E

l juicio del jurado por cohecho contra Camps nunca debió celebrarse. El delito de cohecho o soborno precisa de dos autores: el donante o el que da la dádiva, promesa o regalo; y el donatario, el que la recibe. En este juicio del jurado aparece como acusado el que fuera presidente Camps, pero no los que le dieron los regalos, y ello se ha producido porque se desgajó del proceso del caso Gürtel (cohecho, prevaricación, financiación ilegal del PP, malversación de caudales públicos) lo relativo al cohecho impropio por el regalo de los trajes al expresidente, separación que nunca se debió hacer. Puede suceder que en este juicio del jurado se falle que Camps nunca recibió regalos, y en el juicio del Gürtel se condene por dar regalos al presidente; esa situación procesal lo prohíbe la ley. Pero en este caso, para favorecer a Camps, se ha dividido la causa indebida y fraudulentamente. Durante el juicio hemos visto insólitamente a los llamados testigos-imputados, que por una parte están obligados a jurar y decir la verdad y, por otra y asistidos de abogados, tenían derecho a guardar silencio porque su declaración les podría perjudicar en el asunto Gürtel. ¡Un disparate procesal!

Este juicio nunca debió celebrarse, aunque por lo menos ha servido para desnudar la figura del expresidente Camps de tal manera que a muchos nos ha dado vergüenza ajena su actuación ante el tribunal. Esconderse detrás de los abogados cuando la ley exige que se siente al lado del mismo; tenerle que llamar la atención numerosas veces el presidente del tribunal -en vez de expulsarlo- de que no haga gestos, no hable o no utilice el teléfono móvil, ha sido verdaderamente bochornoso. Su propia defensa dijo que era un racanillo, es decir, un rácano, un gorrón, el que no paga; y repitió varias veces las mismas preguntas que el presidente del tribunal había rechazado por impertinentes: hecha la correspondiente protesta, la defensa insistía una y otra vez para que lo oyera el jurado; todo ello demuestra la posición debilitada del presidente del tribunal ante las insinuaciones del propio acusado de que fue funcionario a las órdenes del socialista Lerma, y a la presión de ciertos medios de comunicación que le acusan de parcialidad. Un secretario judicial escribe un artículo en el que dice que este juicio se ha sacado de la chistera, pero lo que parece increíble es que un miembro de la Administración de Justicia afirme que el cohecho o soborno no debía de ser delito, como es el admitir regalos por importe de 14.000 euros de una red corrupta que estaba recibiendo millones de euros de la Generalitat. Igualmente que el actual presidente Fabra diga que este juicio es un circo, con descrédito de la institución judicial, cuando el único payaso en todo caso sería el expresidente Camps.

Este juicio nunca debió celebrarse. En efecto, si Camps hubiera dicho que los trajes y los zapatos se los regaló su amigo del alma El Bigotes, al que quiere un huevo y es muy bonita su relación, como en las cintas que se oyeron en toda la sala, y al no ser los regalos en su consideración de presidente de la Generalitat, eso no hubiera sido delito y las actuaciones se hubieran sobreseído desde el principio. Otra manera de evitar el juicio hubiera sido confesarse culpable.

Cualquiera que sea el resultado definitivo, y por la dignidad del que fuera presidente de la Comunidad Valenciana, este juicio nunca debió celebrarse.

?Magistrado jubilado. Professor de la UNED en Elx