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?Encontrar al Capitán Kurt no es fácil. Sin teléfonos ni correos que conteste, cuesta dar con él. Sólo hace dos meses que ha vuelto de su último viaje (de 10 años) en velero. Su bar, La Mascarada, más que un bar es una leyenda en Altea y hasta allí se tuvo que acercar el camarero de una pizzería cercana -ellos sí tienen teléfono- para localizarlo. Abre las puertas de su casa presumiendo de fortaleza -es un antiguo torreón que se usó como cárcel- y, una vez dentro, se puede ver en cada rincón una parte del mundo. No es una casa al uso, es un museo con una barra de bar y hasta con una muñeca de trapo de tamaño real con el aspecto de una anciana que está escondida detrás de la puerta del baño.

¿Realmente vive aquí o sólo utiliza la casa para enseñarla a las visitas?

Yo vivo aquí desde hace años y es mi casa y un museo también. Y es un poco como soy yo, de todas las partes del mundo.

¿No le parece extraño que su salón lo presida una estatua africana de la diosa de la fertilidad y la campana de una iglesia?

No, porque ahí al lado tengo una silla de baldaquino para recordarme que el hombre siempre se sienta entre el cielo y el infierno (tiene un demonio bajo el asiento plegable) y mi chimenea está hecha con piedras de todas las islas que he visitado por todo el mundo. ¿Te has fijado en que cuelgan por todas las paredes guitarras? Para mi es normal.

Y tan aficionado que es usted a las colecciones, ¿no echaba de menos todas estas cosas cuando estaba en el barco?

No, porque en el barco me dedicaba a escribir mi libro y mi diario de a bordo y a componer canciones, he hecho más de 200. Y me las sé todas. Y compuse la letra y la música. ¿Y sabes qué? Una canción mía es el himno oficial de una isla de Fiji. La llamé Bula Bula y gustó muchoÉ (Se pone a cantar).

¿Y cómo se decide uno a estar 24 años en un barco dando vueltas por el mundo?

Porque no me gusta la prisa y me gusta pasarlo bien y vivir la vida y conocer gente y hacer fiestas y cantar. Y tocar la guitarra. Y en el barco hay tiempo para todo eso y para descubrir personas muy simpáticas con la que divertirse.

¿Cuánto cuesta vivir sin prisa en un barco?

A mí me salió entre 30.000 y 50.000 euros al año. Y he hecho 150.000 millas náuticas, muchas vueltas al mundo. Lo que más me costó fue ir renovando las piezas de repuesto del barco, porque son muy caras, pero yo allá donde iba y me quedaba algún tiempo me ponía a trabajar de cantante o tocando la guitarra en los bares. Sólo utilizaba dos bidones grandes al año de diesel, para entrar en los puertos. Donde más gasté fue cuando llegué al Club Náutico de Calp. Allí se me fue gran parte del depósito que guardaba.

¿Pero todo no sería calma?

Hubo momentos muy duros. En Borneo me atacaron piratas armados. En la costa de Alaska tuve una tormenta con más de 70 nudos de viento. El barco dio una vuelta de campana, pensé que iba a morir, pero el mástil no se rompió y llegamos, sin timón, a San Francisco cuatro semanas después. Y en las islas Mauricio pensé que mi marcapasos se paraba y me moría. Luego no fue nada. Y en el canal de Santa Bárbara había mucha niebla y casi un carguero choca contra nosotros.

¿Elena es lo mejor de su historia en el mar?

Es la capitana Elena y ella le puso amor a la aventura. Y diversión y compañía y muchas cosas. Me ha acompañado en estos últimos diez años de viaje y ahora está al frente de La Mascarada, es mi regalo. Elena es la persona de esta historia, el resto, son personajes.

¿Cómo es que le dio por abrir un bar?

Una aventura más. Nunca pensé que fuera para dar dinero y ahora es el museo de todos mis viajes y donde está mi gran colección de máscaras y estatuas que me he traído de cada lugar en el que he estado. Tiene buena clientela que viene a pasárselo bien y a probar los cócteles que he aprendido a hacer por el mundo.

¿Y lo de oficiar bodas por 25 euros?

Es una diversión más. Una pareja se conoce en el bar, se gusta y por qué no, se casa. Yo les pongo las alianzas, la música y la ceremonia; ellos si quieren lo continuarán y si no, pues, ha sido divertido.

¿Pero es tan necesario divertirse en la vida?

Es fundamental. La vida debe ser divertida, ha de haber fiesta, aventura y amigos.

Parece que usted vive en una fiesta continua.

Yo soy una fiesta. Canto, toco la guitarra, estoy de fiesta siempre que puedo y me gusta. ¿Por qué no? En todos los países que he visitado, allá donde llegaba, hacíamos una fiesta.

¿Y cómo encaja un psicólogo metido a creativo de publicidad y embarcado durante 24 años, en un musical?

Pues muy bien. Me propusieron cantar y tocar todas las canciones que he compuesto en mi viaje y lo estrenaremos en septiembre en el Auditorio de Altea. Ahora estamos ensayando. Seguro que será divertido.

¿Cuento que ha terminado la historia?

No. Para mi no. Voy a vender mi velero y quiero comprar otro para navegar por los ríos de Europa y emprender una nueva aventura. Aún me queda mucho. El viaje continúa.