El atentado de ETA a Manuel Broseta, que le costó la vida hace 20 años, estuvo a punto de ser frustrado por la Policía Local de Valencia.

Al menos ésa es mi intuición, analizados los hechos ocurridos ese mismo idea, protagonizados por una patrulla de la Policía Local, cuyos integrantes me relataron de viva voz, pocos días después del asesinato del senador y miembro del Consejo de Estado.

Sobre las siete de la mañana de aquel 15 de enero los agentes pasaron con su coche oficial por junto a un kiosko de la Plaza de España y vieron a un individuo que estaba cortando las cintas de amarre de un paquete de periódicos, con el ánimo de robar algunos ejemplares.

Pararon el coche patrulla y le preguntaron qué estaba haciendo, aquel dijo que quería leer el periódico y como estaba cerrado el puesto, lo cogía por su cuenta. Los policías le pidieron que se identificara y resultó ser un ciudadano vasco, que acaba de llegar en autobús desde Bilbao. Efectivamente, mostró el billete del transporte.

Como llevaba encima una enorme pancarta enrollada con unas 300 fotos de presos etarras, reivindicativa, les olió mal a los agentes municipales y se lo llevaron a las dependencias de la Jefatura Superior de Policía.

Allí, el detenido cambió de actitud y de comportarse con normalidad, comenzó a actuar como si estuviera loco o no rigiera bien mentalmente. Fue puesto en manos de inspectores del grupo de Información y Antiterrorismo, que le interrogaron, y como daba la impresión de que no estaba en sus cabales, uno de los responsables decidió ponerle en libertad, no sin antes fotocopiar aquella pancarta, pues había unos cuantos terroristas de los que no se tenía fotos aquí.

El detenido salió a la calle con la pancarta bajo el brazo, sin ningún cargo, y al poco, una o dos horas más tarde, un comando terrorista etarra acabó con la vida de Manuel Broseta en el paseo de Blasco Ibáñez, cuando se dirigía a dar clases.

Archivos policiales. No sé si este hecho figurará en la Historia de la Policía Local, pero si conservan los partes policiales de aquel día, y no han sido destruidos, se hizo uno, que yo leí, muy minucioso, con mucho detalle, donde se narra toda la película.

Los policías actuantes siempre creyeron que aquel ciudadano vasco debió tener alguna relación con los hechos ocurridos aquel día y que, tal vez, por qué no, si pertenecía al comando, hubiera podido desbaratar el atentado, al fallar alguno de la banda en las medidas de contacto y comunicación.

La Policía Local de Valencia, en este caso la famosa Sección 26, ya desbarató un importante atentado que preparaba el GRAPO, una noche que se encontró a miembros de la banda terrorista, de madrugada, midiendo una calle para ver dónde colocar las cargas explosivas al paso de un autobús de uniformados que hacía todos los días la misma ruta. Detuvo a todos. Por ello se les concedió la Medalla Colectiva al Mérito Policial.