La pasada semana, el partido animalista Pacma anunció que había pedido por escrito al Ayuntamiento del Puig y a la Generalitat que impidiese la celebración de la "batalla de ratas" que cada último domingo de enero tiene lugar en este municipio de l'Horta Nord. "Aquí nunca ha habido batalla de ratas -señalaron entonces muchos vecinos, incluido el alcalde o la líder de la oposición-. Aquí hay "trencà de perols" en la que se incluyen ratas que están muertas".

La inclusión de roedores muertos y "congelados" en el interior de las vasijas que los "quintos" rompen en la plaza de la Constitución es algo relativamente reciente, no así la costumbre de usar animales vivos en las cucañas. En 1997 -cuando este periódico informó de que en la "trencà" del Puig morían conejos, palomas y ratas tras ser lanzadas contra las paredes-, los festeros de Sant Pere decidieron prescindir de palomas y conejos y conservar la presencia de ratas, aunque previamente muertas para evitar denuncias por "maltrato a animales".

Se rompía así con una tradición secular de la que no hay constancia escrita pero sí oral. "Mi padre, que tiene 89 años, ya jugaba de pequeño en las cucañas de Sant Pere -explicaba ayer un vecino-. Y dice que su padre también le habló de esta costumbre". Así pues, los "perols" con animales vivos se remontan, al menos, a principios del siglo XX o finales del XIX, si nos atenemos al testimonio de los más viejos del lugar. "Los quintos celebran la fiesta antes de irse a la mili, y con los conejos de los perols se hacían después una paella. Yo he visto incluso poner ratas en la paella".

Pero, ¿por qué ratas? "Hasta que empezaron a plantar naranjos, el Puig siempre ha estado rodeado de arrozales, había un gran marjal entre el pueblo y la playa -señalaba otro oriundo del pueblo-. Ahora ya no, porque mueren todas envenenadas, pero si había algo que sobraba en el campo eran precisamente las ratas".

Mientras que los orígenes de las cucañas del Puig son difusos, los de la celebración de Sant Pere Nolasc como patrón están más claros. El santo fue fundador de la Orden Mercedaria, que dio origen también al monasterio de Santa María del Puig desde el mismo momento de la conquista de Jaume I. Durante siglos, los monjes de esta orden se dedicaron al rescate de cristianos en tierras musulmanas y, según la tradición, uno de estos rescates puede ser el origen de las "calderes d'arròs amb fesols" que se cocinan el mismo día de la cucaña. En un libro de 1658 el padre mercedario Ignacio Vidondo se relata como un barco procedente de Argel y lleno de cautivos desembarcó en la playa del Puig y sus ocupantes fueron recibidos por los monjes del monasterio y los vecinos de la villa, que les acogieron y dieron de comer. Desde entonces los festeros recuerdan aquella acción invitando a comer ca miles de personas.