Alberto Fabra abrió ayer en las Corts su discurso de investidura como presidente de la Generalitat con un homenaje al dimisionario Francisco Camps, quien en otoño será juzgado por cohecho pasivo en la causa de los trajes del caso Gürtel. «Quiero manifestar mi admiración y respeto por un emprendedor de las ilusiones colectivas de este pueblo, por un valenciano valiente, honesto y honrado», proclamó Fabra ante la Cámara y en presencia de Camps, sentado por última vez en su escaño de presidente en funciones en su primera aparición seis días después de renunciar al cargo. Fabra también resaltó su «esfuerzo, tenacidad y vocación de servicio» en favor de los valencianos, «todo un ejemplo para mí». «President, tienes el aprecio y el cariño de la gente, de tu grupo parlamentario, de tu partido y el mío propio», le dedicó, para añadir: «Siempre serás Molt Honorable, como sólo pueden serlo aquellos que han defendido los intereses de los valencianos, con entrega y dedicación».

Fabra, quien llegó a las Corts de la mano del jefe del Consell saliente en un esfuerzo del PPCV para escenificar unidad, pagó el peaje de la sucesión, asumiendo el programa que Camps expuso el 16 de junio en el primer debate de investidura de la legislatura. Más allá de los elogios, no hubo ninguna mención más ni explicación a la situación judicial en el PPCV que ha llevado a celebrar, mes y medio después, un segundo debate de investidura.

«Debemos pasar página y recuperar la normalidad en las instituciones», instó el todavía alcalde de Castelló, para reclamar a la oposición que «deje de mirar al pasado y se comprometa con el futuro», una forma de sortear un legado político de Camps que le va a perseguir en la medida que el caso Gürtel va a seguir su andadura en los juzgados. El aún alcalde de Castelló enarboló la austeridad y la lucha contra el paro como señas de identidad y prometió «transparencia» —«el PP es absolutamente transparente y está sometido al control parlamentario y de la Sindicatura», aseguró— pero sin aludir a la entrega a las Corts de los contratos con Gürtel de la etapa anterior de Camps, mientras que cuando se refirió a su reunión con la asociación de víctimas del metro, aclaró que es para explicarles lo que hizo el anterior Ejecutivo. Sin margen para hablar de la herencia que recibe, Fabra se refugió en las llamadas al consenso al PSPV y a la oposición, para pedirle ayuda ante la situación de la Comunitat y de la que «no podemos salir sin estar todos juntos». «Les quiero a nuestro lado para defender» cuestiones como la financiación o el trasvase del Ebro y «el trazado original del Júcar-Vinalopó». Pidió «responsabilidad y compromiso», unas apelaciones que a la oposición le sonaron más a llamada de socorro.

Tras la intervención de Fabra, Camps abandonó el hemiciclo y no asistió a la intervención del síndic y líder del PSPV, Jorge Alarte, ni del resto de la oposición. Alarte se creció ante los problemas de su adversario y, a diferencia del debate con Camps del 16 de junio, ofreció la imagen más incisiva. El socialista, que en la investidura de Camps, con la losa del 22-M, aparcó la corrupción, reivindicó la oposición en los tribunales del anterior grupo —«el único partido que luchó contra la corrupción» al personarse como acusación en el caso Gürtel, esgrimió— y reclamó a Fabra que reconociera la «excepcionalidad democrática» que vive la C. Valenciana y que el PP «engañó» a los ciudadanos al presentar un candidato «que no tenía futuro». Lo emplazó, entre una amplia oferta de 15 pactos, a echar a los cargos acusados de corrupción por un juez, a «levantar las alfombras» y a liberarse de la «tutela» de Camps. «Hable como un presidente y no como un defensor de Camps», le espetó, tras recordarle que tiene «toda la legitimidad democrática» para asumir el cargo pero «le queda mucha credibilidad» por ganar. «Le he visto poco coraje; usted es más de lo mismo, pero peor explicado», se recreó.

«Punto de inflexión»

En su réplica, Fabra expresó su «decepción» por la respuesta del PSPV pero apostó por cambiar ese sentimiento por «ambición» para «hacer posible que todos los ciudadanos vuelvan a creer en esta institución, en las Corts, en el Consell, en el presidente de la Generalitat». Sin pretenderlo, vino a autoenmendar su discurso inicial. «Soy consciente de la situación y la imagen de la Comunitat, como todos los que estamos aquí», reconoció, para insistir en tender la mano a la oposición con el fin de generar «un punto de inflexión». Apeló a su condición de alcalde («soy un político de calle, sensible a la realidad») como garantía de que su oferta de «consenso diario» es «sincera» e insistió en que «facilitará el acceso a la información porque es necesario trasmitir transparencia y confianza». «Necesitamos que los ciudadanos vuelvan a creer en sus instituciones», recalcó, para exigir a cambio a la oposición «responsabilidad».

A diferencia de Camps, quien convirtió a Zapatero en origen de todos los males valencianos, Fabra no buscó la confrontación con Madrid, y aunque reclamó un cambio en las políticas, ni citó por el nombre a Zapatero. Fabra, que al final de la tarde recabó el apoyo de los 55 diputados del PP —incluido Camps—, se felicitó por ser «el primer presidente de la Generalitat de Castelló». Mañana tomará posesión del cargo. En pasillos, el vicesecretario nacional del PP, Esteban González Pons, levantó acta de lo ocurrido. «Ha sido un cambio sin ruptura, una transición. Como si desde el principio se hubiera pensado que iba a ocurrir así», certificó.