La conquista musulmana de la Península Ibérica en el año 711, de la que se cumplen 1.300 años, sigue siendo un pasaje oscuro para la mayoría de valencianos. ¿Qué ocurrió aquí? Un catedrático marroquí en Historia de al-Ándalus detalla cómo la zona valenciana pactó la rendición ante las tropas beréberes e inició un periodo de esplendor que los expertos reivindican.

El relato árabe empieza así: en junio del año 711, el gobernador beréber de Tánger Tariq Ibn Ziyad salió de Ceuta y desembarcó en Algeciras con una flota de 12.000 combatientes procedentes de todo el Magreb. Iban a conquistar la Península Ibérica. La llegada musulmana atendía la petición de ayuda de la familia real visigoda, que tenía la legitimidad política en ese momento pese a haber sido apartada del trono por el golpe militar de don Rodrigo, que detentaba el poder efectivo en aquella lejana Hispania. Así estalló la guerra.

Rodrigo movilizó a un ejército de 40.000 combatientes de toda la península para hacer frente a la amenaza beréber. En la primera batalla, el 19 de julio, la vanguardia de los jinetes españoles caía derrotada cerca del río Barbate (Cádiz) frente al ejército de Tariq. En la segunda ofensiva, el 26 de julio, las tropas godas eran vencidas por las huestes magrebíes en el cercano río Guadalete. Esta victoria le abrió a Tariq las puertas de al-Ándalus. Las grandes ciudades hispánicas fueron cayendo una tras otra: Medina Sidonia, Morón, Carmona, Sevilla, Écija, Málaga, Qastila (Granada) y Orihuela —ciudad que entonces constituía la llave de gran parte del territorio valenciano—, Toledo (capital del reino), Henares, Guadalajara, Astorga y Amaya, para luego rendirse todo el país.

¿Pero cómo se adueñó el ejército beréber de Orihuela y su zona de influencia? ¿Cómo pasó a dominio islámico el actual territorio valenciano? Después de consultar 88 fuentes árabes y otras crónicas latinas y españolas sobre la conquista musulmana, el catedrático en Historia de al-Ándalus Ahmed Tahiri ha reconstruido aquel episodio que iba a ser la antesala a medio milenio de omnímodo poder musulmán hasta la llegada de Jaume I. En su libro Fath al-Andalus y la incorporación de Occidente a Dar al-Islam, Tahiri constata con profusión de detalles que esta zona se rindió sin batallar por voluntad explícita de Teodomiro, el gobernador godo de la zona.

Siguiendo el documentado relato de Ahmed, «el acuerdo de paz ratificado por el gobernador Teodomiro para su región contiene lo siguiente: "Que no se le perjudique su estatus o posición ni el de ninguno de los suyos, ni se le prive de su potestad". Igualmente dice: "Dejad sus posesiones en sus manos". Del mismo modo, Teodomiro también firmó "la reconciliación de las gentes de su país", al estipular lo siguiente: "Sus súbditos no serán matados, ni cautivados, ni separados de sus esposas e hijos, ni forzados a la conversión ni se les quemarán sus iglesias"».

A continuación, el comandante del ejército musulmán —con la ayuda del señor de Orihuela— inició la organización de los instrumentos de gobierno en la región. Así pues, «colocaron en Tudmir [región de Orihuela] algunos hombres musulmanes que se quedaron con los autóctonos cristianos para asegurar el buen funcionamiento y gestión de los asuntos de la región». Mestizaje de conveniencia.

«Esta fue la manera en que Xarq al-Ándalus (la Valencia islámica) —prosigue Ahmed— quedó inscrito en Dar al-Islam "con las demás regiones mediante pactos de conciliación". Uno de los historiadores observó el impresionante grado de justicia favorecido para los cristianos por Tariq Ibn Ziyad y su cúpula de líderes musulmanes bereberes, que atrajeron al señor de Orihuela "y se inclinaron por él, ofreciéndole sus lealtades, siendo la lealtad una de sus costumbres, por lo que la Cora de Tudmir [Orihuela y su región] se salvó de la destrucción, no habiendo más que reconciliación».

La visión «españolista»

Aquella llegada, narrada aquí desde el punto de vista magrebí con base en sus documentos históricos, ha sido vista por los españoles durante siglos como un «castigo divino», «la ruina de España» o «una catástrofe nacional» al socaire del sentimiento nacionalista que imponía el estado-nación. Pero vale la pena seguir escuchando la otra voz, la árabe. Sostiene Ahmed Tahiri que la conquista de al-Ándalus «influyó de forma destacada para arrebatar a la Península Ibérica del oscurantismo de la Edad Media europea y trasladarla al resplandor de la civilización árabe, igual que ahora la actual España se encuentra incorporada a una civilización también esplendorosa como es la democracia liberal, que cuesta mucho de alcanzar».

En ese mal encaje nacionalista de la conquista musulmana coincide Juan Martos, director del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. «El hecho singular de al-Ándalus, una sociedad islámica en tierras de Europa —explica Martos—, es incómodo para un país como España que desea ver sus raíces esencialistas inmersas en una Europa de etnia blanca y de religión cristiana. Por eso, la existencia de una España musulmana ha sido negada, minimizada, distorsionada o ridiculizada a pesar de las evidentes pruebas de la presencia islámica en nuestro país y de los momentos gloriosos y hegemónicos que alcanzó al-Ándalus», destaca.

De las acequias a los topónimos

Así lo revela el mismo paisaje que nos rodea, como apunta el geógrafo y vicerrector de la Universitat de València Jorge Hermosilla. «El islam, sin duda, forma parte de nuestro territorio. Paisajes de huerta y sistemas de regadío que se repiten de forma continua en el territorio del litoral valenciano; los paisajes abancalados de ríos como el Girona, el Gorgos, el Chelva o el Palancia, cerca de elementos tan árabes como los azudes o las acequias; elementos de la arquitectura andalusí como castillos, murallas, torres vigías, alquerías o baños; y por supuesto, la toponimia en nombres de municipios, de partidas y de elementos geográficos. Es evidente que la cultura valenciana tiene su razón de ser, en parte, por el legado andalusí».

Y sin embargo, como detalla el secretario del Consell Valencià de Cultura, Jesús Huguet, «aquí sigue habiendo un desconocimiento casi total de lo que significaron los siete siglos de cultura árabe en España. Por ello, es imprescindible terminar con la injusticia de que una parte de nuestra historia esté cercenada y capitidisminuida. Es un acto de reparación histórica», concluye Huguet.

Con ese afán debe entenderse el congreso internacional sobre los 1.300 años del nacimiento de al-Ándalus celebrado esta semana en Valencia. Su directora, la presidenta del Centro Cultural Islámico de Valencia, Amparo Sánchez, lo recalca: «No damos esta mirada atrás con un afán beligerante ni con un romanticismo ñoño —puntualiza—, sino para caminar hacia la paz, la hermandad y la reconciliación».