La Historia cuenta que Valencia cayó en manos francesas el 9 de enero de 1812 y que, cinco días después, entraba en la ciudad el nuevo amo y señor de la capital: el mariscal Suchet, nombrado duque de la Albufera por Napoleón. Pero la suerte del Reino de Valencia estaba echada desde el mes de octubre anterior, hace ahora 200 años. Y los dados se lanzaron en Sagunt.

La capital del Morvedre, que 2.029 años antes había resistido a los cartagineses de Aníbal Barca, comenzó a ser sitiada por las águilas imperiales de Napoleón el 23 de septiembre de 1811. Pero aquella no era una batalla sólo por Sagunt. El mordisco francés hundía los colmillos en Sagunt para arrancar todo el Reino de Valencia.

Como explica el historiador José Luis Arcón, que ayer presentó el tercer tomo de Sagunto, la batalla por Valencia, "Valencia era indefendible. No tenía ni víveres ni soldados para soportar un asedio. La defensa de la capital sólo servía para evitar golpes de mano o embates rápidos, como el que intentó el mariscal Moncey en 1808 sin éxito. Pero no tenía condiciones para soportar un asedio en toda regla". Por eso, continúa, "la única forma de evitar que Valencia cayera era impedir que llegaran los cañones de asedio. Y la única forma era sosteniendo Sagunt, porque los caminos reales de Aragón y Cataluña pasan por Sagunt. Mientras allí hubieran cañones españoles, los cañones franceses no podrían pasar por la carretera para llegar a Valencia. Por eso, mientras resistiera Sagunt, Valencia estaría a salvo. Pero cuando cayera Sagunt y la artillería de asedio francesa pudiera llegar ante los muros de Valencia, la capital del Reino estaría perdida. No había forma de defender un asedio normal con artillería pesada, munición suficiente y cuerpos de zapadores e ingenieros", explica el historiador.

Después de 34 días de asedio, Sagunt cayó el 25 de octubre de 1811 tras la derrota española en la cruenta batalla librada entre Sagunt y Puçol. Entre otras cosas, recalca Arcón, "porque la marina británica no contribuyó al corte de comunicaciones entre Cataluña y Valencia, que habría bloqueado el paso de la artillería francesa".

Con Sagunt tomada, los franceses asediaron Valencia a principios de diciembre. Y tras dos días de bombardeos y destrucción en enero, Valencia se rindió. "No hubo una defensa numantina o saguntina de Valencia -destaca Arcón- porque se prefirió capitular y evitar a la población los horrores que habían sufrido Tarragona o Zaragoza. Para evitar esos saqueos, asesinatos y violaciones, no se luchó. En la época se la llamó "la cobarde rendición de Valencia". Pero hubiera sido estúpido resistir a sangre y fuego dos o tres días para acabar rindiéndose por hambre. No se podía hacer más".

Vestigios físicos de la batalla

Todavía hoy pueden apreciarse vestigios físicos y huellas de aquel paso del francés: las bombardeadas Torres de Quart, cuyas marcas de cañonazos se atribuyen sólo a los franceses de 1808; el destruido Palacio Real de Valencia; la estatua del Palleter que rememora al héroe popular de 1808; los daños en el castillo de Oropesa, que está casi igual que cuando acabó la guerra; las aspilleras abiertas por el batallón de cazadores voluntarios en las tapias de la Cartuja para atacar a los franceses; el antiguo puente de piedra del Barranco del Picador situado poco antes de llegar a Puçol, donde tuvo lugar, según un general francés, "una de las cargas más hermosas de la Guerra de España"; la colina próxima a Puçol donde se enfrentaron ambos ejércitos y que marcó el cambio de rumbo de la batalla a favor de los francesesÉ

"Se podría hacer una guía turística napoleónica del bicentenario", concluye José Luis Arcón. Pero no sólo del rastro bélico y de destrucción. También quedan rastros urbanos con sello francés, como los jardines del Real y de la Glorieta de Valencia, así como las primeras aceras y los primeros intentos de alumbrado público, detalla el editor e historiador. "Porque los valencianos -recalca Arcón- tuvimos suerte de que el mariscal Suchet nos tocara en suerte como conquistador".

Suchet, dice, fue "más racional y listo" que los mariscales franceses de otras zonas, pues "supo que aplicando la justicia social se pacificaría antes la región que con la mano dura. Por ejemplo: una de sus primeras decisiones fue reconocer todas las jubilaciones de viudas, inválidos y huérfanos, y pagarlo cuanto antes. Sabía que si las capas más desfavorecidas estaban conformes con la ocupación, se generaría un clima de paz fundamental".

Así fue: la paz llegó al territorio valenciano mucho antes que al resto de regiones españolas. "Fue una dominación razonable e incluso benigna", remata Arcón. El 5 de julio de 1813, acuciados por la derrota de la Grande Armée en Rusia y espoleados por el triunfo español en Vitoria, los franceses abandonaban Valencia. Pero la huella de su ocupación, iniciada ahora hace 200 años, sigue imborrable.