"¡Aquí se habla en castellano!". Ana Monroig, de 48 años, no olvida aquella orden invariable que la maestra imponía en su colegio de Manuel (la Ribera). "Yo no entendía -explica- por qué no podía expresarme en mi lengua si todos los alumnos éramos del pueblo, la maestra era del pueblo y en el pueblo todos hablábamos valenciano".

Eran otros tiempos, sí. Pero a Ana, asegura, aquella oscuridad le viene a la cabeza ahora que el Consell tiene listo un decreto que suprime las líneas en valenciano para implantar en las aulas un único sistema trilingüe: castellano, valenciano e inglés. Para frenar ese decreto, miles de personas como Ana salieron ayer a las calles de Valencia, Alicante y Castelló. Escola Valenciana las cifró en más de 22.000. Ciertamente no eran tantas, pero sí muchas más de las que se esperaban para un día entre semana, con el curso agonizando y con sólo seis días para movilizar a la gente.

La protesta más numerosa fue la de Valencia. Los manifestantes -la mayoría de ellos jóvenes con pinta de estudiantes y padres con los hijos de la mano o subidos a sus hombros- llenaron por completo la Plaza de la Virgen y lograron sumar a la élite política y sindical de la Comunitat Valenciana (Alarte, Morera, Marga Sanz) detrás de la pancarta de "Sí al valencià". Al grito de "Font de Mora el que no bote" o "Camps a Picassent", los manifestantes dieron el primer golpe cívico encima de la mesa contra la polémica medida que prepara la Generalitat.

En el manifiesto final, leído por el presidente de Escola Valenciana Vicent Moreno y la portavoz del colectivo en el cap i casal, Laura Font, los organizadores alertaron de que "el nuevo modelo arrincona la lengua e implica un peligro real de desaparición en pocas generaciones".

Más todavía: el modelo en ciernes, según Escola Valenciana, "significa un paso atrás en la enseñanza plurilingüe, se opone al criterio de los expertos, se sitúa fuera del consenso educativo, hipoteca las capacidades lingüísticas de las nuevas generaciones, arrincona el valenciano en la enseñanza y pone en peligro su supervivencia en la sociedad" con una medida impulsada "con criterios ideológicos y no pedagógicos" y al margen del consenso de la comunidad educativa.

Se corre el riesgo, apuntó Vicent Moreno, "de que el valenciano siga el ejemplo de Irlanda: que la gente sabe leer y escribir el irlandés, pero todo el mundo habla inglés". Por ello, y en declaraciones a este diario, Moreno hizo un "llamamiento a los militantes del PP de base que llevan a sus hijos a la escuela en valenciano" para que hagan rectificar al Consell antes de adoptar formalmente el cambio de modelo.

Una fiesta en la plaza

En paralelo a los discursos, la plaza se convirtió en una fiesta. Música de dolçaina i tabalet, acordes de marchas morocristianas y pancartas que asomaban por cada rincón. En ellas se leían lemas como "contra el genocidi cultural", "prou d'agressions a l'educació"; "valencià: RIP, els teus parlants no t'obliden"; "no ens fareu monolingües"; o, en el súmmum del ingenio, esta otra: "Dixculpeume per les phaltez dortografia, no es prekupáren mol per la meua educazió".

La portaba Lluís Garrigues, d'Almàssera, que no puede estudiar en valenciano "porque no han dado la línia en mi instituto de Tavernes Blanques", cuenta. Muy cerca de él, aunque sin conocerse, destaca la presencia de un joven mulato. Se llama Massal Loume. Su padre es senegalés y su madre de Cuenca. Él, de 16 años, nació en Paiporta y se esfuerza para hablar en valenciano y decir que ha estudiado en la línia y que apoya la causa porque "tener una lengua nos hace más inteligentes, nos da más recursos".

Su fibra nacionalista no alcanza las de tantos manifestantes que, al son de la Muixeranga al final del acto, levantaban el brazo con cuatro dedos al viento simulando la quatribarrada. Pero tal vez ahí, en el ejemplo de Massal, se encuentra la fuerza de este movimiento. No están hablando, en primer término, de nacionalismo ni de señas de identidad. Están hablando de tener una escuela en su propia lengua, de consensuar un modelo plurilingüe ("más valenciano es más inglés", reivindican), y de que Ada, la hija de Ana Monroig que se aferra a la mano de su madre entre la marea de pancartas y banderas, pueda seguir estudiando en valenciano en su pequeña escuela de Manuel.