Hasta seis veces escuchó Isabel Ruiz el nombre de su marido, Manuel Soliva, por los altavoces de urgencias del Hospital Clínico de Valencia el pasado lunes citándole a consulta. Tanta llamada intranquilizó a la mujer, que tuvo que permanecer toda la tarde en la sala de espera al no dejarle entrar a la zona donde se encontraba su esposo, de 75 años, que dejó de valerse por sí mismo a raíz un infarto cerebral que sufrió el pasado mes de marzo.

Manuel Soliva había llegado en ambulancia procedente del hospital Valencia al Mar, donde le habían realizado una sesión de hemodiálisis que se complicó y que requirió su traslado urgente para recibir tratamiento especializado al sufrir una bajada del nivel de oxígeno en sangre.

Cada vez que Isabel se acercaba al mostrador para interesarse por el paciente la respuesta era la misma: «No se preocupe que le están haciendo las pruebas». Pero no podía dejar de preocuparse, porque el nombre de su esposo volvía a sonar por la megafonía.

Isabel y sus hijos insistieron repetidamente en acudir al lado del enfermo con el argumento de que no podía caminar y de que sus capacidades cognitivas estaban muy mermadas, pero la negativa del vigilante de la entrada era implacable. «Los celadores ya le trasladarán a donde tenga que ir», les indicaron.

A las once de la noche, y cuando se cumplían diez horas sin tener noticias del enfermo, uno de sus hijos volvió a probar a ver si con el cambio de turno había más suerte y les facilitaban alguna información sobre su estado de salud. Afortunadamente la hubo.

Una enfermera salió con la historia clínica y le indicó que su padre no estaba en el hospital, que en el parte constaba que se había fugado porque le habían llamado varias veces y no se había presentado.

«Pero si mi padre no puede andar», exclamó el hijo al escuchar lo que atribuían a su padre para dar por terminada su visita en urgencias.

La indignación de los hijos y de la esposa se disparó al enterarse de lo que constaba en la historia clínica. Y tras explicar una vez más que el paciente no hablaba ni caminaba, los nervios de la familia se trasladaron a los sanitarios que por un momento temieron que el paciente se les hubiera extraviado dentro del hospital, como así había ocurrido.

Empiezan a buscarle

Y comenzó la búsqueda impaciente: en la propia sala, en las habitaciones de arriba, en el sótano... por todas partes, hasta que por fin apareció sobre una camilla en un rincón de la sala de urgencias, con el sobre del informe que le habían dado en el hospital Valencia al Mar en el suelo.

Isabel confesó que cuando se enteró de que su marido llevaba diez horas arrinconado y sin tratamiento alguno, perdió los estribos. «Me mandaban callar pero no podía, mi marido había salido de casa a las seis de la mañana con un café con leche y hasta 24 horas después no volvió a tomar nada», declaró ayer a Levante-EMV todavía enfadada por lo ocurrido. Tras la crisis, la mujer sufrió temblores y una subida de glucosa, «lo pasé fatal», detalló.

Tras el episodio, el equipo de urgencias se volcó en atender al enfermo que a las cinco de la madrugada regresaba a su domicilio en ambulancia con las exploraciones y el diagnóstico hechos.

«Él no sabe ni qué ocurrió ni donde estuvo, no se dio cuenta aunque hubo gente que nos dijo que le escucharon quejarse de dolor varias veces», agregó la esposa que apuntó que fue un médico el que dio carpetazo al asunto al informar que se había fugado, «sin consultar su historial clínico donde estaba bien claro que no se podía tener en pie».

Ramón Soliva, uno de los seis hijos, que estuvo a pie de cañón en urgencias reclamando que le dejaran entrar destacó que su padre lleva nueve años en tratamiento de diálisis y ha sufrido un empeoramiento en los últimos meses. La familia presentó una reclamación en el hospital.

Por otra parte, la presidenta de la asociación Defensor del Paciente, Carmen Flores, remitió ayer una carta al conseller de Sanidad, Luis Rosado, en la que denuncia el incumplimiento de la Ley General de Sanidad que permite el acceso de los familiares a urgencias cuando el paciente es un niño, un anciano o está discapacitado.