"Todo lo esencial de la vida, como el amor o el olvido, resulta tan complejo y relevante como la política, y sin embargo eso no implica que haya nacido quien pueda probarlo sin mojarse ni mancharse, con superioridad académica, desde un distante atril o un concurrido cóctel. En una democracia verdadera la política también es didáctica, irreverente, compartida y sonríe. Ardorosa, palpitante, realista, de carne y hueso. Así que iba a presentarme "Casi al desnudo" pero, por prudencia que no por vergüenza, me cubro con esta "Camisa blanca" de mis mayores, demostrativa de que, pese a todo, en el fondo aún soy un político con aspiraciones en la capital". Con esta sinceridad, se presenta Esteban González Pons, en su libro. Lo que sigue son los pasajes de su obra con acento valenciano.

PRESENTACIÓN

¡Qué ganas tenía de verte Ernesto Camps!"

Me llamo Esteban. Algunos paisanos, cuando me reconocen por la calle, me llaman Sebastián, que debe ser más suelto y campechano, pero me llamo Esteban. También hay quien, después de darse el alegrón de verificar que mi cara le suena de algo, se recompensa compartiendo un abrazo conmigo y dice: "¡Hombre, Félix Pons!", o se adorna: "¡Qué ganas tenía de verte Ernesto Camps!". Pero me llamo Esteban González Pons.

LA TERTULIA DEL AGUJERO

Cuántas veces han intentado dividirnos y cuántas nos hemos reencontrado luchando espalda con espalda la mañana siguiente"

He tenido y tengo muchos (amigos) y no voy a poder citarlos a todos. De Edu, Guillermo, Carlos, Alejandro, Manu, Cachita, Mercedes y los del colegio, directa o indirectamente, algo he dicho ya. De los de la tertulia del Agujero, aún no. Paco Camps nos afilió a Gerardo Camps (el padrino que escogeré para la madrugada en que vaya a morir como mueren los caballeros, en un duelo a pistola, por supuesto) y a mí al PP. En un piso de estudiantes en el que había fiesta en todos los dormitorios (¿era fallas), mientras nosotros discutíamos en un sofá de skay rojo hasta el alba sobre principios, valores, Fraga, Alzaga, Felipe y Alfonso Guerra, en una escena absurda, como personajes de Pirandello. Y junto a Víctor Campos, Vicente Burgos, José Manuel Uncio, Sandra Monzó, Esperanza Sánchez, Elena Cuervo-Arango, Estrella Camps, Rafael Carrau, Rafael Tatay, Meri Brel, Olga Fitera y otros estudiantes distraídos formamos entonces una tertulia universitaria en ese bar con nombre de ratonera.

Y de ahí surgió esta camaradería de mosqueteros, de infantes de primera línea, que, después de tantos años, aún dura. Aunque ahora ya estemos algo otoñales, hayamos dejado de fumar y casi de beber cubatas y la política nos tenga cubierto el pecho de cicatrices, si uno silbando llamase los demás, ¡acudirían! En otro libro contaré nuestras aventuras políticas, cuántas veces han intentado dividirnos y cuántas nos hemos reencontrado luchando espalda con espalda la mañana siguiente.

LA CONSELLERIA SANDIA

Me sentí obligado a dar una conferencia ante las críticas de los constructores"

Cuando, en 2006, Paco Camps me nombró conseller de Territorio y Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana, comencé proclamando que mi gestión iba a ser como una sandía, cubierta de verde con su corazón en el centro. Y esta comparación provocó críticas tan severas entre los constructores que me sentí obligado a dar una conferencia aclaratoria ante la Asociación Valenciana de Empresarios, el 26 de octubre de ese mismo año, que audazmente titulé: "La sandía: instrucciones de uso".

Allí, ante los promotores inmobiliarios y el entramado civil, me atreví a defender lo siguiente: "Si nuestra economía sigue dependiendo tanto de la promoción y la construcción, tendremos dificultades en el medio plazo. El suelo es un recurso más que limitado, limitadísimo y, por lo tanto, el crecimiento a su costa resulta tan escaso como el propio suelo. La extinción, la devaluación o el agotamiento del territorio como materia prima es un factor de riesgo indeseable para un desarrollo económico repartido y sostenido en el tiempo".

