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La directora del IVAM, Consuelo Ciscar, que recientemente ha sido muy cuestionada por su gestión de la pinacoteca valenciana, por diferentes colectivos artísticos —como la asociación de críticos de arte o la de artistas visuales— ha concedido una entrevista a la revista Telva en la que desvela aspectos muy íntimos de su vida y de su relación con su esposo Rafael Blasco.

La exsecretaria autonómica, de quién se ha pedido incluso la dimisión hace unas semanas, recuerda que conoció a su marido cuando ambos tenían 17 años y él militaba en la extrema izquierda. Entablaron amistad a través de su hermano Ciprià, el exconseller al que llama «Cipriano», del que Blasco era íntimo amigo. El hoy portavoz en las Corts del PP se tuvo que exiliar entonces por su actividad política durante diez años y al volver a Valencia se reencontró con Consuelo. Después de un tiempo, se casaron.

Como revela la directora del IVAM: «Nuestra historia de amor es muy bonita. Él me encauzó mi vida. Me enseñó la templanza. Dentro de mi barroquismo, él me ha transmitido la austeridad. Con él he aprendido que en la vida no hay culpables, ni excusas... Uno hace lo que puede siempre que lo haga de corazón.». En el siguiente fragmento de la entrevista la gestora cultural confiesa sin pudor su devoción por su pareja: «¡Es que no preguntas nada por mi marido, que es mi favorito...!».

Luego, detalla qué es lo que más le gusta de Rafael Blasco. «Tiene un humor inglés fantástico, oportuno, y físicamente me gustan sus pies, sus piernas... Cuando se queda en pantalón corto le digo: ´Ay por favor, qué cosa más bonita´». Además, ambos, «nos complementamos», pues afirma, «yo soy muy divertida, él es más serio, así que le contagio».

En otro momento, Císcar relata que trabaja 24 horas al día, 8 días a la semana, «si es necesario». Pero cuando llega la hora de divertirse, lo que prefiere es bailar. «Ay, es lo que más me gusta», se sincera. No en vano, abunda, «Yo escucho un pasodoble y me vuelvo loca». Eso sí, su esposo no se anima: «Bailo sola si hace falta. Me gustaría hacerlo con mi marido, pero él es más tímido y no me saca». «En casa —continúa— me pongo música y digo, ale, a bailar un poquito». El dirigente popular, apunta su mujer, «sólo baila una vez al año, en Nochevieja, porque le tengo dicho que yo tengo que empezar el año bailando, así que con ese baile ya se piensa que me tiene contenta el resto del año», recalca.

En cuanto a los fines de semana, la directora del IVAM se muestra como una persona familiar. Así, le gusta reunir el domingo a sus tres hijos —Cinthia, Deborah y Rafael— y a sus nietos —de 10, 11 y 13 años— en su casa de Alzira, con huerto y naranjos, porque ése es su retrato de la felicidad. Allí cocina tonyina amb tomaca, cordero, y por supuesto, paella, «porque mi marido si no come arroz no es persona».

Dalí, Berlanga, Rauschenberg...

Su inspiración, sus referentes, ... son los poetas Luis Cernuda y Vicente Aleixandre, de la Generación del 27, y el valenciano Francisco Brines, al que dice adorar.

De su infancia, subraya que su verdadera inspiración «ha sido siempre mi madre, una mujer optimista por naturaleza como yo». Creció, rememora, «en una familia liberal. Fui a un colegio de monjas y veía a mis padres los fines de semana». Su padre, comenta, «era un mecenas y por casa circulaban artistas continuamente». Incluso, los sábados acudían los del cant d´estil. Toda esa memoria, profundiza, «la tengo muy encima».

Por último, presume de haber visitado y tratado a grandes artistas. «De joven conocí a Dalí. Una noche me invitó a una cena en Cadaqués y me quedé impresionada». También, estuvo con Rauschenberg, el escultor pop art, en su isla de Florida, al que regaló vino y queso. Y desde los 16 años, conoció a Berlanga. Sus recuerdos con él, «son siempre eróticos y familiares, porque adoro a su mujer, María Jesús».