Tras la conquista militar sellada el 9 d´Octubre de 1238, el país que Jaume I tenía ante sí era un mosaico variopinto de derechos y costumbres. El fur de Zaragoza, las costumbres de Lleida y el derecho islámico convivían en un mismo territorio junto con el Costum, el nuevo código jurídico que el rey Conqueridor había promulgado entre 1238 y 1240 para la ciudad de Valencia. Más allá del cap i casal, aquel incipiente Reino de Valencia se asemejaba más a un far west anárquico que a un Estado formal y jurídicamente coherente. Pero dos décadas después, el 7 de abril de 1261, Jaume I empezó a cambiar la historia con dos hitos que revolucionarán la trayectoria política y jurídica de este país: la convocatoria de las primeras Corts Valencianes reconocidas por la historiografía especializada, así como el juramento real y la promulgación general de los nuevos Furs de València, que empezaban a extenderse a todo el reino.

Sucedió, cómo no, en Valencia. El rey, que hasta entonces se había apoyado en la corte real formada por los brazos eclesiástico y nobiliario-militar, decidió sumar en aquella primera sesión de Corts de hace 750 años al estamento ciudadano, representado en los jurats que gobernaban las ciudades y villas con gran apoyo al monarca. La Iglesia, la nobleza y —ahora por primera vez— los representantes de las ciudades establecidas, se reunían con el rey para decidir la marcha del país. A juicio de Rafael Narbona, profesor de Historia Medieval de la Universitat de València, «es un hecho de gran trascendencia: la clase política anterior era la nobleza y la Iglesia, pero a partir de 1261 se verá aumentada con la gente de las villas, que adquiere presencia y participación en la promulgación de leyes al asistir como miembro de pleno derecho a las reuniones de Corts, que empiezan a ser Corts desde ese año».

Más allá de la minoría de historiadores que reivindican el título de Corts para la asamblea de nobles, obispos y ciudadanos (únicamente de Valencia) que en 1239 aprobó el primitivo Costum, es en el abril de 1261 cuando nacen las Corts, el órgano legislativo del nuevo Estado. Pero aquellas no fueron unas Corts más. Fueron cruciales. Jaume I, ya se ha dicho antes, juró y promulgó los Furs que iban a convertirse en el derecho territorial valenciano durante más de cuatro siglos. Además, cuatro días después, el 11 de abril, promulgó un privilegio real por el que obligaba a todos sus sucesores al trono a firmar los Furs antes de un mes del inicio de su reinado. Del mismo modo, fijaba la obligación de convocar Corts al principio de cada reinado.

Pragmatismo «vs» simbolismo

En la actualidad prevalece una dimensión simbólica y romántica de aquella primera legislación foral y aquel parlamento primigenio. Buena prueba es la reciente letra del grupo Al Tall, que considera que, gracias los Furs, «tindrà un abans i un després / el dret a la tirania, / el rei arbitrarà els nobles / i als veïns obrirà via. / Les Corts contrapesaran / l´excés i la desmesura / i els reis no tindran corona / fins que dels Furs facen jura».

Es cierto que aquello fue determinante. Explica el profesor Narbona que «con la universalización de los Furs, un proceso que empieza en 1261 y se alargará hasta el siglo XIV, comienza a existir en la realidad el Reino de Valencia. Porque pasa a haber una única ley para todas las ciudades. Y es ya, en la práctica, un reino de pleno derecho dentro de la Corona de Aragón con leyes propias, instituciones propias, moneda propia, pesos y medidas propios, que lo hacen diferente de catalanes y aragoneses».

