El expresidente de la Generalitat Francisco Camps se guardaba un as en la manga para tratar de demostrar ante los nueve ciudadanos que decidirán sobre su culpabilidad o inocencia en la causa de los trajes que desde que llegó al poder en 2003 fue tajante con los regalos a los políticos.

Tras más de dos años y medio de silencio y enrocado en la teoría de un montaje político para acabar con su carrera, Camps ocupó ayer el temido banquillo de los acusados desde el que fue interrogado por las partes durante cerca de cinco horas. Una exposición en la que admitió una vez más su relación, calificada ayer de «cordial» con el jefe de la red de Correa en Valencia, Álvaro Pérez El Bigotes, un contacto que se gestó en la etapa en la que Camps era secretario general del partido y El Bigotes, el responsable de montar los actos.

Los regalos que por Navidad mandó el empresario a su domicilio particular centraron parte del interrogatorio con la fiscal. Reiteró que devolvió todos los presentes €una pulsera de piel, un reloj y otros obsequios que dijo no recordar€ y que el comercial de Correa pasó por la farmacia de su mujer, Isabel Bas, a recogerlos. En línea con el retrato que por la mañana le hizo su abogado Javier Boix, Camps se presentó ante el jurado como un político ejemplar, como una persona modélica, que a diferencias de otros €no los citó pero pareció aludir a los representantes de la Justicia€ no ha pasado nunca ningún gasto por comidas en el ejercicio de su cargo.

El exjefe del Consell y su exnúmero dos en el PPCV, Ricardo Costa, se enfrentan a sendas penas de multa de 41.250 euros por un presunto delito de cohecho impropio por aceptar trajes y otras prendas de vestir de la trama Gürtel de algo más de 14.000 euros, cada uno. A las 15.45 horas y con los cabecillas de la trama recluidos en el Palacio de Justicia, Francisco Correa y Pablo Crespo, comenzó la esperada declaración de quien durante más de nueve años fue el máximo responsable del Consell y del PPCV. Por la mañana, con carácter previo a los alegatos de las partes, Camps se declaró «absolutamente inocente».

Costa, por su parte, al ser preguntado por el juez si asumía el delito, indicó: «No me voy a conformar». Pero fue por la tarde, en el transcurso de su declaración, cuando el jefe del Consell se pudo explayar. La alusión a su consigna al Consell de devolver aquellos obsequios que llegaban a la Generalitat y que excedían de una determinada cuantía, que no precisó, se produjo durante el interrogatorio de la fiscal anticorrupción, la primera de las partes en preguntar. Según especificó, cuando llegó al Palau de la Generalitat en su primera Navidad, se marcó «una raya» para que tanto desde Presidencia de la Generalitat como desde las conselleries se devolvieran aquellos obsequios que pudieran ser excesivos. «Y esto está documentado», indicó el exjefe del Consell, que mencionó la existencia de un escrito que entonces se remitió a las empresas que mandaron los regalos para, tras agradecerles el gesto, indicarles que los presentes no le correspondían. Se les dio la opción, mantuvo Camps, de recuperar los regalos o enviarlos a una asociación de caridad. El documento, que no se ha aportado a la causa, no afecta a la acusación sobre los trajes, pero le sirvió para defender una posición ética en la que siempre ha basado su defensa.

La baza de Camps sorprendió a la fiscal, que le preguntó por qué nunca durante la instrucción había hablado de este documento. La pregunta envalentonó a un Camps que se fue creciendo conforme avanzaba el interrogatorio. «He estado viviendo un proceso de tres años en el que se ha roto el secreto de sumario en el que no he podido defenderme. Nunca he podido contestar a esta pregunta», se quejó ante el tribunal. Aunque en algunos momentos su rostro evidenciaba cierta amargura por la situación €se le coló alguna mueca de dolor mientras escuchaba algunas de las conversaciones telefónicas de El Bigotes€ el expresidente mantuvo un tono de firmeza e incluso llegó a desafiar al propio magistrado del tribunal al airear su pasado en el PSOE.

