«Yo no lo veo nada claro», afirmaba en diciembre de 2002 a Levante-EMV el alcalde de Teulada, por el partido independiente Ciudadanos por Moraira, cuando en plenas negociaciones se le preguntaba si él y su equipo de gobierno iban a integrarse en el PP.

Nueve años después ese alcalde, que lideró una formación política forjada en el segregacionismo de Moraira, con respecto a Teulada, y con una alta militancia en sus bases de residentes europeos, es el número dos del Consell.

José Ciscar es el ejemplo del comercial con tesón negociador y del estratega imparable. Del carácter amable en el trato, de la afabilidad en el gesto y de la seriedad en el trabajo. Unas cualidades que no pasaron desapercibidas a los ojos de Francisco Camps. El entonces President buscaba aliados en la provincia de Alicante; y en la Marina Alta solamente encontraba emisarios de Zaplana y Ripoll. De hecho la entrada del propio Ciscar en el PP se produjo con el visto bueno de los opositores de Camps en el sur de la C. Valenciana.

Ciscar se puso a tiro. Era un hombre nuevo en el PP y por lo tanto no tenía ataduras, herencias, familia, ni hipotecas. Procedía de un partido independiente que decidió con la vara de mando enterrar la disputa entre pueblos, en beneficio de la unión de los vecinos del mar y de las fértiles tierras regadas de uva moscatel. Y todo ello con la marca del ya resurgido PP de Teulada-Moraira, del que él era nuevo rey, cuando hasta la fecha había sido el azote de los populares teuladinos.

Abogado especialista en urbanismo, fue alcalde con el PP en 2003 y repitió en 2007 (año en el que también fue diputado a las Corts). Camps premió su fidelidad y le nombró delegado del Consell en las comarcas alicantinas. Comenzaba su rápida escalada. Allí, haciendo el símil tenístico, era el ojo de halcón de la dirección del PP y con su cargo visionaba la situación de los diferentes municipios y las consecuentes guerras políticas entre distintos bandos.

Se convirtió en vicepresidente del Partido Popular de la Comunitat Valenciana y dejó de ser visto como aquel político de pueblo de mansiones glamourosas junto al mar.

Llegaron las elecciones de 2011 y Camps le reservó una conselleria, la de Educación, que precisaba de su perfil, después de que Alejandro Font de Mora puso en pie de guerra a toda la comunidad educativa. Ciscar se llevaba bien con los docentes y las entidades vinculadas a la enseñanza en valenciano (Teulada albergó las Trobades d´Escoles en Valencià en 2009). Su cargo podía apaciguar los ánimos entre tanto recorte en los colegios, la marginación del valenciano, el decreto de plurilingüismo, la enseñanza del chino y la Educación por la Ciudadanía en inglés. No le dio tiempo a dejar su impronta. Por contra, ha generado otra polémica al impulsar los centros educativos privados sobre suelo público. Alberto Fabra puede que quizás vea un espejo en el escalador de la Marina. Mejor tenerlo cerca.