Insisto en la fecha porque, cuando pronuncié estas palabras, estábamos aún sobre la espuma de la ola producida por la famosa burbuja inmobiliaria, cuya explosión posterior nos trajo esta profunda crisis económica que sufre España.

CASO GÜRTEL

Fue una de las peores horas de mi carrera política"

Una vez alguien muy importante en el Ministerio del Interior insistió confidencialmente ante los periodistas para que me presentaran como posible enredado en un conocido asunto judicial que no tenía nada que ver conmigo. Sólo por hacerme daño, por ensuciarme. O mejor, lo intentó y entonces, sin tener por qué, me salvó Garzón.

Ocurrió el 25 de febrero de 2009. Aquel mediodía, la tierra se abrió ante mis pies, me enseñó las fauces negras del infierno y volvió a cerrarse antes de que llegara a caerme en el caldero. Fue una de las peores horas de mi carrera y, en algún sentido, confieso que no me he recuperado de la rabia, la impotencia y el enfado que, en aquellos instantes de vértigo, sentí. El llamado caso Gürtel había estallado 20 días antes y, en plena especulación sobre las personalidades que pudieran aparecer envueltas, ¡mientras el sumario aún era secreto!, en algún sitio se lanzó mi nombre entre los implicados. La maniobra era diabólica, durante el semestre o curso completo en que se mantuviera el secreto sumarial (finalmente, 8 meses) nadie sabría a ciencia cierta si la imputación era verdadera o no y, para cuando se desvelase el misterio, yo estaría desprestigiado ya por completo.

Recuerdo que al leer la noticia en mi móvil, la furia no me dejó tener ganas de llorar"

La aconsejable reserva sobre las actuaciones procesales mientras dura la instrucción de una causa famosa puede producir enorme desamparo a los que, siendo víctimas de insidias y rumores publicados, se encuentran impedidos para desmentirlos. Sobre todo cuando los que manipulan los efectos políticos del secreto sumarial son precisamente los jefes de policías y fiscales. Por tanto, no me habría quedado otra que dejarme arrastrar por el barro hacia un juicio falso en los medios de comunicación hasta que la verdad volviera a resplandecer, por más que eso fuera demasiado tarde para mi honor.

Recibí la andanada informativa mientras comía en la cocina. Repentinamente, una importante web emitió un aviso urgente para sus lectores alertando de que el célebre sumario también salpicaba a vuestro amigo, el autor de este libro. La exclusiva no tenía fundamento pero estaba ahí. Yo acababa de llegar a Valencia después de una semana de campaña electoral por Galicia con mi insumergible Pilarín de conductora y estaba solo en casa. Hasta mi mujer, Piluca, había salido a pasear y relajar a nuestra hija Ñus que tenía 6 meses y no paraba de expandirse a lágrima viva y llanto limpio. Los niños estaban todos en el colegio. Recuerdo que al leer la noticia en mi móvil, sentado frente a un arroz blanco en la mesa de Ikea, la furia no me dejó tener ganas de llorar. Busqué mi dormitorio, me tumbé en la cama, miré al techo y, con una frialdad impropia en mi familia, fui construyendo las frases que usar en la rueda de prensa que daría inmediatamente para deshacer equívocos y escapar de la trampa mediática. No estaba vencido, pero me había doblado como el tigre que recibe el injusto primer disparo. Me sentía jodido, muy jodido. Y cabreado. (...) Y, por fin, Garzón, responsable e instructor del caso, sacó una nota oficial desmintiendo "rotundamente" el anuncio. Ni estaba imputado ni lo iba a estar, ni me estaban investigando ni se me iba a investigar. Era todo una equivocación. Pues claro, lo normal, lo previsible.

