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Poco después de mediodía sonaba el timbre en la casa de Dolores. Al asomarse a la escalera y ver que era su hermana, no pudo contener la emoción y se puso otra vez a llorar. "Que me han llamado, que puede que sea ella", decía mientras se abrazaba a Joaquina y a su sobrina. La noche anterior, Joaquina sabía que algo bueno les iba a deparar el día siguiente. "No sé, tenía un buen presentimiento. Sentía una alegría muy grande y estaba segura de que algo grande iba a pasar", decía con rotundidad.

Quien también notaba que pasaba algo fuera de lo común era Luna, la pequeña perra que comparte las alegrías y las penas de Dolores y Antonio. Al ver a sus dueños tan emocionados, no paraba de corretear por el salón en el que la familia se alegraba por la buena nueva.

Antonio, el marido de Dolores, afirmaba que no se pierden ni un programa o un reportaje sobre las mafias que robaban bebés en hospitales españoles en las últimas décadas con la esperanza de rascar alguna información que les pueda servir para su causa. "Es que es tan grande la emoción que no puedo parar de llorar", decía Dolores, que sabe que todavía tendrá que esperar a que el ADN confirme si ha encontrado a su hija o aún debe seguir con su búsqueda.