Cuando el alcalde de Donosti, Odón Elorza, comenzó a arrebatar espacio al vehículo privado para construir un carril bici en la playa de la Concha se llegó a decir que le costaría la alcaldía. En 2011, tras dos décadas gobernando la ciudad ha alcanzado los 47 kilómetros de red ciclista coherente y bien conectada, ha arrebatado al coche grandes ejes peatonales (de este a oeste y de sur a norte) y ahora busca la coexistencia pacífica de peatones y ciclistas con los coches. Todo está incluido en un Plan de Movilidad que estará en vigor hasta 2024. «Las ciudades necesitan tener un Plan de Movilidad porque no es lo mismo hacer intenciones (peatonalizar aquí o allá) que tener un plan», defendió ayer la concejala donostiarra de Movilidad y Transportes, Maraví Dafauce, en la segunda jornada del «Seminari Internacional Ciutat_011», dedicado a la movilidad que organiza cada martes hasta el 3 de marzo el Institut del Territori en el Centre Octubre de Valencia. «En Valencia he visto pocos carriles pero muchas bicis», constató.

La crisis obliga a agudizar el ingenio, admitió la concejala, y por eso ahora se opta por pintar «rayas o señales en el suelo», en lugar de segregar los carriles para las bicis o el bus (en Donosti existen 9 kilómetros de carril bus segregado del resto del tráfico), como se ha hecho hasta ahora. La ciudad también disfruta, en estos momentos, de elevadores para personas o bicis que permiten salvar los desniveles de San Sebastián entre el litoral y los barrios altos de la ciudad. A estas últimas zonas los autobuses, 100% accesibles, admiten bicis. Se trata, concluyó la regidora, de buscar una «convivencia pacífica entre todos los medios de transporte. Además, las muertes por contaminación nos obligan a potenciar la política del transporte público, peatonal y en bici, el menos contaminante».