«Esta noche no hemos podido dormir, todavía tenemos el miedo encima». Así se expresaba ayer en declaraciones a Levante-EMV José Galán, un alicantino que había embarcado en el Costa Concordia junto a su mujer, su hijo y su nuera. Galán, de 71 años, explicaba emocionado su terrible experiencia desde su habitación en el hotel Hilton de Fiumicino, donde se alojó ayer a muchos de los turistas que se vieron envueltos en el trágico suceso.

Había comprado los billetes con la familia para hacer un viaje conjunto de vacaciones, en el que se había empeñado su hijo Víctor, de 41 años, quien trabaja como jefe de explotación en la empresa alicantina de transporte metropolitano SuBús. Partieron el día 9 desde Barcelona, donde acudieron en coche.

«Todo había ido bien hasta las 21.30 horas del viernes». En ese momento José bajó al restaurante. «Allí hubo un amago de apagón de la luz». No le dieron importancia. «Luego se oyó un golpe y se cayeron unos platos, pero no creíamos que fuera importante». El barco se estaba empezando a inclinar. Pero de repente «todo lo que había se fue al suelo, empezó a cortar se la luz y nos fuimos corriendo hasta nuestra habitación de la octava planta». Allí se pusieron los salvavidas.

Los cuatro bajaron hasta la planta donde se accedía a los botes. «Estuvimos un largo rato y aparecieron responsables de emergencias». Según Galán, «la gente estaba atemorizada» pero señalaba, no les dejaban moverse de allí. El barco dio un bandazo, inclinándose más, y cayeron al suelo. Les decían que no temiesen nada y por la megafonía «nos dijeron que estaba todo controlado, que era un problema del suministro eléctrico».

El bote de salvamento no funciona

Finalmente, tras la insoportable espera, les dejaron pasar a los botes de forma ordenada, primero los niños y la mujeres. Mientras sonaban las alarmas accedieron a las embarcaciones. Cuál fue su sorpresa cuando tras idas y venidas de miembros de la tripulación al bote, éste no descendía. «Veíamos que el bote se iba inclinando», añadía José.

Lo siguiente fue ver cómo les dijeron que salieran del bote y se dirigieran a una puerta del barco. La gente se amontonaba e iban de lado a lado. Según explicaba José, su hijo y su nuera de 38 años se fueron hacia la puerta y ellos prefirieron esperar porque no podían avanzar rápidamente. Ella conseguiría posteriormente salir del barco en un bote de salvamento y su hijo acabó ayudando a los carabinieri a desalojar gente.

José buscó un lugar en el que su mujer Mari Carmen Ramón, de 67 años, pudiera descansar y estar refugiada mientras él iba a buscar una salida más accesible. «Le dije a mi mujer que me iba a ver si encontraba una escalera para subir arriba y me dijo que no la dejara sola porque si teníamos que morir que fuese juntos». «Como pude la saqué de donde estaba y nos dejamos arrastrar hasta la puerta tres». Finalmente salieron hasta el agua por medio de una escalera de cuerda.

Salvados en helicóptero

«Estaban en la cena de gala cuando sintieron un fortísimo golpe que hizo temblar todo el barco. Se fue la luz y enseguida empezó el nerviosismo entre los ocupantes del crucero. Mi padre fue hacia su camarote para ponerse, junto a su pareja y el hijo de ésta, sus respectivos chalecos salvavidas». Las palabras, aún entrecortadas por el nerviosismo de las últimas horas, las pronunció ayer Silvia, hija de Pablo Lázaro Juan, otro de los siete alicantinos que salvaron su vida tras ser rescatado en helicóptero cinco horas después de que el Costa Concordia sufriera el incidente que provocó su naufragio.

La hija de uno de los supervivientes explicaba ayer la experiencia que le relató su padre durante la madrugada del viernes al sábado, instantes después de ser evacuado en helicóptero desde el casco del barco hasta una base militar cercana al lugar del suceso. Juan Lázaro, jubilado alicantino de 64 años, se embarcó el 9 de enero en Barcelona, disfrutaba del crucero por el Mediterráneo en compañía de su pareja, Ana Mercedes Pernalete, y del hijo de ésta, Edgar Jonás Ríos.

«Mi padre me contó que el barco estaba demasiado cerca de la costa, lo que sorprendió a los viajeros. El capitán, tras el impacto, les dijo que no pasaba nada, pero pocos se lo acabaron de creer. El incidente sucedió pasadas las nueve de la noche frente a la costa italiana, pero hasta las tres de la madrugada no fueron rescatados. Ellos incluso tuvieron que andar sobre el casco del crucero, me cuenta que fue una experiencia imposible de olvidar», explica la hija de Juan Lázaro.

Mantas y galletas

Su padre y sus dos acompañantes pasaron la jornada de ayer en una base militar, «tapados con mantas y comiendo galletas».«Mi padre, por suerte, ha salido ileso del suceso, pero nadie le quitará el trauma de ver cómo su vida ha estado en serio riesgo. Me explicó que todo lo vivido a bordo se pareció mucho a lo que se ha contado del Titanic. Además, mi padre me reconoció que se sentía muy dolorido y que tenía golpes por todo el cuerpo, que se produjo al intentar ponerse a salvo en el barco», narraba Silvia, todavía con el miedo en el cuerpo.