Como un azucarillo en un vaso de agua caliente, así se ha disuelto el principio de solidaridad desde aquellos tiempos de autarquía hasta la España de la opulencia, desde aquellos de la Alemania de posguerra hasta la de locomotora de Europa o desde los del ladrón de bicicletas hasta estos de la Italia del diseño y la moda. En aquellos tiempos la igualdad en la necesidad había creado un sentimiento de ayuda mutua que significaba que solo había salvación posible si como grupo o como clase se compensaban las carencias de unos, las necesidades momentáneas de otros. Se compartía casi todo, entre otras razones, posiblemente, porque había poco que compartir, pero así y todo, la gente miraba a su alrededor por si alguien pedía ayuda. En la memoria de los mayores están las escenas de aquellas fiestas populares en las que los vecinos mezclaban tortillas de patatas con ensaladas de tomates sin etiquetar origen o propiedad. No era caridad, sino solidaridad. La caridad era la que ejercían unos pocos, los que tenían mucho, para acallar sus conciencias.

El desarrollo, el crecimiento económico y la posibilidad cada vez mayor de consumir fue individualizando aquel colectivo con conciencia de pertenencia a una clase o a un grupo social. El mundo de las personas ha ido reduciéndose a "su" mundo y todas tienen como cierto que lo que uno es o puede ser depende exclusivamente de él. Desde esa eclosión económica no hay más realidad que aquello que se puede poseer.. Al otro, por lo tanto, se le mira como ajeno. Ya no hay puntos de engarce entre los individuos de tal modo que si uno cae no puede agarrarse a nadie (ideología liberal, egoísmo social, etc). Los llamados movimientos ciudadanos no han removido las conciencias porque no han destruido el egoísmo social.

Que cada uno se salve como pueda.... porque todos nos podemos salvar. Y con este sofisma nadie se mueve por el otro. No hay un pensamiento singular orientado a crear una voluntad colectiva que configure una acción política que permita que todos nos salvemos a la vez, siendo igual de "pobres", cierto, pero salvándonos todos. En las últimas elecciones se ha votado a quien ha predicado la salvación individual. Pensar que a uno no le va afectar, a lo único que conduce es a que, efectivamente, quien nada hizo por esa acción colectiva sea precisamente quien quede tirado en la cuneta del desarrollo.

El reportaje que no hace mucho vimos en la televisión pública sobre familias enteras que en EE UU se trasladan hacia terrenos semidesérticos de California, allí todavía hay suelo sin dueño (por ser improductivo y sin valor inmobiliario) y el clima es bastante benigno, es el paradigma de lo que estamos diciendo. Preguntados individualmente por el principio de la crisis y el momento en el que ahora se encontraban, todos decían que pensaron que ellos siempre iban a salvarse. Nadie habló de conciencia colectiva, todos hablaban de miserias individuales.