que se manifiesta para que se incorporen las lenguas de los grupos principales y las religiones diversas al sistema educativo». Es decir: que se quiera para Ahmed o para Xue la teoría políticamente correcta defendida por la mayoría.

Los jubilados de otros países no son vistos como «inmigrantes»

La población española residente en la Comunitat Valenciana atribuye la condición de inmigrante a las personas extranjeras que vienen a residir y trabajar en España, incluso cuando son originarios de Estados miembros de la Unión Europea, aunque con diferencias importantes de percepción en función de su origen comunitario o no comunitario. La atribución de la calificación como inmigrante a las personas que vienen a residir durante su etapa de jubilación es mucho menos clara. A los jubilados extranjeros que viven en la Comunitat Valenciana —el grupo más numeroso de inmigrantes en el territorio autonómico y que más gasto sanitario provoca—, un 53,3% de encuestados no los considera inmigrantes, mientras que a las personas que proceden de fuera de la UE se les considera «inmigrantes» por parte de un 84,8% de los valencianos encuestados. A los estudiantes que pasan una corta estancia, el 70% no los considera inmigrantes.