El secreto de la causa, con sus filtraciones interesadas, y la mala leche de alguien muy importante en el Ministerio del Interior eran las razones auténticas del error cometido sobre mi cabeza. Del malentendido periodístico que, de no haberse deshecho rápidamente, pudo costarme caro. La importante web rectificó y pidió disculpas, se lo agradecí sinceramente. Y tal y como se había formado la tormenta, con la misma rapidez y frío, la tormenta se deshizo y volvió el silencio. Piluca, con Ñus dormida, también regresó de la calle. Todo estaba en su sitio, el infierno en menos de una hora se abrió y se cerró. El cuchillo de la deshonra inmerecida me rozó el corazón.

A ZAPLANA Y CAMPS

Ningún político escala sin auxilio a ningún pico y yo no soy una excepción"

Le debo un capítulo a los que me han ayudado en mi carrera. Ningún político escala ninguna cubre sin auxilio y yo no soy una excepción. Carlos Manglano, Pedro Agramunt, Alberto Ruiz-Gallardón, Ángel Acebes, Rita Barberá, Pío García-Escudero (a Pío lo tendría que poner 2 veces), Eduardo Zaplana, José María Aznar, Esperanza Aguirre, Javier Arenas, Paco Camps y Mariano Rajoy, casi por este orden cronológico, merecen que les reconozca su confianza y, en un momento u otro, que me dieran un empujón al agua y una oportunidad para ahogarme o nadar.

LA CAMPAÑA ELECTORAL

La trastienda del candidato es tremenda, esperpéntica a veces"

En la campaña electoral de 2008, tuve un entrenador francés que me hacía resolver un sudoku de complicación media en el breve descanso que me concedía entre una carrera de 4 kilómetros y otra igual.

Se trataba de aprender a pensar tranquilo pese a tener las pulsaciones disparadas. Estoy seguro de que aquello me sirvió para no perder la calma en los dos debates televisivos que me tocó protagonizar, pero mientras practicaba en el gimnasio debí ofrecer una estampa penosa, descarnada, cruel. Así es la trastienda del candidato, tremenda, esperpéntica a veces".

RENOVACIÓN

El PP de hoy se parece a Rajoy, como el de los 90 se parecía a Aznar o el de los 80 a Fraga. Hay que reconocer que hemos renovado por completo el partido. No ha habido nada parecido a una refundación, pero sí, cierta reforma cauta y comedida para recuperar el pulso de la España que sigue avanzando. Cospedal, Feijoo, Fabra, Nacho Diego, Basagoiti, Sánchez Camacho, Rudí, Monago, Bauzá, entre otros muchos, son los protagonistas de una etapa recién estrenada y cargada de futuro, dedicación y dialogo. (...) Este PP, sembrado de tiempos mejores, es la mejor labor de Rajoy, por ahora".

LOS ORÍGENES

Soy valenciano. Eso tiene importancia, me hace ser simpático, expansivo y barroco. Y, aunque la vida me ha ido llevando con pertinacia a Madrid, mi niñez es valenciana por completo y la de mis hijos también. De hecho, no puedo explicar quién soy sin contar de dónde vengo. Y tampoco soy capaz de hablar de dónde vengo sin decir que las Fallas de Valencia son el verdadero territorio de mi infancia. En plenas Fallas transcurrieron mis juegos en la calle, mis primeras salidas nocturnas tras la cena y mi juventud de estudiante de Derecho que se distrae con facilidad.

LA NOCHE DEL 23-F

Se nos hizo de noche y ya sin luz en los balcones ocurrió lo inesperado. Mi padre me pidió que lo acompañara a comprar tabaco, por si llegaba a faltarle en los siguientes días, y a ver cómo se borraban las aceras bajo el toque de queda. Cuando rememoro aquel paseo por las calles ciegas, sordas y mudas de la Valencia sitiada, las figuras del padre, asustado pero curioso, y el hijo, curioso pero asustado, en medio de un vacío pueblo fantasma, me parecen sacadas de una película. Irreales, soñadas. (...). Creo que fue la primera caminata a solas con mi padre en la que no iba de su mano. Y si no lo fue, debería haberlo sido".