El Picudo Rojo, la plaga que llegó de Egipto y se ha extendido, imparable, por la Comunitat Valenciana y la mayor parte de los estados del Mediterráneo, ha acabado ya con la vida de 20.000 palmeras en suelo valenciano y generado gastos por un importe aproximado de 27 millones de euros, según un trabajo que será presentado el próximo lunes en el contexto del congreso internacional sobre Picudo Rojo de las Palmeras (Rhynchophorus ferrugineus), que se celebra en Valencia los días 8 y 9 de febrero en la Universitat Politécnica de Valencia.

Se trata, en todo caso, de un cálculo "muy conservador", según Joan Benlloch, uno de los responsables de la revista técnica "Phytoma", editada en Valencia, especializada en Sanidad Vegetal y responsable de la organización del encuentro.

Benlloch recuerda que el picudo rojo fue detectado en la cuenca mediterránea a principios de 1990, aunque no fue hasta 2004 cuando su expansión por toda esta zona se generalizó. "En España, por ejemplo, en el periodo 1996-2009, 49.800 palmeras han sido destruidas oficialmente como consecuencia del ataque del picudo. Entre 2004 y 2009, sólo en la Comunidad Valenciana se destruyeron de esta forma 19.677 palmeras, mayoritariamente P. canariensis y esta pérdida supuso un coste aproximado de unos 27 millones de euros, entre el propio coste de la destrucción, el programa de erradicación en marcha y el valor de los ejemplares afectados".

Benlloch admite defectos en el tratamiento que se ha dado a la plaga, sobre todo en los referente a la disparidad de las respuestas , que han favorecido la expansión del insecto. "En cada sitio se estaba haciendo una cosa diferente", añade. Habla de "lecciones aprendidas" aunque admite que en un mundo globalizado "al final las plagas, tarde o temprano, llegan",sobre todo cuando se trata de insectos perforadores, "muy difíciles de detectar". "Esa es la lección principal y lo que hay que hacer es tener preparada una respuesta", añadió Benlloch.

El congreso que arranca el lunes ha generado una gran expectación en los países ribereños del Mediterráneo, donde la plaga sigue en plena expansión.

Además de poner en común todas las experiencias para combatir el picudo, tanto las preventivas como las más invasivas-que pasan por extirpar la zona infestada-, los expertos quieren avanzar en la unificación de los procedimientos y normas de control.

Respecto a la posibilidad de mantener bajo control la rápida propagación del insecto, Benlloch se mostró optimista y cito el caso del palmeral de Elx , donde la Estación Phoenix ha desarrollado un método que permite intervenir en palmeras que han sufrido un ataque severo y han logrado recuperarlas.

Feromonas, hongos, trampas, insecticidas y confusión con colores para acabar con la plaga

La Universidad Politécnica de Valencia es uno de los centros donde más se está investigando sobre los distintos métodos que podrían ayudar al control y "manejo" de la plaga. Antonia Soto es una de las investiga que ha concentrado su trabajo sobra la ecología y el comportamiento del adulto: cómo se mueve, su facilidad para dispersarse y...como atraparlo. Entre las líneas de investigación se encuentra la que pretende aprovechar las preferencias cromáticas que manifiesta el picudo, atrayéndolo hacia trampas especialmente diseñadas para este insecto. Antonia, que reconoce el fracaso de las políticas empleadas hasta ahora contra la plaga- hay que pasar a "otra fase", afirma-, anuncia "novedades" en la lucha contra el picudo que se darán a conocer en el congreso.

Otras líneas de investigación abiertas van dirigidas al diseño de las trampas. Se trata de hacer "capturas" masivas cuando el adulto se mueve. Sin embargo, los investigadores no han desechado la intervención directa sobre la palmera infectada, aun reconociendo la dificultad para llegar con métodos tradicionales- insecticidas y también por métodos biológicos-al lugar donde la larva del picudo medra hasta impedir que la sabia llegue a la parte superior de la palmera. Las medidas preventivas toman fuerza. así como el convencimiento de que la Administración va a dejar en manos de los propietarios el coste -carísimo- de salvar las palmeras.