¿Cuál es, a grandes rasgos, la posición del Colegio de Geógrafos acerca de la Estrategia Territorial autonómica?

Aunque llega muy tarde, es una deuda pendiente que tenemos desde que se desarrollara el primer urbanismo moderno con la aparición de las leyes estatales del suelo. Hemos tenido tiempo de sobra para haber concretado, cuando menos, unas líneas maestras que dieran cobertura a algún modelo de territorial previsto de antemano. Hasta ahora hemos ido tirando de forma sectorial, a expensas de un mercado inmobiliario desbocado como única lógica de crecimiento económico. Queda todo un camino por concretar y desarrollar. Para eso está la Estrategia Territorial, que deberá facilitar instrumentos nítidos que consagren la gestión del territorio por encima de la mera planificación. Ha de sujetarse en dos pilares fundamentales: la incorporación de criterios de gobernanza en el territorio, y la gestión prudente del mismo. Los geógrafos lo venimos promulgando de forma clara y nítida a través del manifiesto «por una nueva cultura del territorio».

¿Qué aspectos positivos destacan del documento?

Sin duda, el lenguaje utilizado y el larguísimo listado de conceptos empleados. Todos ellos son atractivos y han sido debidamente incorporados desde el mundo académico. También compartimos la mayoría de los objetivos y metas, que por generales, son poco cuestionables.

¿Cuáles son los aspectos negativos?

No hay autocritica de todo lo que ha ocurrido en esta comunidad en los últimos años. Uso y abuso del ladrillo, modelos desconectados de los tejidos urbanos, atentados al paisaje, falta de consenso en las políticas hídricas… Si acaso se interpreta sutilmente una situación tendencial en el caso de no cambiar nuestro actual modelo de desarrollo. También nos preocupa eso que se han venido a llamar «Proyectos Territoriales Estratégicos» y que se pueden secuenciar sin orden ni concierto en un marco de oportunidad económica o de afán de protagonismo en la esfera local. Se corre el riesgo de volver a las andadas.

¿Sugiere que el documento no está bien coordinado con otras políticas territoriales llevadas a cabo en la Comunidad?

Yo no diría eso exactamente. Al existir planes territoriales que no están controlados por la Dirección General de Territorio y Paisaje, prefiere pasarlos por alto y no citarlos expresamente. Por ejemplo, planes de acción territorial (PAT) de carácter sectorial, como el de residuos –en su revisión– o el eólico. También se cuida de no nombrar el Plan de Infraestructuras Estratégicas y el sectorial de turismo, aunque se anima a desarrollar algunos de sus contenidos. Del mismo modo, hay elementos de la ley de ordenación del territorio que no se terminan de concretar, modificar o eliminar por su fracaso en los últimos años. Es el caso de la aplicación de los umbrales de sostenibilidad –que ahora pasarían a ser criterios de crecimiento–, el fondo de equidad territorial, el famoso «metro por metro», los proyectos de sostenibilidad y calidad de vida... y la descontextualización de la gestión del litoral, en ausencia de un marco único de Gestión Integrada de las Zonas Costeras (GIZC). Finalmente, debemos mostrar el desacuerdo por los miembros propuestos del Comité Estratégico de Política Territorial, donde se deja de lado la parte sindical, se reclama una mayor representación de las universidades y se resta protagonismo a los colegios profesionales, que aún estando presentes, serán convocados a discreción de la Generalitat.

¿Aparte de todo esto, hay algún otro aspecto que el Colegio cree susceptible de mejora o en el que se podría incidir más?

Además de todo lo apuntado, se podrían desarrollar mejor algunas directrices como las de género. Así se insta en la misma ley de igualdad para las políticas de ordenación del territorio. Creemos desde la junta de gobierno del Colegio que es de justicia hacerlo, ya que hay mucho margen de trabajo y posibilidades desde el urbanismo moderno.

¿La Estrategia Territorial es un documento factible de llevar a término, o cree que la realidad puede ser más adversa?

Los hábitos y costumbres que heredamos en la utilización del territorio no desaparecen de la noche a la mañana. Va a costar mucho trabajo llegar a esas metas por parte de todo el mundo. Hemos asistido casi impasibles al urbanismo «de promotor», muy promiscuo en sus formas de implantación territorial. Hoy estamos en una fase de parálisis, en el que algunos mueven ficha con viejas costumbres: el urbanismo preventivo. El Colegio alerta la llegada de una tercera fase en el marco de la Estrategia: el nuevo escenario con las operaciones estratégicas. Aquí la función de arbitraje del Consell será fundamental para reequilibrar inversiones y no ir, otra vez, a salto de mata o recurrir a la excepcionalidad.

¿Este documento saca a la luz algún tipo de «malas prácticas» en las políticas territoriales de administraciones públicas, empresas, particulares...

Desde luego que en la publicación del Decreto por el que se aprueba la Estrategia no aparece nada de nada. En los documentos de análisis sí que se consiguen extraer, no sin cierta dificultad, algunas conclusiones de que algo no se estaba haciendo bien.