También lo hizo con la fiscalía a la que acusó de «ser la máxima responsable de lo que está pasando». Tal fue su actitud, que en algún momento el acusado se ganó la reprimenda del magistrado, Juan Climent, por hablar cuando no le correspondía. Ahora bien, aunque presentó el proceso contra él como un montaje político, el expresidente tuvo que enfrentarse con un pasado en el que «El Bigotes» formó parte durante años y que le ha costado el puesto al frente de la Generalitat. Sobre su relación con él y los regalos que éste le envió a su casa en las Navidades de 2008, la fiscal centró su interrogatorio, si bien no logró que la conversación grabada el día de Nochebuena entre Camps, El Bigotes e Isabel Bas se oyera en la sala.

El magistrado ha dejado el trámite para la fase documental. Según el expresidente, él y su esposa decidieron devolver los obsequios porque «no nos gusta este tipo de detalles». «No estamos aquí para que nos regalen relojes», apostilló. «Me debe trabajar para el PP» Las contestaciones de Camps siguieron la tónica de la declaración que hizo en su momento ante el instructor de la causa, José Flors. Sólo modificó una de las respuestas, en concreto, cuando se le preguntó por el fragmento de la citada conversación en la que El Bigotes le decía, «cuánto te debo». «¿Qué le debe?», le inquirió la fiscal. «El haber trabajado para el PP durante años», contestó Camps. Ante el tribunal relató que entró en contacto con Alvaro Pérez en 2002, quien, admitió, se convirtió en el empresario de cabecera del PPCV. Habló de una relación «cordial» como la que tenía con muchísima gente en su calidad de presidente del Consell. «El cargo te hace conocer a mucha gente con la que puedes llegar a empatizar», indicó. «Soy bastante cordial, es mi actitud vital», apostilló.

Eso sí, Camps mantuvo que su relación con El Bigotes se ciñó al partido hasta el punto de que aseguró que conoció el nombre de Orange Market €la firma de Alvaro Pérez€ cuando comenzó «todo este lío», en alusión al escándalo Gürtel. Orange Market ha logrado más de seis millones de euros en adjudicaciones a la Generalitat. El exjefe del Consell indicó que se «supervisaba» personalmente los grandes eventos del partido, pero nunca los de la Administración. «¿Tenía usted alguna influencia en la contratación?», le preguntaron. «Imposible», añadió. Respecto a la cuestión nuclear de la causa, si pagó o no los trajes, el expresidente reiteró que sí lo hizo y, en efectivo, porque es su manera habitual de funcionar. «Todo lo pago en efectivo puesto que la tarjeta de crédito no la utilizo jamás, solo en viajes al extranjero», indicó. Un argumento que la fiscal trató de desmontar mostrando algunos documentos de pago del presidente con tarjeta de crédito. Camps se mantuvo en que sólo eran puntuales. «No he pedido nunca ticket de nada, ni cuando he cogido taxis ni cuando voy a comer a restaurantes con amigos», dijo, a preguntas de la fiscal, a quien también aseguró que tampoco paga con tarjetas de crédito. Según explicó, en su opinión quien pide facturas es por una voluntad de desgravación de tipo fiscal o porque se tiene intención de cobrar dietas. Él, subrayó, siempre ha querido evitar que alguien pudiera pensar que pagaba sus gastos de comida a Protocolo de la Generalitat. En esta línea insistió en su política de austeridad, que le ha llevado a comprar una media de un traje por año pese a ser «su uniforme de trabajo».

«Los trajes de Tomás costaban la mitad y uno tiene que ajustarse al sueldo que tiene»

Camps relató que en marzo de 2006 acudió a la tienda Milano de Madrid porque los trajes de vestir «costaban la mitad» que los que se confeccionaban habitualmente en el Corte Inglés. «Uno tiene el sueldo que tiene e intenta ajustarlo», dijo. El sastre José Tomás le envió cuatro trajes a su domicilio de Valencia para que se los probara, pero como no se ajustaban a su talla se los dio a un guardaespaldas para que los devolviera en septiembre a la tienda, y ahí, según dijo, acabó su relación con este establecimiento «para siempre». Posteriormente acudió a la tienda Forever Young a petición de este sastre.