Al Tall y el profesor Narbona tienen razón. Pero no hay que perder la perspectiva: más que el simbolismo, en estas medidas primaba el pragmatismo, el interés del joven Conqueridor. Primero, en la incorporación del tercer brazo ciudadano —llamado «brazo real»— a las Corts. ¿Por qué lo hizo? El medievalista Antoni Furió, autor de Jaume I, el Conqueridor, precisa en su Història del País Valencià que la presencia de ciudadanos «obedece a razones de orden económico y político». «Los reyes confiaban en la capacidad económica de las ciudades para auxiliar las necesidades pecuniarias de la corona, a la vez que el desarrollo político e incluso militar de éstas determinaba el desplazamiento del centro de gravedad de la gestión política-administrativa de la monarquía, apoyada hasta entonces en la nobleza y en el alto clero», escribe Furió.

Hablando en plata: Jaume I necesitaba a los plebeyos para que llenaran su bolsillo. Y en aquellas primeras Corts de 1261, el juramento y la promulgación de Furs le valió al rey una asignación de 48.000 sueldos que pagaron la ciudad de Valencia, los lugares y villas de l´Horta pertenecientes a clérigos y nobles, y las villas de Castelló de la Plana, Vilafamés, Onda, Llíria, Corbera, Cullera y Gandia, cuyos representantes acudieron a la histórica sesión. Quedaron fuera ciudades importantísimas como Xàtiva, Morella, Borriana, Alzira o Morvedre. De hecho, no será hasta 1329 cuando Borriana y Vila-real acepten los Furs de Valencia y se incorporan a las Corts en este proceso de fondo.

Los nobles y el fuero aragonés

También había una intención práctica al promulgar y extender los Furs valencianos para arrinconar los fueros aragoneses en un proceso de lucha encarnizada. Como rey de Aragón, Jaume I se veía contestado por la nobleza maña. Jurídicamente, sostiene el profesor Narbona, «los fueros de Aragón consolidaban la independencia de la nobleza al tener un representante propio, el ´Justicia´, que pautaba el liderazgo político del reino y limitaba las actuaciones políticas de la monarquía».

Aprendida la lección, el Conqueridor no quiso que se reprodujera la situación en su nuevo reino. De ahí que, enfrentándose agriamente con los nobles valencianos, promoviera los Furs de Valencia. Con ellos, al tiempo que asentaba la diferenciación política del Reino de Valencia dentro de la estructura de la Corona de Aragón, «la nobleza quedaba vinculada vasalláticamente y jurídicamente a la monarquía, aunque participara en los órganos de gobierno reales», destaca Rafael Narbona.

Cuatro funciones de las Corts

Así pues, se cumplen 750 años del apuntalamiento de la Valencia moderna. De hecho, el profesor Narbona es tajante: «Superada la etapa de transitoriedad —dice—, en 1261 se produce la incorporación de pleno derecho del Reino de Valencia a la Corona de Aragón, a la cristiandad y al modelo cultural de Occidente». El instrumento más representativo serán las Corts, que —cabe matizar— no tenían carácter permanente, eran estamentales y con unas funciones limitadas. La historiadora María José Boria las resume en cuatro. «En primer lugar, el acto de recepción y prestación de juramento de respeto a los Furs por parte del monarca y de fidelidad por parte de sus súbditos. En segundo, la actividad legislativa de las Corts destinada a que la doctrina pactista sea efectiva. También será fundamental la actividad financiera, indiscutiblemente ligada a la oferta del donativo en Corts. Finalmente, la prestación y reparación de greuges o transgresiones que vulneren los fueros o las libertades del reino, así como las garantías personales o estamentales».

Entre 1261 y 1645 hubo poco más de medio centenar de Corts para el Reino de Valencia, la mitad de las cuales se celebraron en la ciudad de Valencia (en la Catedral y el convento de San Domingo). Aunque aumentaron las ciudades representadas (llegaron a treinta en el XVII), el peso y el número de convocatoria de Corts fue en declive, reflejo de la decadencia de las instituciones forales. A la vitalidad de los siglos XIII y XIV, le siguió la consolidación del siglo XV y el decaimiento del XVI, acentuado en el XVII. Ya se olía la desfeta de Almansa de 1707, donde Furs, Corts y Reino de Valencia quedaron sepultados.