Situado en el cuerno de África, Costa de Marfil tiene 21 millones de habitantes. El 51,3% es analfabeto, la esperanza de vida no supera los 56 años y, desde finales de diciembre, sufren un brote de violencia generado por la inestabilidad institucional que ya se ha cobrado 210 muertos. Es el enésimo eco de la guerra civil de 2002. El país es un avispero de etnias y religiones atravesado ahora por el enfrentamiento de dos candidatos electorales, el opositor Alassane Ouattara y el actual presidente Laurent Gbagbo, que se arrogan la presidencia del país tras unas elecciones bañadas por el pucherazo del régimen. Y en medio de todo ese caos, en los arrabales de la capital marfileña, aparecen dos misioneros amigonianos valencianos: José Vicente Miguel, de 42 años y natural de Torrent, y Enrique Tortajada, un septuagenario de Casas Altas (Rincón de Ademuz), que han desafiado la recomendación del Ministerio de Asuntos Exteriores de abandonar el país. ¿Por qué? Por 105 poderosas razones.

Ambos dirigen, junto al burgalés Isaac Calvo, un centro de acogida y formación para jóvenes marfileños que fueron abandonados en la calle por sus padres o que han salido de la cárcel. Pura carne de cañón de entre 13 y 20 años que, en el centro creado por la Fundación Amigó, aprende un oficio: soldador, carpintero o granjero-agricultor. Ahora tienen 60 chicos en formación y otros 45 en la etapa de reinserción laboral. Ésas son sus 105 razones para no dejar el país pese al peligro que corren.

Por teléfono, José Vicente Miguel explica que "la mayoría de ONG que trabajan en la ciudad han salido del país. Quedamos pocos. Pero nosotros no nos iremos. Nuestro trabajo está aquí, porque estos son nuestros niños e irnos sería como abandonarlos cuando más nos necesitan. Y eso no podemos permitirlo", añade.

El centro de acogida y formación -con 25 internos- está enclavado en una zona conflictiva. Allí mandan los adeptos al presidente Gbagbo y campan casi a sus anchas los Jóvenes Patriotas, "que montan broncas contra los extranjeros y la ONU", resume José Vicente. "Pero como a nosotros nos conocen en el barrio y saben lo que hacemos por los chavales, pues eso nos da un poco de paz". Sólo un poco, pues él mismo cuenta que desde el centro Amigó Doumé todavía se avista la carcasa del vehículo de la ONU que quemaron los partidarios de Gbagbo el 28 de diciembre. Incluso "algunos jóvenes del centro han oído que han matado a algunos de sus vecinos", dice José Vicente.

Pero ellos prefieren mantener y transmitir calma. Y, por voz de Enrique Tortajada, enviar un mensaje rotundo. "Los extranjeros que tienen hijos pequeños y han podido, han salido del país. Pero nuestros hijos están aquí. Y nosotros estamos llamados a hacer de padres de estos muchachos. Así que aquí nos quedaremos con nuestros hijos y no los abandonaremos sea cual sea la situación del país".