«Le hacía mucha ilusión que fuera y me aseguró que me dejaba los trajes a la mitad de los que compraba». Entonces, en otro viaje se pasó por allí, y encargó dos trajes que retiró a principios de 2007. Luego encargó otro traje que recogió en marzo y también se compró un par de zapatos, que se le estropearon el primer día de ponérselos (precisó que fue durante con un acto de Rajoy en Valencia). En la tienda Young adquirió en 2008 otro traje y una «blazier» por 150 euros, dinero que le prestó su escolta para abonarlo.

RECUERDA EL PASADO SOCIALISTA DEL JUEZ CLIMENT

La preparada declaración en el turno de preguntas de su abogado, Javier Boix, sirvió al expresidente Camps para «colar» la mención a que el magistrado-presidente del tribunal del jurado, Juan Climent, trabajó como asesor en el Gobierno socialista de Joan Lerma por lo que sabe, dijo, que un presidente del Consell no tiene facultades para realizar adjudicaciones. Camps buscó así sembrar en el jurado la incertidumbre sobre el juez, que no interviene en el veredicto pero sí dicta la pena en sentencia. La alusión desembocó en encontronazo con Climent, quien le contestó.

El abogado de Camps lo había interrogado sobre si había influido como presidente de la Generalitat en la adjudicación de contratos. Entonces, explicó que la situación funciona «exactamente igual que en los años 80 o 90». «Nos hemos regido siempre igual, no podemos hacer indicaciones», subrayó Camps. La Presidencia de la Generalitat, recalcó, sólo es un órgano de gestión que no tiene capacidad para intervenir en los procesos de adjudicación pública «y Juan Climent, que trabajó en este gabinete durante el Gobierno de Joan Lerma, es un testigo de excepción, porque sabe que no tenemos capacidad para adjudicar», recalcó, mirando al magistrado. Camps aludió así a la etapa de Climent como asesor en la Secretaría General de Presidencia con Lerma. «Siempre he sido honesto y honrado. El sistema, que nació ya en los años 80, cuando la persona que nos preside formaba parte de ese gobierno €el de Lerma€, no ha variado el sistema de adjudicaciones, por eso me parece increíble que se ponga en tela de juicio» la Administración, defendió.

Climent le pidió que no cuente «más cosas en exceso de lo que se pretende» ya que «solo le han preguntado si tienen facultades de contratación». «No», contestó Camps. El juez le replicó: «tenga en cuenta que las leyes de contratación desde los años 80 hasta ahora han cambiado bastante». No fue el único encontronazo con Climent. El magistrado también intervino al final para, ante una de las precisiones de Camps, recordarle que le estaba preguntando el propio Boix. «Está interrogándole su propio letrado, ayúdele un poquito», le devolvió.

El exjefe del Consell también sostuvo que su proceso es consecuencia de un «terrible montaje» y de un «ataque político muy importante». Así, explicó que llamó al sastre cuando se enteró de que un diario iba a publicar que había recibido trajes de la trama Gürtel por valor de 30.000 euros. El sastre, prosiguió, le dijo que estuviera «tranquilo» porque «había pagado» y le explicó que le habían «llamado desde la Fiscalía» para ser interrogado y para preguntarle «si hacía trajes a personas importantes» y si le habían pagado trajes de Camps.

El expresidente aseguró que consiguió «parar» la publicación de la información en el diario, si bien el día siguiente le comunicaron «que iban a publicar esa noticia» porque «tenían centenares de grabaciones que iban a ir saliendo y que iba a ser un ataque político muy importante». Según Camps, volvió a llamar al sastre y lo hizo reiteradas veces porque se encontraba circulando en un coche por la autopista A-7, donde hay «muy mala cobertura».