El expresident de la Generalitat Francisco Camps ha logrado sobrevivir a las malas amistades que granjeó con algún responsable de la trama Gürtel y queda en disposición, veredicto absolutorio en mano, de reivindicar su papel en el PP y en el Gobierno valenciano.

Han sido tres años de un proceso judicial que ha erosionado progresivamente su elevado estatus político hasta reducirlo a la mínima expresión, y ahora tiene la oportunidad de sanar su imagen y recuperar la confianza de su partido.

Hasta febrero de 2009, momento en el que el caso "Gürtel" entró por la puerta de la Generalitat, Camps mantuvo una trayectoria ascendente que llegó a situarle como uno de los "barones" más destacados de su partido, una figura potencialmente ministrable en un Gobierno del PP.

Francisco Enrique Camps Ortiz (Valencia, 1962) llegó en 2003 al Palau de la Generalitat ungido por Eduardo Zaplana y después de haberse curtido en todas las Administraciones como concejal, diputado nacional, conseller y delegado del Gobierno.

Sus comienzos no fueron fáciles, porque tuvo que lidiar con una división del partido auspiciada por Zaplana, que mantenía la presidencia del PPCV. Pero todo se allanó paulatinamente. Fue nombrado presidente regional de su partido, formó su propio equipo, sofocó los reductos "zaplanistas" -a excepción del de Alicante- y consiguió en 2007 su segunda mayoría absoluta, con una oposición cada vez más alejada de la realidad política.

La Comunitat Valenciana atravesaba un momento de esplendor -tal vez ficticio-, y Camps se convirtió en un modelo a seguir entre los líderes autonómicos de su partido y en un pilar fundamental para Rajoy.

Todo esto mutó en febrero de 2009. La confianza de las altas esferas populares comenzó a quebrarse según afloraba su relación con la trama y el vínculo especial que mantenían su familia y él con uno de sus cabecillas, Álvaro Pérez "el Bigotes", a quien Camps llamó "amiguito del alma" en una de las conversaciones grabadas y escuchadas en el juicio.

El presidente valenciano, maltrecho durante los años siguientes, mantuvo su posición después de que el Tribunal Supremo reabriera la causa archivada por el Tribunal Superior de Justicia valenciano, pero se vio obligado a dimitir en julio del pasado año, cuando el juez ordenó su enjuiciamiento.

Abandonó el cargo asediado por todos los estamentos sociales y políticos, incluido su propio partido, pero siempre mantuvo su inocencia tildando su procesamiento de "injusticia" histórica.

El jurado considera que no existen pruebas de que la trama Gürtel le regalara unas prendas de vestir que compró en las tiendas de Milano y Forever Young y por ello le ha declarado inocente.

Esta decisión, que llega tras un calvario de mes y medio de juicio con interminables sesiones en el estrado, donde se han expuesto públicamente sus intimidades profesionales y familiares, le rehabilita política y socialmente, al menos hasta que se vuelva a pronunciar, en caso de recurso, el Tribunal Supremo.