Unas candidaturas de trinchera que se sostienen sobre un trípode estratégico: eliminar a cualquiera que pueda abanderar una rebelión a partir del 23 de mayo (desde Ximo Puig hasta Manuel Mata), comprimir o aniquilar a todos los sectores críticos (lermismo o afines a Leire Pajín) y renovar ampliamente la plantilla para que todos sepan a quién deben el puesto.

El secretario general del PSPV, Jorge Alarte, ha despedido a cuatro quintas partes del actual grupo parlamentario para intentar blindarse en las Corts como seguro contra la enésima debacle electoral que está llamando a la puerta. De repetirse los resultados de 2007, apenas quedarían 8 de los 38 diputados actuales. Tres por Valencia, dos por Alicante y tres por Castelló. Es la presencia de veteranos de las Corts en puestos de salida en las listas que hoy han de ser votadas y ratificadas por el comité nacional. Si controla los resortes institucionales del partido, Alarte tendrá mucho ganado. Especialmente porque cada vez el PSPV se asemeja más a un desierto. Con espejismo incluidos. Como la foto del abrazo de Ximo Puig con Alarte para sellar el pacto de primarias.

El líder socialista confirmó ayer la purga de los lermistas y la marginación de las direcciones de Alicante y Castelló. En el segundo caso, ha optado hasta por emplear mano férrea y desautorizar con humillación incluida al secretario provincial, Francesc Colomer, retrasando varios puestos en la lista, del dos al siete, a su mano derecha María José Salvador. En Valencia, ni Antoni Such ni Ignasi Pla han entrado, como se preveía y anunció este diario. Ese era el retrato de anoche, a las doce en punto, cuando arrancó la reunión de comisión nacional de listas con cinco horas de retraso.

En realidad, empezó cuando estaba previsto —poco después de las 19 horas— pero, tras bendecir algunos candidatos locales, Alarte se levantó porque tenía que acudir a un compromiso inaplazable: la presentación del candidato de Paiporta. En septiembre de 2000, Ignasi Pla se largó, nada más ganar el congreso de Alicante, a la procesión de la patrona de Atzeneta. En acción de gracias, más que nada. Lo de Alarte fue más bien una huida para ganar tiempo. Porque, visto que las candidaturas esbozadas por el líder del partido se iban a presentar tal cual, quien más quien menos —afines a Leire Pajín en Alicante y Castelló o a Puig— presionaron lo indecible para recordarle al secretario general su promesa de integración.

Pues nada. Antoni Such salió de Blanquerías con el compromiso de ir al Congreso en 2012, lo mismo que Puig, quien tiene el aval añadido de José Blanco. Las horas iban pasando y el personal apretaba. Pero en las listas los alartistas, lejos de caerse, si acaso ganaban posiciones. Alarte estaba consumando el golpe de mano que le faltaba y necesita para intentar resistir si el batacazo flirtea con el umbral del 30% del voto.

Mientras unos cruzaban llamadas y peticiones de entrar, otros, los afines a Alarte, peleaban por no salir. Es la lucha por la vida en la selva socialista. Fue una noche de teléfonos. Desde Blanquerías se emplearon a fondo para movilizar a los suyos y evitar que el comité nacional que hoy se celebra quede muy deslucido por las ausencias. No ir o salirse antes de votar son las dos opciones, que como ayer contó este diario, han sido elegidas como las favoritas para expresar el descontento. La proximidad de las elecciones aconseja precaución. Pocos quieren adquirir más participación de responsabilidad en la derrota con una actitud que pueda interpretarse como desestabilizadora. Aún así, se esperan intervenciones críticas porque los ánimos están muy calientes.

Colomer no estaba nada satisfecho. Lo que hizo Alarte con «su» lista no fue una rehabilitación, sino derribo y nueva planta. Llegó incluso a pedirle a Puig que, de perdidos, lo prefiere a él. Al que defenestró en las candidaturas. Fue uno de los homenajes al surrealismo en uno de esos días aciagos que colecciona el PSPV desde hace 16 años. Esos días que empiezan por la mañana, degeneran por la tarde y acaban en tragicomedia nocturna.

Visita sorpresa del líder a la cena de críticos

Todo es posible en el PSPV. Hasta que cincuenta dirigentes, diputados y cargos públicos de la mayoría de las comarcas se reúnan para poner en solfa la actitud de Jorge Alarte, por incumplir su compromiso de integración, y que de repente se presente una visita inesperada. La de Jorge Alarte. El secretario general se enteró de la cena en el restaurante Kerala, en la calle conde Altea de Valencia, y decidió acudir a la hora del café y la copa. Como si nada. Apareció a platicar sobre la situación del partido y de las candidaturas y más de uno se quedó de piedra. Los que se habían marchado se lo perdieron.